Dos

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2
Théaomai
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Thomas.

—¿Qué sentirán los perros al ver a otros perros en la televisión? —preguntó Helia dándole una calada a su porro—. Pensarán...no sé, oh, ¿él es un perro actor?

Veen la miró con incredulidad por unos segundos. —No creo que un perro sepa lo que es ser actor.

—¿Y sí lo supieran? —volvió a cuestionar la rubia, sus ojos del mismo color que el antifaz rojo que los rodeaba—. Sería increíble. ¿No lo crees, Tommy?

Sonreí a labios cerrados apartando mi vista de las luces cada vez más brillantes, la música ensordecedora, las risas cada vez más continuas minuto a minuto y los grupos que crecían, se disolvían y se formaban zigzagueantes de aquí para allá, en un mar de ebriedad y entusiasmo por lo que se vendría a continuación, y los posé en ella.

—Hablando de perros, —respondí viendo de reojo la figura de Gustav subiendo mis escaleras—. viene el tuyo.

Entrecerró los ojos con confusión por unos segundos. —Sé más específico.

Apunté con mi vaso en dirección al mayor de los Ziegfeld. —El más roñoso de todos.

Ella sonrió como una estúpida. —Oh, Mike.

Veen soltó una carcajada en mi dirección. —Estoy casi segura que se llama Gustav, no Mike.

La conquista número diez de Ely se apoderó de un cóctel que pasó flotando a su lado en la bandeja de uno de los barman y se lo bebió valerosamente de una vez. No está más decir que ese valor le duró sólo unos segundos porque en cuanto sus ojos se posaron en los de nuestra amiga sonrió como un verdadero imbécil.

—¿Estás segura que se llama Gustav? —susurró la mayor de los Gardner inclinándose hacia Venus con actitud confidencial.

Veen asintió posando su resplandeciente y esbelto brazo sobre el mío. —O quizás Gastón, pero desde luego que Mike no.

—Me gusta este sitio. —fue lo primero que dijo el chico G sin nombre, nada más llegar—. Pero no entiendo mucho el concepto, ni para qué es la carta de tarot.

—Desde luego que no. —exclamé y él me miró confundido otra vez, no era muy perspicaz.

Helia ante mi hostilidad entrecerró sus ojos y se incorporó del sofá para tomar el brazo del pelinegro. —Te invito a un trago.

Volvió a sonreír como un verdadero estúpido y quise pedirle una servilleta para limpiar su saliva. —No podría aceptarlo, una chica tan bella como tú debería recibir tragos, no darlos.

Woah, qué romántico.

Mi amiga soltó una risita fingida y tiró de él para llevárselo a quién sabe dónde. —No necesitas fingir ser un príncipe, Mike, sé que sólo quieres verme desnuda.

La mirada de sorpresa en el rostro de ese hombre la había visto tantas veces antes en otros chicos con características muy similares a él.

—No me llamo Mik... —contestó nervioso, evadiendo la confesión de la rubia.

—Da igual. —respondió Helia poniendo una mano sobre su boca para interrumpirlo con total descaro—. Vamos por un trago.

—Quince minutos. —alcancé a indicarle antes de que desapareciera entre la gente.

Ella asintió sin detenerse, revisando su reloj. —Creo que definitivamente sólo necesitaré siete.

Hablaba en serio; en cuanto las luces se apagaron, la música se detuvo, las personas comenzaron a buscar entre la oscuridad los arcanos que les tocaban según las cartas que tenían en sus manos y Venus comenzó a cantar con su melodiosa e hipnótica voz desde su esquina, Helia estaba lista y dispuesta para dar el espectáculo que tocaba esa noche en el Théaomai.

Fuente de LuzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora