Siete

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Thomas.
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Royal Gardner llegó en menos de lo que me tomó terminar de fumar mi cigarrillo y a Keth comenzar a golpear piedras con impaciencia.

Su rostro lucía igual de impasible que siempre, pero una vena visible en su frente delataba lo enojado e inquieto que estaba. -¿Dónde...? ¿Dónde está Agnes?

No sabía quien carajo era Agnes pero supuse que era una de las niñas que jodió el plan, arruinó en lo que trabajamos durante semanas, y le costó la vida a miles de muchachas que ahora no tenían una salida.

-Aún no están aquí. -le contestó Venus, dando un paso hacia él-. Deberían llegar en once minutos.

Gardner asintió pasando una mano por su cabello, y alzando la mirada al cielo. -Carajo.

-Papá, yo...

-No hablaremos ahora, Helia.

-Pero...

-Que ahora no, Helia. -la cortó en seco, los ojos de la muchacha se humedecieron-. Te he dicho en miles de idiomas diferentes que no te metas en estas mierdas, y sigues aquí. Cállate y déjame pensar.

Meiga fumó la última calada de mi cigarro y se acercó a nuestro vecino. -Las chicas estarán bien, Keith viene con un documento para ceder el derecho de las fotos a los Munch y todo esto quedará olvidado. No les pasará nada, lo prometo.

Eso lo hizo abrir los ojos casi como un búho. -¿Las chicas? ¿Agnes no está sola?

Alguien iba a enloquecer.

Venus cerró los ojos como si una bomba estuviera a punto de explotar frente a ella, y Helia rompió a llorar. -Papá...

Eso no hizo que el gesto del padre de Helia se emblandeciera, creo que nunca lo había visto enojado antes. -¿Quién más?

-Dalia. -contestó Venus y un silencio ensordecedor lleno de tensión se situó con fuerza en el aire.

Yo me mantuve al margen, apoyado en uno de los postes de luz. Si había algo que tenía era problemas; no iba a involucrarme en más, menos familiares. Había cosas más importantes en las que pensar, vidas de miles de niñas que estaban arruinadas y que ahora no veía como arreglar.

Los Calderone eran poderosos, más de lo que admitiría en voz alta, porque, después de todo eran narcotraficantes, y creo que todos sabemos quienes manejan los barrios pobres, o que lo maneja: las drogas. Drogas que hacen a los pobres más pobres, a los que no han podido acceder a una educación de calidad más maleducados, separan familias, arruinan vidas y mantienen a los jóvenes dormidos, y apolíticos.

O en este caso, utilizan a niñas que jamás han tenido seguridad en sus hogares o con sus familias y que tienen necesidad monetaria, y las convierten en objetos, simples trofeos a un costado de las armas y los cerros de billetes que tanto presumen.

Y nosotros tenemos pruebas, fotos que muestran con claridad esa mafia que tantas veces habíamos querido destruir.

Bueno, teníamos. Porque gracias a esas niñas ya no eran nuestras.

Mierda.

-Aquí está.

Yo había dejado de escuchar la conversación, solo podía pensar en cómo se había jodido todo, y en lo cerca que habíamos estado. -¿Uhm?

Keth estiró unas hojas en mi dirección. -Los documentos de mierda.

Suspiré. -Lápiz.

Sacó un lápiz de su bolsillo, pero antes de que pudiera tomarlo, lo apartó hacia atrás. -No estoy de acuerdo con esto. Ni un poco.

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2022 ⏰

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