Nunca he sabido que hacer

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Mafumafu estaba acostado e inmerso en un libro que le gustaba mucho, La Isla Misteriosa. No estaba seguro de por qué le gustaba tanto, pero desde que en una ocasión Reol lo había obligado a leerlo, se había vuelto adicto a él.
Sintió como el espacio en la cama a su lado se hundía y sonrió sin despegar la vista del libro.
— ¿Qué estás leyendo? — el aliento de Soraru hizo cosquillas en su oído.  Habían pasado dos meses desde que su relación empezó, sin encontrar mayores dificultades. El papá de Mafumafu había estado ausente todo este tiempo, en un viaje de negocios que parecía eterno. No es que hubiera quejas al respecto.

Mafumafu volteó la cabeza y sonrió aún más al ver qué el rostro del pelinegro estaba a solo unos centímetros de distancia. La verdad, se veía muy gracioso desde ese ángulo. Siguiendo un impulso repentino, le dió un besito en la mejilla y volvió la vista al libro.

— Se llama La Isla Misteriosa. Es un clásico, seguro lo conoces.

— La verdad es que no. He oído de él, pero nunca lo he leído ¿Es de Julio Verne?

Mafumafu volteó a verlo otra vez, pero con sorpresa.

— Si, y es una obra maestra. Te lo voy a prestar, y tú lo vas a leer — Dijo con decisión

— Está bien, me lo llevo cuando regrese a casa — rió Soraru.

Mafu lo miró felizmente. Recordaba cuando el mero hecho de tenerlo tan cerca habría hecho que su corazón latiera como loco,  que el tartamudeara y tratara de poner alguna distancia entre ellos. Su corazón seguía reaccionando de la misma manera, pero se sentía cómodo  y podía disfrutar de la compañía de Soraru sin tener un ataque de nervios. Sabía que Soraru notaba el cambio también, y que esto lo hacia feliz.

— Muy bien — Mafu cerró el libro y se incorporó, sentándose en la cama. — Ahora cuéntame ¿Qué tal te fue en esa entrevista de trabajo?

— Lo conseguí — dijo Soraru, sonriendo, y se sentó el también. — Parece que al jefe le agradó mi variado currículum. Soy como Barbie — bromeó — he hecho de todo, y eso parece ser perfecto para un asistente personal. Empiezo el lunes.

— Que bueno que lo conseguiste, has estado preocupándote exageradamente por eso.

— No creo que haya sido exagerado, tener un trabajo es importante... — susurró Soraru, para luego bajar la mirada, incómodo.

"Bien hecho Mafumafu, arruinando todo como siempre" se reprendió a si mismo el albino.

***
Últimamente, el que Mafu nunca había tenido la necesidad de trabajar, o había pasado hambre jamás, empezaba a notarse. En detalles mínimos o comentarios inconscientes, pero Soraru siempre los notaba, y le pesaban mucho. Quizá les daba demasiada importancia, pero le recordaba el como realmente se conocieron. El era el mesero con una fuerza fuera de lo normal que alguien había encontrado en un restaurante, al que le habían ofrecido pagar una gran suma por cuidar del hijo de un millonario. El mesero que desesperado por más dinero para cuidar de si mismo y su abuela, había aceptado el trabajo, a pesar de que eso incluía ponerse en peligro y recibir órdenes. El amo y el sirviente. Eso eran al final, y algunas veces Soraru se preguntaba si no había cruzado una línea que no debía cruzarse al enamorarse de él.

— Lo siento Soraru — dijo Mafu, con la mirada baja — Claro que es importante. He dicho una tontería.

— No te preocupes, el punto es que he conseguido el trabajo y se me fue un peso de encima — Incluso con esas dudas que a veces lo asaltaban, Soraru al final no se arrepentía de nada. Tomó la mano de Mafumafu y siguió con el índice las líneas de la palma. — y ahora he podido venir a verte. Estoy muy feliz — Y lo decía sinceramente. En realidad, de no ser por qué extrañaba a su abuela, esos dos meses podrian haber sido los más felices de su vida.

guardaespaldas (soramafu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora