Quince (Final)

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Aaron


Ya habíamos acordado como sería cada punto de nuestra entrada. Era un plan trazado finamente, que no debía tener ningún cabo suelto.

Lamentablemente, debimos involucrar un llamado al resto de los Olímpicos.

Elena atentó contra una compañera, una hija y una parte muy importante del olimpo. Al atacar a Perséfone, puso en jaque a todos los cielos.

La madre de la diosa de la primavera, estaba trinando. Desde que se enteró que su pequeña, estaba siendo secuestrada por la perra loca, había mandado una cacería en donde no le importaba quien tuviera que caer.

Si Alex estaba furioso, Deméter estaba en modo asesina.

Deméter siempre fue dulce, cauta y bastante benevolente. Salvo que tocaran a su hija, ahí finaliza lo que yo llamo, el periodo flores rosas.

— William ya mandó a llamar a todos.

La voz de Izan me atrajo nuevamente a la realidad. Ambos estábamos adentrándonos por las puertas laterales. Izan estaba con una espada dorada, de sus épocas espartanas deducía. Apreté el mango de mi daga de oro. No tenía ni un solo reparo en usarla, es más, casi que deseaba enterrarla en el pecho de Elena.

— Esto va a ponerse muy feo si llega la reina.

Izan hizo una mueca con los labios, marcando el disgusto que le ocasiona hablar de Hera.

— Ella no va a perdonar esto. — Murmuró mirando a los costado de un pasillo deshabitado — Por muy caprichosa que sea, tiene al menos a cinco dioses mordiendo el trasero para castigarla.

— ¿Cinco?

— Voy a apelar contra Elena si se hace un juicio, que es lo más probable.

Realmente no esperaba oír eso. Todos sabíamos que Izan estaba enamorado de Elena, desde los tiempos en que solo eran Ares y Afrodita. Ella nunca le pudo dar el amor y la fidelidad que el bárbaro solicitaba, al igual que el compromiso que pedía. Ares siempre deseo querer ser el esposo de ella, pero su madre realizó una jugada espantosa, rompiendo el corazón de muchos en el camino.

Creo que desde ese punto, todo comenzó a irse a la mierda, y que Izan dijera que iba a ir contra su eterno amor, era simplemente asombroso.

Cruzamos un pasillo sigilosamente, estábamos a unos metros de lo que sería la sala central de la fábrica, y donde creíamos que podría estar el punto del caos.

— ¿Qué te hizo reflexionar de esa manera? — Le pregunté mientras observaba el perímetro despejado y seguimos avanzando

— Tu. — Lo mire deteniéndome — Me dijiste algo sobre Elise, y creo que tienes razón. Tu la amabas, yo solo estaba estaba apasionado, ya sabes, lo habitual después de una buena batalla.

Bufe entendiendo. Después de cada contienda, este era el dios que más hijos concebía. Se dejaba llevar mucho por los placeres mundanos, y no media ni una sola consecuencia.

— Elena me pidió una disculpas sin sentido sobre la muerte de ella y mi hijo en su vientre. — Murmuró apenado con voz ronca — Pero realmente nunca se arrepintió. Ella siguió teniendo múltiples amantes, y yo solo podía observar desde lejos. Esto debe acabar, y pasó muchísimo tiempo para que pudiera ver que Afrodita no tiene ni un solo límite.

Asentí, cada maldita cosa que decía era verdad.

Estábamos a unos pocos pasos de una puerta, que nos enviara a un pasillo con conexión directa con la sala donde estaban los rehenes.

Una deuda con Zeus (+16)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora