7. No tienes que pedírmelo dos veces

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Ver dormir a la gente no era mi hobby favorito, pero verla a ella, con su moño desordenado y sus brazos haciendo de almohada sobre la mesa, era maravilloso. Una hermosa obra de arte. Su respiración era lenta, calmada. Sonrío un poco al recordar cómo hace unas horas la estaba haciendo enojar y ella trataba de golpearme tirando los lápices sin éxito.

¿Cómo había caído tan rápido por ella? ¿Cómo me había enamorado tan perdidamente de alguien que tal vez nunca me vea con otros ojos?

Suelto un suspiro.

Debo dejar de ilusionarme con ella, de imaginarme un futuro, de querer ser su novio. Porque no puedo, no podría, nuestra amistad se iría al agua si ella se enterara. ¿Tal vez algún día podría enamorarse de mi? ¿Debería tener aún esa esperanza?

Veo que se estremece un poco y me doy cuenta que la ventana está un poco abierta. Me acerco al sofá y agarro la manta que estaba arrimada en una esquina. Cuando pongo la manta sobre sus hombros y empiezo a alejarme, se despierta.

—Mmmm... ¿qué hora es? —susurra.

—La una de la mañana —la miro.

—Ah... —se incorpora sobre sus codos y voltea un poco para mirarme— ¿podría quedarme a dormir aquí? —dice inocentemente.

—Sabes que si. Ven, vamos —le extiendo mi mano para que la tome.

Cuando posa su pequeña mano sobre la mía, siento mariposas, de esas que siempre describen en los libros, o bueno, como lo describió ella alguna vez.
Ella se pone de pie, pero veo que se tambalea un poco y la agarro por los antebrazos.

—¿Podrás caminar?

—No lo creo, estoy muy cansada —sonríe apenada.

—Lo supuse —la cargo en mis brazos y me dirijo a mi habitación con ella.

—No tenías que cargarme —ríe un poco.

—Pero te veías cansada —la miro—, es lo mínimo que puedo hacer después de joderte toda la tarde.

Sonríe meneando la cabeza.

La dejo sobre mi cama, ella se acomoda y se arropa con la manta. Cuando decido dejarla dormir y dejarla sola aquí, ella me toma de la muñeca.

—Quédate conmigo —sus ojos transmiten algo que no puedo descifrar.

¿Será que... ella también me querrá... como yo la quiero...?

—No tienes que pedírmelo dos veces—sonrío.

No seas iluso.

Ah, tengo que dejar de ilusionarme de una vez, pero ella me lo hace más difícil. Aún así, creo que nunca dejaré de amarla. Y aunque posiblemente nunca me de una oportunidad, seguiré amándola.

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