Son las seis de la tarde y yo todavía no estoy en mi casa. Estoy caminando con el brazo de Emi sobre mis hombros. Él ríe mientras yo le cuento una anécdota de mi infancia. Su risa contagiosa provoca que ría con él. Vamos en dirección a Brush Street, cerca del metro, para poder conocer las juntas a las que él va. Me dice que hay mucha gente y que nadie te hace daño. Cuatro días a la semana se reúnen en diferentes estaciones para pasar un buen rato. Todos comparten y a veces van a un parque cercano y hacen una pequeña fogata. Para mí suena interesante. Pero estoy nervioso, nunca en mi vida he ido a esas cosas. No soy muy abierto para los demás. Y estar en un lugar lleno de gente desconocida, me pone la piel de gallina.
Caminamos por Gratiot Avenue y doblamos a la derecha. Ya escucho muchas voces intercambiando palabras. Me apego más a Emi y él sonríe, dándome un beso en la frente. Reconozco al chico que le habló a Emi el otro día, Diego creo que se llamaba... él se acerca a nosotros y choca sus manos contra las de mi acompañante. Me mira y me sonríe, me da un beso en la mejilla y se presenta ante mí. Le digo mi nombre en voz baja, con la timidez y el nerviosismo comiéndome la garganta. Él suelta una carcajada y me dice que aquí se me quitará toda la vergüenza.
Le regalo una sonrisa y Diego se coloca a mi lado y junto con Emilio caminamos los cuantos metros que nos separan del gran círculo de gente que está sentada al lado de la estación.
—¡Atención, chicos! —exclama Diego. Todos voltean y esperan atentos a lo que Diego va a decir. —Tenemos un nuevo integrante en nuestro grupo. Ya saben lo que hay que hacer.
Bajo la mirada lleno de cobardía. Escucho como todos se paran y se acercan a mí. Calculo unas treinta personas. Se colocan frente de mí y en un rayo de luz todos están con sus brazos abrazándome delicadamente. Veo a Emi detrás de todos y me dedica una sonrisa. Me dejo llevar por la hermosa sensación que estoy sintiendo.
Se separan y me sonríen. Algunos se presentan y me dicen sus nombres, Paola, Mauricio, Emmanuel, Alejandra, etc. Les devuelvo la sonrisa y les digo mi nombre, luego todos vuelven a sus puestos. Me siento entre Emilio y Diego. Emi en un movimiento brusco, obviamente no lo hace con intención, choca con mi hombro y hago una mueca de dolor. Cierro los ojos con fuerza y ahogo todas las malas palabras que están por salir de mi boca. Aprieto la boca y me sobo el brazo.
—¿Qué sucede? —me pregunta con tono preocupado.
No le respondo. El dolor me consume y no me deja articular palabra. Niego con la cabeza, tratando de darle una señal de que no puedo hablar en esos momentos. Él no me hace caso y me toma la cara.
—Joaco, bonito, ¿Qué pasa? —dice él.
Inhalo una gran cantidad de aire y luego la boto varias veces. Cada segundo que pasa el dolor va disminuyendo y mi respiración vuelve a ser normal.
—Sin querer me pegaste en el hombro, tengo un moretón ahí —le digo en un hilo de voz. Él me mira serio y lentamente se me acerca más y me baja la manga del chaleco. Abre los ojos como platos al ver el resultado del golpe que me dieron en la cafetería. Se lame los labios, nervioso, y deposita un beso en el inicio del hematoma.
—Lo siento —murmura él.
Asiento con la cabeza y le acaricio el cabello que se posa en su nuca. Suelto una risa al verlo cerrar los ojos, disfrutando de mi roce contra su cabellera. Observo al grupo, agradezco al ver que nadie se dio cuenta de lo que acaba de pasar. Están conversando entre sí, todos felices, olvidándose de las malas cosas que pasaron en el día. Sonrío al sentir los brazos de Emi envolviendo mi torso y apoyando su cabeza en mi hombro, mientras volteamos a ver a Diego que está por decir algo.
—Bueno, como todos saben, cuando hay alguien nuevo, aquella persona tiene que decir la razón porque está aquí —dice mientras me mira. —Y no me digas que fue porque Emi te trajo, eso no cuenta —dice él con una sonrisa.
Todos ríen y la sangre se acumula en mis mejillas. Trago saliva y pienso bien las palabras que voy a decir. Siento todas las miradas sobre mí y me muerdo el labio.
—Pa-para... ser feliz —digo tartamudeando en voz baja. Emilio aferra su mano con más fuerza contra la mía, siento que me da fuerzas. —Para tener amigos, para pasarla bien, pero especialmente para ser feliz —digo con firmeza y formando media sonrisa.
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Dos capítulos en un día... un verdadero milagro.
La Iris que no se llama Iris, les ama. ♡
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Abrazos Gratis || Emiliaco
FanficCreo que tuve razón desde el primer momento que mi mamá dijo que nos viniéramos a vivir aquí. Aunque no pensé que mis días grises se volverían de color, al llegar un chico inesperado a mi vida, al cual solo conocí con un solo "abrazo gratis". Un ab...