Capítulo 6: El Diablo

334 36 3
                                    

Bianca recorría en círculos imperfectos la habitación, mientras yo me limitaba a mirarla un tanto confusa sentada justo al borde de mi cama. Se echaba las manos a la cabeza, y titubeaba palabras que no era capaz de entender.

-Me estás diciendo... —me apuntó con el dedo índice cómo si me estuviese regañando por cometer alguna travesura.— ¿Que has estado toda la noche en casa de Damiano David?

- Bianca, te juro que ni si quiera sabía que él vivía allí. No me quedó más remedio que entrar.

Eché un vistazo a la chaqueta de cuero que se encontraba estirada a lo largo de la cama. Dudé por un segundo en enseñarle la nota que me dejó escrita Damiano. Pero Bianca seguía buscando mi mirada, algún tipo de explicación por mi parte, y no me quedó otro remedio.

- Cógela —Estiré mi brazo con la chaqueta entre mis dedos y se la pasé a mi amiga— Es de Damiano, me la dejó antes de irme. Hay una nota en el bolsillo derecho.

Bianca me miró incrédula. Sin embargo, procedió de inmediato a rebuscar en el bolsillo la nota que posteriormente leyó para sus adentros.

- Marlena... ¿Vas a volver verdad? — Me miró sonriendo, con el rostro lleno de luz y la ilusión de una niña pequeña.

- No lo sé.

- Por supuesto que lo sabes. Además en el fondo te mueres por volver a verlo.

- Mentirosa —alcancé un cojín y se lo tiré a mi amiga.— Primero necesito averiguar algo.

- Y tiene que ver con el profesor Morelli, ¿verdad?

- Oye, estoy segura de que me estaba siguiendo. Me lleva acosando desde hace semanas, pero ayer intentó sobrepasarse Bianca. Ni siquiera me siento segura aquí.

Y es cierto. Cada noche sentía como si las luces que emergen de la calle fuesen ojos, observándome a cada momento. Y el viento que sopla ruidoso entre los árboles se asemeja a la asquerosa voz del profesor.

- ¿Irás mañana a clase? —Preguntó Bianca.

- Sí, supongo.

- Todo estará bien, te lo prometo. No voy a dejarte sola.

Me fundí en un cálido abrazo con mi amiga.
Me sentía protegida de alguna manera; y todos mis miedos se quedaban estancados en algún lugar lejano de mi mente.

- Me puedo quedar contigo esta noche si quieres.

- No hace falta, estaré bien.

- Como tú digas. —Se acercó a mi mejilla y me dio un pequeño beso, al cual yo le respondí con una sonrisa.

- Hasta mañana Marlena.

Lo último que escuché de Bianca fueron unos ligeros pasos y el golpe de la puerta principal. Y todo se volvió silencioso. Me refiero al entorno, por supuesto, ya que sentía mi mente más ruidosa que nunca. La idea de Morelli me estuvo atormentando durante horas; a la que se sumaba en algún momento puntual la figura de Damiano, como si fuera un ángel oscuro. Lo imaginaba con un cigarrillo entre sus dedos y su pelo largo rozando ligeramente su cara.

«Tengo que dejar de pensar en tonterías» susurré para mí misma. Me acerqué a la ventana para abrirla. Quizá algo de aire fresco me vendría bien para calmarme.

La noche estaba serena, lo cual también me calmaba a mí indirectamente. Observé la calle minuciosamente, todo el mundo parecía estar dormido a estas horas. De pronto, el silencio fue corrompido por un perro, que se encontraba en el jardín de una casa vecina. Ladraba tan fuerte que seguro despertó a más de una persona.
Y fue en aquel momento cuando sentí el frío recorriendo cada milímetro de mi cuerpo. Había alguien, mirándome, justo al lado de aquel perro. Creo que notó el choque de nuestras miradas y sin darme tiempo a reaccionar salió corriendo calle abajo. Sentí pánico y nudo en la garganta que me dificultaba respirar.

No sé si sería capaz de pasar toda la noche aquí, cuando ahí afuera probablamente se encontrara aquel loco espiándome. Volví a mirar por la ventana, pero ya no había absolutamente nada.
Mi cabeza intentaba buscar alguna solución lo más rápido posible.
La casa de Damiano no se encontraba lejos. Solo tengo que correr y estar atenta por si volviera a aparecer aquella sombra. Respiré hondo, bajé las escaleras y me planté frente a la puerta aún cerrada.
«Ahora.» me ordenó mi cabeza. Abrí la puerta y eché a correr lo más rápido que pude. Recorrí más de la mitad del camino sin detenerme, ni mirar alrededor.

Me detuve justo en frente de su casa. Di mis últimos pasos sin aliento y aterrorizada por dentro. Toqué la puerta repetidas veces mientras miraba detrás mía, a la inmensa calle que se encontraba a mis espaldas.
La puerta se abrió bruscamente, y mi cuerpo perdió el equilibrio cayendo en brazos de Damiano; quien rápidamente cerró la puerta de una patada.

- ¿Estás bien? —Me susurró por encima de mi cabeza mientras me abrazaba con fuerza. Tenía el pelo húmedo, y a partir de su abdomen bajo lo cubría una toalla. De su pelo caían gotas frías que recorrían de arriba a abajo todo su cuerpo. Sin embargo, yo sólo podía percibir calidez.

Sus manos tomaron con delicadeza mi rostro. Y la verdad es que me moría de ganas por saber en lo que estuviese pensando. Sus dedos acariciaban mi mejilla y de alguna forma sentí algo parecido a la adrenalina. Cerré mis ojos; y mis labios ahora se encontraban junto a los suyos. Me dejé llevar por el impulso sin pensar en las consecuencias. Quizá mañana me arrepentiría, o quizá no. Pero en ese momento comprendí que el diablo también puede hacerte tocar el cielo.

SPEZZACUORI • Damiano DavidDonde viven las historias. Descúbrelo ahora