Capítulo 2

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Ya estaba terminando mi cuarto trago y veía el club repleto de gente. Me encantaba el lugar pues siempre había buen ambiente, excelente música y una enorme pista de baile. Another one bites the dust inundó el lugar y chille mirando a Dylan. El chico, riendo, tomó de golpe el restante de su bebida y me llevó de la mano hasta la pista.

Empecé a mover mi cuerpo de manera provocativa y cantaba de manera exagerada mientras él me tomaba de la cintura con confianza.

-Deacon hizo esta canción para ti, Nena. Hazlo sentir orgulloso -me susurró al oído juguetón y ambos reímos.

Gustav

Cuando al fin reaccioné, ya se había ido. Definitivamente esa mujer me hechizaba por momentos. Tomé mi teléfono para pedir que la siguieran y terminé de cambiarme.

Yo había tenido un día bastante complicado lleno de reuniones y entrevistas, así que mis planes eran irme directo al hotel donde me estaba quedando para intentar descansar, pero al enterarme de que la chica no se había ido a su casa, sino que de hecho, había ido a un puto club, de repente, ya no estaba tan cansado.

Así que aquí estaba yo, en unos de los VIP en el segundo piso, viendo todos sus movimientos y la manera provocativa en que bailaba y le sonría al idiota con el que estaba.

¿Qué demonios hacía yo siguiéndola?

Mi humor empezó a mejorar cuando escuché una de mis canciones favoritas de Queen, la cual al parecer, no solo era de mi agrado, ya que vi a la pareja que acosaba yendo hacia pista.

Ella le pegaba el culo en la entrepierna como si lo castigará y él obviamente lo disfrutaba.

Tome a unas de las chicas que se paseaban frente a mi como si estuvieran en una pasarela y la lleve a la pista poniéndome frente a ellos, me miró algo sorprendida y yo sonreí cuando me di cuenta que había conseguido lo que quería.

Siguió bailando, pero ahora me miraba como si estuviera poseída, lamiendo y mordiendo su labio inferior. Yo le sostenía la mirada mientras ella  jugaba con su pelo y se movía con confianza. El idiota sostuvo su cintura y se acercó a su oído para decirle algo que obviamente no pude escuchar, a lo que ella sonrió sin apartar sus hermosos ojos de mi.

Seguimos así hasta que la canción acabó y el chico la tomó de las manos sacándola de mi campo de visión en un segundo aprovechándose de la multitud de personas en el lugar y no los volví a ver. Por alguna razón que desconocía, en toda la noche no pude sacarla de mi cabeza.

Mi alarma sonó más temprano de lo que me gustaría  y con pereza me levanté de la cama. Como de costumbre, estuve de reunión en reunión y lo único que mejoraba un poco mi ánimo era recordar al par de ojos bicolor que anoche me miraban con deseo.

Estaba agotado y de malhumor en mi último compromiso del día, esperando a la directora de una academia de arte que me recomendaron.

-Señor Russo, perdón por hacerlo esperar. Estaba resolviendo algo con unas de las profesoras -una mujer elegante de unos cuarenta y tantos extendió su mano hacia mi. Me levanté y tomé su mano con mi fingida sonrisa comercial.

-Al contrario, discúlpeme usted por venir sin avisar. No me queda mucho tiempo en América y me recomendaron su academia -me sonrió complacida.

-No es problema, dígame en qué puedo ayudarle -dijo luego de indicarme que me sentara de nuevo.

-Vera, estoy por inaugurar un exclusivo hotel en Florencia, el cual contará con un gran salón de espectáculos donde pretendo se presenten cada noche shows a la altura del servicio que ofrecemos y pues aprovechando que estoy de viaje por aquí y que quiero diversidad en mi personal, he estado visitando distintas academias e institutos buscando posibles opciones de bailarines, cantantes y coreógrafos.

Señora PalumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora