Capítulo 12

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No lo vi tan claramente esa noche, sin embargo, lo reconocí de inmediato. Frente a mi se encontraba el patrocinador del bar que hace tan solo unas semanas me había invitado el montón de champaña.

Me sonrió con confianza al ver mi cara de sorpresa y justo cuando abrió la boca para decirme algo, empecé a sentir como la ensalada que me había comido iba subiendo por mi garganta y corrí al baño. Al salir, lo vi sentado cómodamente en uno de los sofás de la habitación.

-Las personas suelen tener diferentes reacciones al verme, pero nunca esa, muchas felicidades -rodeé los ojos.

-¿Qué haces aquí? -busqué una botella de agua y tome-. ¿Cómo me encontraste?

-Primero dejame y me presento, creo que si te digo mi nombre todas esas preguntas se esfumaran -enarque una ceja. Hoy no estaba para juegos o coqueteos-. Me llamo Giancarlo Palumbo -estiró su mano y yo me tense un poco-. Hermano de Gustav.

Nerviosa, lo mire de arriba abajo tratando de encontrar alguna similitud entre ellos pero mi búsqueda no arrojó ningún resultado. Giancarlo era rubio, con el pelo un poco más largo que Gustav, ojos verde oliva y una barba muy tupida perfectamente arreglada. Le llevaba unos cuantos centímetros a su supuesto hermano y su aspecto era más maduro y de chico malo. No tenía más de treinta.

-¿Tus matones no te avisaron que ya no soy la chica que está de moda? -tomé su mano con cautela, aunque por alguna razón ahora que lo tenía enfrente no le temía tanto.

Me miró con una ceja enarcada y luego explotó riendo a carcajadas. Cuando logró calmarse me indicó con la mano que me sentara.

-Estoy bien así.

-Se que hoy tienes mucho lío, así que iré al grano -suspiró-. Primero que nada, no quiero hacerles daño ni a ti ni al idiota de Gustav, si fuera ese el caso puedes estar segura que ya estuvieran muertos.

-Que mal comienzo -gruñi-. No eres bueno haciendo amigos ¿cierto? -me miró mal y continuo.

-Al parecer alguien intenta deshacerse de tu amado y quiere que yo haga el trabajo sucio -lo mire confundida y no puede evitar sentirme preocupada por Gustav.

-Veras, a mi tambien me llegaron amenazas que supuestamente provenían de él, pero yo no soy tan ingenuo, así que cuando descarte que no venían de ningún enemigo mío, hice mi tarea y me entere que hay muchas personas que se beneficiarán si muere mi hermanito -sonrió herido y continuó-. Pensar que Gustav si creyó en esas tonterías me hirió bastante e incluso iba dejar que resolviera sus problemas él solo, pero hace unos meses me enviaron unas fotos que demostraban lo fácil que era joderlo, el idiota ni siquiera tenía seguridad -se levantó molesto y visiblemente frustrado.

-Y pues bueno, aunque no compartimos lazos de sangre, él es mi familia, incluso si él no quiere ser parte de ella.

-Espera, espera -estaba abrumada-. ¿No son hermanos de sangre? -negó.

-Mis verdaderos padres trabajaban para el señor Palumbo y murieron cuando yo aún era un bebe, así que tanto él como su esposa me criaron como su primer hijo -lanzó sin tabú.

Acepte la invitación que me habían hecho antes y me senté para digerir un poco toda esa información. Cuando estuve lista le di una señal con la mano para que continuara.

-Saber que andaba por ahí solo y en peligro ni siquiera me dejaba dormir, por eso tuve que preparar un intento de secuestro para que así abriera los ojos y buscara quien lo protegiera. Y en resumen, su seguridad está compuesta literalmente por mis hombres salvando su trasero, cosa que él obviamente desconoce.

Señora PalumboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora