Capítulo 3: Evadiendo Sombras

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[Marlena's POV]

Dicen que todas las personas, por algún motivo, tenemos la sensación de ser insignificantes en nuestro interior. Rodeados siempre de grandes expectativas, incesantes ambiciones y en un baile constante con el universo. Siendo crítica, admitiré que existen motivos para apoyar esta creencia; sobretodo si estudias en la facultad Aliguieri. Los alumnos, la gran mayoría, parecen vivir a cámara lenta. Algunos se pasan las clases murmurando entre sí, hablando quizá de otros compañeros o del desfase de aquella última fiesta. Mientras, un par de compañeros parecen estar ausentes de clase, y los de la primera fila atienden atentamente a las explicaciones de Flavio Morelli, catedrático y director del centro.

Me pregunto si ellos también se sentirán insignificantes, o si por el contrario, tienen algún otro concepto interior con el que viven su "maravillosa" vida universitaria.
De pronto, suena el timbre que da por finalizada la jornada para nosotros. Ese irritante sonido que es capaz de perforar el tímpano a cualquiera. Vi cómo la gente se levantaba formando una marea que cruzaba la puerta de clase hasta quedar totalmente fuera de mi alcance visual. Y Bianca, mi mejor amiga, se acercaba a paso firme hasta quedar parada en frente de mí

- Marlena, ¿estás bien? —Apoyó su delicada mano sobre mi hombro y mientras se acomodaba la mochila.

- Sí claro, ¿por qué lo dices?

- Todo el mundo ha salido y tú estas aquí todavía sentada.

- Ah, no... todo bien Bianca. Te veo mañana.

Me sonrió dulcemente y acto seguido me dio un beso en la mejilla; de un segundo para otro desapareció por esa puerta como todos los demás.
Recogí mis cosas dejando sólo un libro garabateado con mi nombre unas quince veces en la portada, que necesitaría para mañana.

- Señorita Collodi —La voz del señor Morelli detuvo mis pasos al instante haciendo detenerme y girar la cabeza donde él estaba sentado mirándome de una forma inexplicablemente desagradable. —Acérquese.

- ¿Hay algún problema? —Me hizo un gesto con la mano para que tomara asiento en frente suya, por lo que tuve que obedecer.

- Sí que lo hay, me faltan dos trabajos de la última evaluación. Sin trabajos no hay aprobado como comprenderá señorita.

- Sí, lo sé, se me estropeó el ordenador y me he retrasado bastante con las tareas, las entregaré lo antes posible.

Flavio Morelli dirigió su mirada a mis piernas cruzadas, subiendo lentamente la vista, analizando todo mi cuerpo hasta llegar a mis ojos. Lanzó una cínica sonrisa y note el tacto de su mano arrastrándose por mis muslos.

- Esos trabajos ya están fuera de fecha, habrá que buscar otro modo para que no repita curso, ¿no cree?

Me levanté del tirón de la silla, totalmente asqueada. No es la primera vez que el director intentaba algo así, pero esta vez no iba a tolerar esto por su parte. Agarré con fuerza el asa de mi mochila y salí dando un portazo que probablamente se escuchara en cada rincón de esta maldita facultad.

Llegué a casa con el corazón en un puño, y con lágrimas de rabia. Estaba furiosa, ¿quién se creía que era? La única forma que tuve de evadirme fue estudiando, y así me pasé toda la tarde.

Ya eran casi las 22:00 cuando vi unos apuntes de Bianca doblados entre las páginas de mi libro de Derecho Civil. Suspiré y me levanté desganada de mi sitio, rumbo a casa de mi amiga.

La noche era gélida para estar a principios de abril, notaba la falta de sangre en mis manos y apenas sentía mis pies. Salí de casa de Bianca con las manos vacías y me dispuse a volver a mi apartamento. El único sonido que se apreciaba era la suela de mis botas al compás. Pero ese compás se tornó doble, además de una sombra dibujada en el asfalto que iba acercándose a mí, poco a poco.

Presa del pánico, ni me molesté en acelerar el paso y salí corriendo entre calles intentando despistar al desconocido. Pero él también hecho a correr y me pisaba los talones. Corrí todo lo que pude hasta que conseguir evadirme de él entrando en una calle un tanto estrecha. Cogí aire y seguí a paso acelerado hasta encontrarme con una casa, la puerta estaba ligeramente entreabierta. No dudé ni un segundo y entré dejando la puerta completamente cerrada. Al fin estaba a salvo...

SPEZZACUORI • Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora