Compré un té helado antes de salir del bar, entonces empezó a sonar el móvil. Emilia Gadini.
— ¿Hola?- respondí.
— Lia, cariño tienes que venir a la clínica Santa Marta enseguida, ¿Dónde estabas? Tus padres están aquí con nosotros, en cuanto se enteraron de lo de Bruno.- empezó a sollozar.- Te necesita ahora más que nunca…
— Si, enseguida voy para allá. Tranquila Emilia, todo va a salir bien.- dije aun sin creérmelo. ¿Sabrían ya que había terminado con Bruno?
Cogí un taxi hasta la clínica y cuando llegué, Emilia se tiró a mis brazos sin dejar de llorar, mientras, Marco estaba sentado en la sala de espera. Tenía ojeras y la cara pálida, pero lo que me sorprendió fue la cara de desprecio con la que me miró.
Mis padres estaban sentados bebiendo café, miré las manos de mi madre y temblaban mientras soplaba el café, y al ver el rostro de preocupación de mi padre lo entendí todo. Querían que me casara con Bruno porque así se librarían de mí y además podrían aprovecharse de las circunstancias.
— Hola, lo siento. No vi las llamadas, después de lo de anoche, me quedé a dormir donde una amiga…- mentí. Entonces Marco me miró irónico.
— ¿A si?, creí que ibas a llamar a nuestro chófer, sin embargo nunca recibió una llamada tuya, y tu teléfono no estaba apagado. Dime Júlia, ¿Dónde estabas realmente?- palidecí ante tal acusación, él lo sabía. Seguramente después de que me marchase contrató a alguien para que me siguiera, debí haberlo sabido…
— Estaba donde una amiga, ya te lo dije.- me limité a contestar secamente.
— Marco no sé porque le hablas así a la pobre, ella también debe estar sufriendo, oh siéntate te traeré un café, o algo… en tu estado no es bueno que estés con esta preocupación…
— De hecho querida creo que Júlia está muy relajada, espero que hayas descansado bien.- Entonces me fijé en que mis padres lo miraban como si no entendieran de qué estaba hablando, sin embargo Emilia ajena a toda preocupación que no fuese su hijo, se marchó a la cafetería.
— ¿Qué estas insinuando Marco?- preguntó mi padre.- No me gusta el modo en que estás tratando a Lia.
— Solo digo la verdad.- alzó la voz Marco.- Según mis fuentes, Lia no pasó la noche en casa de ninguna amiga. De hecho me llamaron esta mañana para decirme que la vieron muy tarde de la noche entrando a un edificio del centro.- dijo acusador.
No sabía dónde meterme, nunca se me dio muy bien mentir y tan atrapada como estaba en ese momento, además de la sorpresa de que mi padre saliese a defender mi honor, oh Dioses, ya era tarde papá…
— Mi amiga Cecilia, vive en el centro.- dije muy segura, pues recordé que aunque hacía años que no iba a su casa, solía vivir cerca de donde estaba el departamento de Stefano.
— ¿Cecilia?- preguntó mi madre. Ella al parecer si recordaba que hacía años no veía a Cecilia.
— Si, anoche necesitaba donde dormir y me la encontré en aquella cafetería donde hacen un chocolate tan bueno.
— Ah sí.- dijo mi madre, al parecer mi coartada tenía sentido.- Esa donde te encanta zamparte todos los churros que hay en el mostrador.- Una de cal y otra de arena, así era mi madre.
— Si mamá. Aquella misma.
— Perdóname Lia.- dijo Marco, al parecer también había creído mi mentira.- Me molestó mucho saber que mi hijo y tu habíais terminado por lo de anoche.- Se escuchó a mi madre respirar fuertemente hacia adentro.- Tuvimos que leer los mensajes que envió anoche y bueno, después que me dijesen que no ibas a tu casa, solo se me ocurrió pensar que te habías ido con algún amigo, no tengo escusa…
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Durará tanto como lo cuides y lo cuidarás tanto como lo quieras.
De TodoÉl no era el hombre perfecto. Aunque lo parecía. Ella no era la chica perfecta, y a su lado, se notaba aún más. Tenía celulitis en las piernas, su cabello no se veía bien a menos que lo alisara. Ella amaba comer, y él hacerlo para ella. Encajaban de...