Capítulo 2: ¿Quién Eres Tú?

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«Esto no puede seguir así Giorgia, hemos terminado»

Fueron mis últimas palabras antes de colgar. En mi defensa diré que nunca fue mi intención dejarla por teléfono, pero es extremadamente complicado mantener una conversación de cualquier tipo con ella. Yo me encontraba en Roma mientras que Georgia tenía unos "asuntos pendientes" en París. Sea lo que sea, parece ser más importante que yo, ya que se marchó y no le importó dejarme tirado en el peor momento de toda mi carrera. Sé que probablemente se encuentre llorando; cosa que no me alegra, pero tampoco lamento.

Habíamos quedado para ensayar a las 16:30 pm en el Teatro Principal de Roma. Así que dejé mi habitación como se encontraba, me vestí rápidamente y lo último que se escuchó fue el ligero tintineo de la llaves desvaneciéndose a medida que me alejaba de aquella casa.

— Al fin apareces, llegas 20 minutos tarde tío— espetó Thomas en un tono uniforme, sin embargo estoy seguro de que por dentro le hacía hasta gracia.

—He perdido la fé en que algún día llegues puntual a un ensayo.— A diferencia de Thomas, la sonrisa de Ethan fue visible durante un par de segundos.

— Cuando dejéis de quejaros empezamos —Dejé mis cosas apartadas en un lado, y con el pie sosteniendo la base del micrófono lo ajusté mientras empezaban a sonar los primeros acordes:

"I wanna be the first man you look at tonight
I wanna be stuck in your head and make you go wild
I wanna drive you 'til the morning light and
I wanna leave you alone in the middle of the night"

Estuvimos casi dos horas en el teatro hasta que decidí volver a casa.

—¿Te acompaño? —Vic se acercó ajustando una mochila en su hombro izquierdo mientras yo terminaba de guardar mis cosas.

— No hace falta Vic.

—¿Seguro? — Insistió una vez más.

—Sí, seguro. Estoy cansado, seguramente me duerma un rato al llegar.—Agradezco el gesto de interés por parte de Vic, pero lo que más necesito en este momento es estar solo.

— Está bien, ya sabes que si necesitas cualquier cosa tengo la llaves de tu casa —Sonrió tímidamente y se marchó junto a Ethan y Thomas.

Ni siquiera me acordaba que le di una copia de la llaves a Vic, antes se pasaba todo el día en mi casa, hasta que un día me cansé de estar atento a la puerta y decidí darle la oportunidad de entrar cuando quisiera.
Me subí en el coche discretamente intentando no llamar demasiado la atención y conduje directo al lugar donde probablemente me devoraría la ansiedad esta noche. Aquí en Roma, el cielo se había teñido de un azul intenso, casi negro. Las estrellas se asomaban cautelosas en pequeños grupos, otorgándole al cielo un brillo especial.

Aparqué el BMW en frente de la puerta, y salí con las llaves en la mano directo a la entrada principal. Dejé algunas cosas en el salón y seguí caminando recto por el pasillo, cuando de repente escuché unos sollozos que provenían de mi habitación. La puerta se encontraba entreabierta y a través de ella se podía distinguir un pequeña silueta que yacía desconsolada en mi cama. La muchacha tenía el pelo largo, castaño con reflejos cobrizos y unas ligeras ondas. Vestía con una falda blanca y una blusa verde oliva. Su rostro hasta ahora era desconocido, se encontraba boca abajo balbuceando palabras contra las sábanas. Cabe la posibilidad de que fuera una fanática, hay personas que son capaces de cualquier cosa. Pero ¿Cómo podía haber entrado tan fácilmente?

Me acerqué intentando no hacer el mínimo ruido, lo mejor era que no se diera cuenta de mi presencia. Cuando estuve lo suficientemente cerca, la levanté del lecho de un movimiento fugaz, agarrada de ambas manos. Pegué su cuerpo contra la pared, quedando atrapada entre esta y yo.

Pasaron apenas dos segundos en los que mis ojos impactaron contra los suyos expresando más sentimientos que todos mi versos juntos escritos en forma de canciones. Tenía una mirada inocente, llena de vida. Sin embargo, también veía dolor, o quizá miedo al estar en una situación tan violenta.

—¿Quién eres? — aquella ragazza de mirada pura y rostro angelical se mantuvo inmóvil. Sus labios parecían querer decir algo pero por algún motivo permanecían callados.—Y qué haces en mi casa.

SPEZZACUORI • Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora