11. Juego

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—Oye —Joe chasquea los dedos delante de mí y volteo a mirarlo—, deja de mirarla así.

—¿Así cómo?

Pone los ojos en blanco.

—Como si quisieras lanzarte encima de ella.

Eso es lo que quiero hacer.

—Eso no es cierto —miento.

—Miéntele a todo el mundo, menos a mí, hermanito —termina su trago de su sorbo—. Iré a ver si Jhana está por aquí —se levanta y se va, perdiéndose entre el montón de gente que hay en la fiesta.

Centro mi mirada nuevamente sobre ella, que sigue moviendo las caderas al ritmo de la música. Se ve tan hermosa y sexi con ese vestido negro entallado, acentuando sus curvas, y su cabello castaño ondulado cayendo por su espalda. Sus manos se pasean por su cuerpo con los ojos cerrados y juega con su cabello.

Mierda, debo dejar de mirarla.

Agarro el vaso y cuando está a medio camino de llegar a mi boca, siento su mirada sobre mí. Ella sonríe coqueta y sigue bailando, pero está vez con más ganas, bailando más sensual, como si estuviera bailando para mí. La miro mientras doy un sorbo a mi trago. Cuando se da la vuelta es cuando me pongo de pie, caminando hacia ella.

Estoy a pasos de llegar a ella y el aroma de su perfume llega como una oleada. Sigue bailando, sin saber que estoy detrás. Entonces poso mis manos en sus caderas, acercándola a mí. Su rostro se voltea hacia un costado y alza la cabeza, mirándome de lado. Una de sus manos se alza para tocarme la mejilla mientras su mirada se centra en mis labios. Sin embargo, empieza a balancear sus caderas mientras se aprieta más sobre mí, restregándose justo en el lugar que reclama más de su cercanía y que más tiene ganas de ella. 

Joder.

—¿Te gusta? —su tono es inocente, nada en comparación de lo que hace ahora.

—¿A qué estás jugando? —la provoco paseando mis manos desde el hueso de la cadera hasta las costillas, sintiéndola estremecerse.

—Tú siempre empiezas. Ya era mi turno en el juego, ¿no lo crees? —se voltea quedando frente a mí. Su pecho pegado al mío, sintiendo como sube y baja con cada respiración que da.

La agarro de la nuca y la atraigo bruscamente, besándola. Ella se apoya en mis hombros poniéndose de puntillas y paseando sus manos por mi cabello, respondiendo el beso con la misma intensidad.

—¿Quieres terminar la partida? —pregunta sobre mis labios, tocando mi pecho.

—Ahora —muerdo juguetonamente su labio inferior.

Ella sonríe triunfante y cuando creo que va a volver a besarme... se aleja.

Pero ¿qué...?

—Tranquilo, el mar de hormonas se calmará con un baño de agua fría —me da un guiño, una sonrisita burlona y camina lejos de mi, toda digna. Mientras me quedo jadeando, como un completo idiota, mirándola con una sonrisa impresionada en los labios.

Oh, nena, espera a que sea mi turno de jugar.

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