Capítulo 3

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Leila

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Leila.

—Entonces yo solo reboté como pelota por las escaleras dejando dos de mis dientes en el proceso.

Rio al escuchar la historia de Dexter, antes de llegar a lo divertido de nuestra conversación, tuvimos una plática en la cual me decía casi gritando cuán espantado se sintió al verme en el baño, de hecho, hasta me comparó con su prima en su primera borrachera.

Venimos al parque sobre la colina a comer un poco de pizza y ver el atardecer; es tan relajante y pacífico estar aquí a esta hora.

—Era demasiado estúpido y muy inquieto, la mayoría de cicatrices que tengo son porque termine en el hospital con mi mamá realmente enojada por desobedecer lo que decía.

—No eres el único, cuando era pequeña visitaba constantemente a mis abuelos en un pueblo en el que vivían, su casa estaba rodeada de árboles y en una ocasión habíamos hecho una fogata para ver una lluvia de estrellas.

Muerdo mi rebanada de pizza y bebo un poco de soda.

—El punto está en que accidentalmente tiré la dentadura de mi abuela al fuego, mis padres se enojaron demasiado y yo para evitar su reprimenda subí a un árbol, me senté en una rama y no bajé hasta que todos se fueron.

—¿Cómo tiras accidentalmente una dentadura?

—Ni yo sé cómo pasó, ahora cuando lo recordamos nos reímos; mi madre trataba de convencerme con una taza de chocolate y malvaviscos, pero ni siquiera eso hizo que yo bajara.

—Vaya, eras toda una diablilla de las travesuras. —sonríe mostrando su bella dentadura y haciendo que sus ojos se entrecierren un poco.

—¿Qué puedo decir? Era demasiado fácil hacerlas pero no deshacerlas.

Seguimos pasando el rato hasta que anochece un poco, recogemos todo y bajamos entre risas y empujones.

—¿No quieres un helado? Últimamente tengo muchos antojos. —pregunta Dexter al llegar a mi casa.

—Tengo permitido llegar hasta las ocho y apenas son las siete, ¿por qué no? vamos.

—Esa es la actitud. —me palmea el hombro antes de sacar las llaves de su auto.

Subimos y él arranca.

—Espera —dice a mitad de camino—, tú no debes comer comida chatarra.

—No pasa nada.

—Claro que pasa, tu mamá va a pensar que soy una mala influencia.

—Ay, por favor, eres como un pan dulce, no hay nada de malo en ti.

—Lo sé, pero tu estómago está delicado y no quiero que te pongas peor. —me mira por unos segundos antes de volver su vista al camino.

—No va a pasarme nada.

Al otro lado de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora