20. La Era de Shawmila (EXTRA)

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Murmuraba palabras sin sentido. A Dios, al universo, a quién fuera pues seguía sin procesar lo que estaba pasando y mucho menos lo que sentía. Rogaba poder salvarlos. Suplicaba que todo volviera a la normalidad, pero eso no sería posible. No podía volver. Ya no podía repararlo.

Jamás se olvidaría del caos que siguió de esas alarmas y el llanto de ese bebé. Tan pronto como él nació, ella se desvaneció.

Shawn la sintió desaparecer entre sus brazos al colapsar contra la camilla, habiendo dado todos sus esfuerzos para oírlo llorar así de desconsolado, gritándole y tomándola del rostro, rogándole que aguantara, que no se atreviera a cerrar los ojos, que, por favor, regresara a él. Pero no lo escuchaba, Camila ya no podía sentir, ni siquiera para ver a su recién nacido llorando contra su torso.

Ya no oía, ya no veía, ya no sentía absolutamente nada y eso le dio luz verde para hacer lo que tanto rogó durante esas insufribles horas: cerró los ojos y descansó para siempre porque un pequeño de tres kilos y doscientos cincuenta gramos logró ganarle esa batalla haciéndola pedazos.

Ella se fue y él se quedó allí sin saber qué hacer. Gritó, le dijo que despertara, que no era gracioso, que por favor no lo dejara ahí solo. Lloraba incluso más que el bebé que trataba de aferrarse desesperado a ella.

Lo empujaron, le dijeron algo, nunca supo el qué, pero suponía que se apartara, que los dejara trabajar y dejara de ser un estorbo. Shawn estaba en tanto shock que ni siquiera se percató de cuando se llevaron al bebé; no podía más que ver a toda esa gente abalanzándose contra ella con el médico entre las piernas, cubierto en sangre, metiéndole herramientas y dando órdenes. Ninguna de estas para él que se quedó petrificado en medio del lugar sin saber qué hacer.

No sabía si quedarse con ella o irse con él. No fue capaz de hacer lo uno ni lo otro. Una enfermera lo obligó a salir y abandonarlos a ambos para dejar al equipo trabajar en paz. Lo último que pudo oír en esa habitación fue al médico ordenar que trajeran un carro de paro porque la estaban perdiendo.

Dio con el pasillo, sin sentir las piernas moviéndose y dirigiéndolo a la sala de espera donde todos se incorporaron para recibirlo con felicitaciones y bendiciones, con toda una celebración porque lo hubieran logrado.

Ni siquiera recordaba cómo se desplomó en el piso, sin dejar de llorar, sin poder describir el terror, horror y desesperación simultáneos que estaba sintiendo por esto. Por verla colapsar. Por oírlo llorar. Por no dejar de oírla suplicar que no la obligara a seguir así.

Sus libros no le advirtieron que sería así de traumático y mucho menos que estaba a un pelo de perder a las dos personas que más amaba en ese mundo. ¿Por qué mierda ninguno lo hacía? ¿Por qué él no recordó que Camila ya había sobrevivido demasiadas heridas en su vida como para sobrevivir una más?

Dios, no podía recordar nada. Nada más que ellasuplicándole parar.

―¿Shawn? ¡Oh, Dios! ¿Qué pasó? Oh, cielos, ¿Estás bien? ―dijo su madre tirándose al suelo para contenerlo pues no dejaba de llorar, se tomaba el pecho y el cuello, sofocado.

Siempre lo supo: no podía seguir, no sin ella. No la tenía ahí para recordarle que tenía que respirar. Ella definitivamente ya no lo hacía. Cuando oyó ese llanto pudo verla dar su último aliento y caer totalmente acabada y consumida. Asfixiada en su sangre y agonía.

Shawn no los oía, sólo podía llorar totalmente dominado por su ataque de pánico, ese que nadie allí se dio el tiempo de aprender a manejar pues no lo necesitaban; no cuando quien siempre se hacía cargo era Camila.

Pero ella ya no estaba ahí para salvarlo. ¿Cómo iba a estarlo si apenas y se estaba aferrando a su propia vida? Esa que él decidió arrebatarle.

―Cielo, ¿Qué pasó? ¿Está todo bien? ―repitió Karen tratando de incorporarlo, sin éxito.

WHY (Shawmila)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora