Abro los ojos tanto que es como si se me fueran a salir de órbita. Emilio esboza una pequeña sonrisa y pasa lo que tenía que pasar. Los mejores amigos siempre terminan besándose en algún momento.
Al sentir sus labios chocando con los míos siento como mariposas vuelan y se esparcen en cada centímetro de mi cuerpo. Luego, su mano se desliza por mi cintura hasta mi nuca y en un leve movimiento, mi boca encaja en la suya perfectamente. Yo estoy inmóvil, con los nervios en mi cabeza hablando a gritos, que están animándome a hacer algo. Pero ahora no me puedo controlar. Tengo al chico que me gusta encima de mí, con su mano dando roces en mi cuello, con sus labios moviéndose contra los míos.
Cuando todo se me sale de control, estoy yo encima de él. Tiene sus manos alrededor de mi cintura, yo con las manos enredadas en su cabello. El calor me inunda las mejillas al darme cuenta de lo que estoy haciendo.
La mano de Emilio se introduce lentamente debajo de mi jersey. Me quema la piel su toque, como su dedo índice emite pequeños círculos en la parte media de mi espalda. Me pone en un lío tremendo escuchar como nuestros labios se juntan, luego toman una gran cantidad de aire, para luego volver a unirse entre sí. En como su lengua de poco a poco se sumerge en mi cavidad bucal y se entrelaza con la mía a ratos. Después, del paso del juego de lenguas al de dientes, al darme pequeños mordiscos en el labio inferior, que provoquen que mis labios duelan, pero no es un dolor de sufrimiento, sino un dolor placentero.
Mientras comenzamos a levantarnos de la cama (no tengo ni la mayor idea de porqué hicimos eso), Emilio me acorrala a la pared. Yo tengo que colocar todo mi peso en las puntas de mis zapatillas, porque Emilio es demasiado alto para mí. Lo tomo de la nuca y de poco a poco llevo su boca para que se funda contra la mía. Suelto una risita al sentir en como sus labios se desconectan un poco de los míos y deposita húmedos besos en la parte de mi mandíbula, pasando por la parte del cuello, la clavícula y abajo de la oreja derecha. Cierro los ojos ante la sensación.
Nos separamos. Levanto la mirada y me hundo en sus ojos. Están más brillosos que nunca. Su respiración está agitada, tiene el cabello desordenado y revuelto, los labios hinchados y rojísimos y la ropa desarreglada. Me observa con una oscura y profunda mirada, entiendo el mensaje.
Necesita más.
Acuno su rostro en mis manos y acaricio su mejilla. Él toma mis manos y las entrelaza con las de él. Su boca presiona contra mi frente, dejando un camino por mi nariz, hasta llegar a mi boca y volver a besarnos.
—¿Qué me estás haciendo, Joaco? —susurra entre besos.
No le respondo. No sé en qué sentido está usando esa pregunta. Además, no lo sé. No tengo ni la más mínima idea de que está causando en mí, también.
Sus dientes aprietan suavemente mi labio inferior, y puedo sentir como cada vez aumenta la fuerza. Lo miro a los ojos, ahora sin miedo. Sin vergüenza.
—¿Qué nos está pasando, Emi? —le pregunto. Él libera mi labio y se humedece los de él. Hago lo mismo en un acto involuntario, como si quisiera saborear una y otra vez el gusto de su boca.
—Esta amistad ya escondía demasiadas cosas, querido Joaco —susurra rozando mi boca con la de él. —Que ya era el tiempo de ser confesadas.
¿Sabe que le gusto? No entiendo. Debería... no, mejor no. Joaquín, no pienses. Deja que las cosas fluyan.
—¿Cómo un tipo de secreto? —digo acariciando los cabellos que crecen en la parte de atrás de su cuello. —¿Qué secreto, Emi?
Él sonríe y no puedo evitar que mis mejillas se tiñan de fuertes tonos de rojo.
—No importa —musita y me levanta el mentón. —Bésame otra vez.
Curvo las comisuras de mis labios y junto su boca con la mía, atrayendo su mentón. Ahora el beso es suave, lento, sin apuros ni complicaciones. Siento como todo el cariño que le tengo lo estuviera transmitiendo por el delicado sonido de nuestros labios al chocar entre sí. Ojalá así le pudiera decir lo que siento por él. Su mano se sitúa en mi mejilla, dando pequeños roces que me ponen la piel erizada. Le acaricio la nuca, enredando mis dedos en su sedoso cabello, liándolo en mis manos, intentando acercarlo más a mí. Lo necesito, lo necesito tanto. Lo más cerca que pueda estar de mí. No quiero que ninguna partícula de oxígeno nos separe.
Mi cuerpo se tensa al escuchar unos nudillos golpeando la puerta. Me separo de Emilio y me quedo mirando sus ojos por unos segundos, donde el deseo y la ansiedad habitan todavía, haciendo que sus pupilas estén dilatadas, ennegrecidas y más grandes de lo normal. Suelto una risa ligera al verlo ordenarse el cabello mientras camina para abrir la puerta, se acomoda la ropa y se muerde el labio, que está hinchado y con una evidencia absoluta de haber estado besándonos.
Reacciono al oír el rechinido que produce la puerta al deslizarse hacia dentro. A la velocidad de la luz me ato el cabello en un chonguito y me saco el chaleco que ando trayendo, que está todo arrugado. Me siento en la cama y pretendo que estoy haciendo lo más normal del mundo: balanceando mis pies de un lado a otro.
—Mira quién está aquí, Joaco.
Volteo y veo a la niñita más bonita del mundo. Sonrío al ver su cuerpo envuelto en un vestidito rosa, su cabello liso peinado en una trenza y sus piernas escondidas por unas medias blancas con zapatos de charol. Tiene una bandeja en sus manos, que tiene dos vasos de helado de frambuesa.
—Sabi... te ves preciosa. ¿A dónde irás linda? —le pregunto a la pequeña sentándola en mi regazo. Ella se sonroja y deja la bandeja encima de la cama.
—Tengo que ir al cumpleaños de una amiga... con mamá —me responde. —Mamá me ha dicho que les traiga helado, pues como no estará ni ella, ni Kiko, ni yo... que coman algo —suelta una carcajada, yo la bajo de mis piernas y se arregla la falda. —Los quiero a ambos.
—Nosotros también —respondemos los dos al unísono. Fijo mi mirada en Emilio y él me mira con una sonrisa radiante, seductora y expresiva. Miro hacia otro lado.
Tomo mi envase de helado y agarro la cuchara, hundiéndola en el postre congelado. Me echo una porción a la boca, ignorando los ojos de Emilio que están pegados en mis movimientos. Estoy nervioso, por lo que tiemblo un poco; la mezcla del helado más Emilio Benson no es una buena combinación. Como otra más, pero en esta ocasión siento el dedo índice de Emi resbalándose por el hueso de mi mandíbula, levantando sutilmente mi mentón.
Tengo su boca a centímetros de la mía. Aún está algo hinchada y rojiza, por lo que me hace desearla más. Cuando se está acercando más, cierro los ojos y estiro mis labios, esperando con anhelo encontrarme con los de él. Pero extrañamente no siento sus cálidos labios cerca de mí. Abro los ojos y está a una corta distancia, pero no lo suficiente para poder besarlo. Sonríe burlón y mis mejillas se tiñen de todos los colores del arcoíris. Nuevamente, su pulgar patina por mis pómulos, para llegar a mi labio inferior y acariciarlo. Siento frío, no siento los labios, el helado no ayudó mucho.
Sin esperarlo, sus labios vuelven a unirse con los míos en un beso apasionado. Mi boca se resbala con la suya, tomando su labio superior, succionándolo, mordiéndolo. Para profundizar más el roce de nuestras bocas, él me toma de la nuca y me atrae más a su cuerpo.
—Mmm... frambuesa —gime con una voz candente que me pone la piel de gallina. Por lo que me descontrola, todas mis hormonas se acumulan en un sólo lugar y me obligan a tumbarme sobre la cama, con el cuerpo de Emilio sobre mí.
° ————— ✿ ————— °
¡¡AL FIN!! AAAAAAAAAHHHHHHHHHHH
Comenten una estrofa de la canción ''labios de miel'' aquí, por favor.
¿Creen que pasará algo más o no? 😏
La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡
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Abrazos Gratis || Emiliaco
FanficCreo que tuve razón desde el primer momento que mi mamá dijo que nos viniéramos a vivir aquí. Aunque no pensé que mis días grises se volverían de color, al llegar un chico inesperado a mi vida, al cual solo conocí con un solo "abrazo gratis". Un ab...