Capítulo 2

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Leila

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Leila.

—Correr no te alejará de tus miedos Leila, solo atrasas y agrandas algo que es inevitable.

Tal vez huir de mis pesadillas no es lo mejor, pero es lo único que necesito en estos momentos, no necesito nada más que correr hasta que mis pulmones ardan por la necesidad de oxígeno, no detenerme hasta encontrar un lugar en el que me sienta segura.

Tomo mis llaves junto a una sudadera y salgo de mi casa, mi cuerpo tiembla un poco ante la sensación de pánico que aún alberga en mi cuerpo; me abrazo a mí misma y comienzo a subir la colina llena de pasto. Estando en un punto alto me siento recargando mi espalda sobre el tronco de un árbol frondoso, inhalo y exhalo un par de veces para calmar mi corazón acelerado.

Cierro los ojos y llevo mis rodillas contra mi pecho; al abrirlos observo la hermosa ciudad que tengo ante mí, brillante y un poco distante, miro el puente que se encuentra del lado izquierdo atravesando parte del mar iluminando con sus luces el agua oscura.

—Mucho, mucho mejor. —susurro.

Me relajo un rato más hasta que en el fondo ya casi en la entrada del bosque sale una persona, lo analizo unos segundos antes de levantarme e irme de regreso a mi casa.

A paso rápido llego a un costado de la casa, tomo el pequeño candado de la ventana que está a ras del suelo; lo quito y la abro adentrando mi cuerpo para poder entrar al sótano, cierro la ventana y camino por la alfombra de peluche morada, hace años este lugar fue adecuado para ser una pequeña sala con un gran televisor y una mesa de billar, estar aquí me trae vagos recuerdos de mi niñez.

Subo las escaleras, jalo suavemente la puerta, hace click y se abre lentamente hacia arriba; salgo y bajo la puerta de la trampilla del sótano. Camino por la sala hasta sentarme en el sofá que está cerca de la ventana, el amanecer poco a poco alumbra las calles de manera natural.

No dormir se ha hecho un hábito que me gustaría evitar, sería diferente si fuera por hacer algo que me gusta y no por algo que me asusta y no comprendo.

A las siete suena mi alarma en el celular, la apago y voy a la cocina para preparar un huevo con jamón y un pedazo de pan un poco quemado.

Desayuno de campeones.

Escucho los pasos de mi mamá bajando las escaleras.

—Buenos días —dice con una sonrisa radiante en la cara—. Pero ¿qué te pasó? Pareces como esas cosas de la serie que ponen en la noche, un zombu.

— Es zombie, y sí, así me siento, no he dormido muy bien esta semana. —bostezo.

—Es por andar en el celular viendo esos videos sin sentido que sube la gente.

Río bajo mientras niego con la cabeza.

—Malgasto mi tiempo, pero no tanto —muevo las manos—, es por las pesadillas. —susurro.

Al otro lado de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora