Larvas de la luz.

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«Y eso es lo que tienes que hacer

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«Y eso es lo que tienes que hacer...»

Fubuki gritó, corriendo entre la oscuridad del ocaso y mezclándose entre helechos y arbustos espinosos. Estos últimos rasgaban sus débiles piernecillas desnudas mientras sus sandalias hacían crujir las ramas secas del sendero.

Sólo había querido pescar alimento.

Pasó por una tropa de árboles gigantescos, cuyos habitantes veían su patética fuga desde las alturas. El bosque cobraba vida a esas horas, y Fubuki conocía bien a las molestas comadrejas y a los rabiosos zorros de pelaje maloliente, con quiénes había luchado para salvar la carne blanca del día a día.

Parecía como si la rivera del río lo persiguiera, con su sabor de agua salada, sus animales temerosos, sus cristales acuosos que lo reflejaron a él y a una sombra sin lugar.

Uno de sus pies se dobló en el camino. Jadeó al caer en la tierra, golpeándose la cara. Su cuerpo tembló; hacía frío. La tierra estaba húmeda y abandonada. Alzó sus ojos rubíes hacia la calle sin pavimentar, la que daba al paso de los suburbios en la ciudad. ¿Se atrevería a regresar?, el miedo, el tiempo helado, el cielo cerúleo y ennegrecido; su estómago vacío, fueron suficientes para indicarle la positiva.

—A-agh.

Sintiendo el raspón de su rodilla derecha palpitar, Sumie Fubuki de ocho años se encaminó en dirección a los estragos de lo urbano.

Allí vio cosas distintas y normales. Aún tenía prisa, quería refugiarse lo antes posible para, al menos, olvidar el río y lo que allí hubo. Todo era ruido a esa hora. El baho se expulsaba por la boca de los ciudadanos. Había luces como la naranja iluminando su cabello rubio, entregándole un efímero calor. En la calle, en el pavimento, pudo sentir el choque y las jugarretas de la realidad... y la psicosis.

«Tú te llamas Fubuki, ¿cierto?» El niño gimió con ojos lacrimosos, cuando sus brazos se resguardaba entre sí, cuando el viento le movía aquellas preciadas lonjas rubias encima del rostro. «Soy Kurenai Shu, ¿qué te parece si nos sentamos por allá?».

—Señor Kurenai... —susurró—. Señor Kurenai, ¡señor Kurenai!

Dos pares de ojos carmines se centraron en él a lo lejos. Detrás del auto con ventanas oscuras, Shu quedó entre la alarma y la sorpresa, viendo el cuerpo débil, simple, que ahora lucía aterrado e inclinado entre el llanto de automóviles y luces lejanas.

—¡¿Fubuki?! —El adulto salió a la prisa, llegando al niño que cayó de rodillas al concreto—. ¡Fubuki! ¡¿Qué haces aquí?! ¿¡Por qué no estás en la casa de acogida?! —Lastimosamente, Fubuki no consiguió darle forma al espectro oscuro, negro, de ojos aterradores y escarlatas, entre un mar deforme y titilante.

Sumie se ahogó en esas aguas silenciosas, antes de caer desmayado, pensando en el animal que hacía menos de media hora lo había sentenciado.






•••

Esto fue lo que pasó antes del "Desayuno".

Les agradezco por leer hasta aquí❤️ Me gusta que he comenzado a hacer contenido de mayor calidad en este libro. Además mejoro mi narración mientras los entretengo úwù.

Cosos ; bbb (Finalizado).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora