13. No tienes que pedírmelo dos veces

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Parte II

—No debiste haber tomado tanto —digo mientras ayudo al idiota de mi mejor amigo a cruzar la puerta de su departamento.

—No tomé tanto... —dice arrastrando las palabras mientras cierro la puerta detrás de mí y me dirijo al mueble para sentarlo— solo fue un poquito... y luego otro poquito... y otro poquito más... y otr... Espera, ¿dónde estamos?

—En tu casa, idiota —él se sienta en el mueble y yo me paro enfrente.

—Ah, cierto —suelta una risita tonta.

Meneo la cabeza.

—Debes dejar de tomar así, te pones más raro de lo normal —me cruzo de brazos.

—Aaaah, no exageres —estira sus brazos, sus manos se posan en mi cintura y me acercan a él por lo que quedo en medio de sus piernas, lo que hace que las mariposas empiecen a revolotear en mi estómago—. No tomé tanto.

—Si lo hiciste, por eso empezaste a bailar como foca retrasada —enarco una ceja.

—Siempre bailo como foca retrasada.

—Pero esta vez más que las anteriores —bromeo y el ríe.

—¿Sabes? —agarra un mechón rebelde de mi cabello y lo esconde detrás de mi oreja— Te ves hermosa.

Sin poder contenerlo la sangre sube a mis mejillas.

—Estás borracho, por eso lo dices —sonrío un poco.

—Que esté borracho o no, no quita el hecho de que todos los días del año eres y te ves hermosa, y más con ese rubor rosado en tus mejillas —sus nudillos empiezan a acariciar mi mejilla delicadamente—. ¿Te he dicho que me encantas?

¿Qué acaba de decir?

—¿Qué? —lo miro.

—Que me encantas.

Oh por Dios.

—El alcohol está afectándote el cerebro —suelto una risita nerviosa.

—Eso tampoco quita el hecho de que me tienes loco por ti desde hace mucho tiempo —me acerca un poco más a él y mi corazón se dispara.

—¿De qué hablas?

—De que estoy enamorado de ti, tonta, ¿cómo es que no te has dado cuenta hasta ahora? —agarra mi mano y besa mis nudillos— Hace mucho que me gustas, pero nunca te lo había dicho, supongo que era el miedo —desvía la mirada hacia el costado frunciendo un poco el ceño—. Y también supongo que el alcohol me ha hecho más valiente —ríe un poco.

Dios mío, ¿esto está pasando de verdad? ¿de verdad le gusto?

Creo que puedo considerar este momento como el más feliz de mi vida. Llevo enamorada de él desde que lo conocí, y ahora yo le gusto también. Como dijo Jane Bennett: “Se puede morir de felicidad.”

Mis manos viajan hacia su nuca y me acerco más a él, besándolo. A decir verdad, parece sorprendido al principio. Pero luego me sigue el beso. Es un beso dulce, lento y sin prisa, uno donde sientes una conección inexplicable y una corriente eléctrica pasar por tu cuerpo.

Él se separa un poco de mi, me mira y sonríe un poco.

—¿Eso quiere decir que también te gusto?

—No, solo tenía ganas de besarte, es todo —bromeo y ríe de nuevo.

—Ya quisiera que siempre te den esas ganas de besarme, yo no me quejaría —me da otro beso—. Me gusta besarte.

—¿Sabes que es lo malo de todo esto?

—¿El qué?

—Que mañana problablemente no recordarás nada —acaricio su cabello—. Y creo que estaría mejor así.

—¿Por qué lo dices?

—Porque esto —nos señalo a los dos— se arruinaría. Nada volvería a ser igual —lo miro.

—Concéntrate en el ahora, no en el mañana, ¿si? —me toma de las manos— No estoy seguro de que pasará mañana o qué pasará con nosotros, solo sé que este es el mejor día de mi vida. Solo... dejemos que pase lo que tenga que pasar.

—¿Lo que tenga que pasar?

—Lo que tenga que pasar —afirma—. ¿Me dejas besarte otra vez? —acaricia mi labio inferior con su pulgar.

—No tienes que pedírmelo dos veces —sonrío y vuelve a besarme.

Este chico me tenía loca desde hace tiempo, y ahora que lo tengo, no lo dejaré ir.

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