Capítulo XIX

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—¿Pero no te gustaría que pasara?

Abro los ojos con sorpresa y se me vienen a la mente los recuerdos de aquella noche. Me veo a mí mismo, apoyado en el rincón de la sala, con lágrimas adornando mis mejillas y con los ojos clavados en la dramática escena. Sacudo la cabeza y me cruzo de brazos.

—Él ya tiene a alguien, Vale —musito. —Emilio ya... no me necesita.

Vale se levanta de la silla y se acerca a mí. Su mirada brilla con vigor y una sonrisa triste pasa por sus labios. Apoya una mano en mi hombro y suspira.

—¿Tú crees que él no te necesita, Joaco? —susurra. —Emi a la persona que más necesita es a ti. Aunque no lo creas, lo haces feliz. Quizás ahora no lo demuestre en estos momentos que está ciego porque le ha gustado una chica por su apariencia...

Desde esa frase, sólo observo como Vale mueve los labios, pero es como si hubiera perdido la capacidad de oír. Ahogo un sollozo y me tapo la boca con la mano, sintiendo como un río se acumula en mis ojos y desciende por mis mejillas. Intento agudizar mi oído y poder escuchar lo que está diciendo, pero el asombro se desliza por mis venas y lo único que quiero es ir a abrazar a Emilio.

—Por favor, hazlo volver a ser él —dice ella.

Asiento con la cabeza y giro la manilla de la puerta de la cocina. Mi mente se centra en subir aquellas escaleras, entrar a su alcoba y poder arreglar las cosas con él. Es lo que más deseo. A pesar de que quedemos como amigos que éramos, ¡no me interesa! Quiero volver a estar como antes.

Con seguridad dejo atrás los escalones y coloco un pie en el segundo piso. Me dirijo hacia su habitación, que la puerta está cerrada. Trago saliva y descanso una mano sobre la manilla. Cuando estoy a punto de girarla, siento que otra persona la gira desde el otro lado de la puerta, provocando que mi mano suelte la cerradura y que se gire con mucha más fuerza. Tropiezo sin querer, haciendo que otro cuerpo caiga sobre mí.

—Auch —me quejo. Levanto la mirada y me topo con los ojos que tanto amo. Él me mira con confusión y burlón a la vez. Se para del suelo y extiende su mano hacia mí. La tomo y siento como todo mi cuerpo se llena de cargas eléctricas.

—¿Y tú, bonito? ¿Qué haces aquí?

Estoy desorientado, con la mano aún tomada con la de él. No puedo despegar mi vista de él, de su rostro somnoliento, su cabello desordenado, de su preciosa sonrisa.

—Eh... iba al baño —miento. ¿Qué le podía decir? "Hey Emilio, quería arreglar las cosas contigo, ¿Podemos volver a ser como antes? Sí, es tan fácil, ¿Me extrañaste? Yo igual, te extrañé demasiado, ¿Te puedo decir una cosa? Me gustas, ¿Podrías dejar a Azul por mí? ¡Sabía que dirías que sí! Sí, claro que quiero ser tu novio".

Fue mala idea tomarme ese café cargado antes de venir aquí.

—Sé que no es eso, Joaco.

¡Mierda! ¿Qué hago?

—Quiero... hablar contigo —suelto. Emilio baja la cabeza y asiente levemente. Abre completamente la puerta de su cuarto y con un movimiento de cabeza entiendo que también quiere hablar. Eso me calma un poco y entro a la habitación. El cubrecama está un poco arrugado, el libro que tenemos que leer para clases está abierto sobre la cama. Sus zapatillas están desparramadas en la alfombra y la ventana está abierta de par en par, haciendo que el viento congelado inunde la habitación.

—Ven —susurra tomándome de la mano. Me sorprendo cuando su cuerpo está afuera de la ventana. Su mirada me dice que no me pasará nada, así que lo sigo. Con torpeza coloco un pie en el resistente suelo de madera que hay afuera. Emilio trepa la pequeña escalera que estaba pegada a la pared para poder subir al tejado. Lo imito y me siento a su lado.

Abrazos Gratis || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora