Capítulo 24

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¿Cómo fue exactamente que habíamos terminado en la camioneta de un extraño? ¿Cómo fue que llegamos a esto?

No fue cuando el hombre se detuvo junto a nosotros y nos ofreció subir.

No, fue mucho más atrás, en un momento y lugar determinados que todos desconocíamos.

Si a principio del año me hubieran preguntado si me subiría a la camioneta de un extraño les hubiera dicho que por nada del mundo lo haría.

Si me hubieran preguntado si viajaría a Portland les hubiera dicho que no tenía el dinero, ni el tiempo, ni ganas de viajar ahí.

Si me hubieran dicho que moriría mi hermano, me les hubiera reído en la cara.

Pero después me quedaría pensando en lo que esa persona dijo, en sus palabras, y me cuestionaría a mí misma si de verdad era tanta broma como yo quería que fuera.

Pero el tiempo cambia muy rápidamente, no nos da tiempo suficiente ni de prepararnos, hacer nuestras maletas para lo que se viene, sólo nos azota como un tsunami, destruyendo todo lo que conocíamos solo un segundo atrás.

El tiempo era cruel, injusto y egoísta.

Y ¿por qué hablar en pasado?

Hoy día lo es, y lo será con cada persona habida y por haber, sin otorgarle privilegios a ninguno de ellos.

Pero la marea aún no se había calmado. Seguía yendo y viniendo hasta las orillas, anunciando una próxima embestida.

Dicen, que el que avisa no traiciona.

Y es cierto.

Debíamos prepararnos.

Debíamos, como debimos hacer muchas cosas que no hicimos.

—¿A dónde nos dirigimos exactamente? —preguntó Eva gritando desde afuera.

—Dijo que conocía un lugar en donde podríamos estar a salvo —le dijo Luka.

El hombre había dicho que vivió aquí un tiempo, sin duda debía conocer el lugar.

Miré al niño que había sentado en el asiento del copiloto. En realidad, no se parecían mucho.

—¿Él es tu hijo? —pregunté de pronto, con curiosidad.

—¿Mmm? —me miró confuso, luego al niño unos segundos y otra vez al frente—. No. Es mi sobrino. Era el hijo de mi hermano.

El ambiente entonces se volvió muy denso, podía cortarse con un cuchillo. Se sentía.

—¿Entonces él...? —preguntó Luka indiscretamente.

Yo golpeé su rodilla en forma de reprimenda sin que el hombre lo notara.

—Muchas personas fueron masacradas en todo el mundo. Mi familia no fue la excepción.

—Lamento mucho oír eso —le di mi pésame, algo avergonzada por la pregunta incómoda que Luka le había hecho.

—Sí, señor. Disculpe, yo no quería...

—Está bien, hijo —lo interrumpió él—, entiendo. Yo era igual de impulsivo que tú a tu edad. Tal vez incluso más.

Bien, al menos el ambiente se encontraba menos denso.

—Ya casi llegamos, cuando detenga la camioneta, quiero que todos entren a la casa sin parar ni desviarse por nada en el mundo, ¿entendido?

Todos asentimos.

No me había parado a ver las calles y casas a nuestro alrededor. No parecía que siguiera viviendo alguien aquí, aunque claro, suponiendo que vivieran, para esta hora ya tenían que estar bien ocultos en sus casas, así que imaginaba que estarían dentro de sus casas, tal vez observándonos desde sus ventanas.

La hora más oscura [√]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora