CAPÍTULO CUATRO.

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En esa clase no hubo novedades, excepto que Daniel no me hizo ninguna de las suyas, es más, no me dirigió la palabra ni para insultarme. Y, al fin, sonó la última campana de día. Hasta la semana que viene lunes. Recogí lo más rápido que pude y salí del aula.

De camino a casa, escuché a alguien llamarme.

-Tú. Eh tú. Chsss. -insistía la voz. -Eooooo. ¿No vas a girarte?

Hice caso y me giré. Allí estaban: Jesús y Daniel Oviedo.

+¿Qué queréis? -dije mientras ellos se ponían a mi altura y se me ponía uno a cada lado.

-Nada mujer. Ni que fuéramos mala gente. -decía Daniel.

-Ya ves hermano, nos ha cogido asco. -dijo esta vez Jesús.

Me paré en seco, ellos hicieron igual y se colocaron frente a mí.

+¿Que os he cogido asco? ¿En serio? ¿Cómo queréis que no os lo coja? -cada vez alzaba más la voz. -Lleváis cuatro años amargándome la existencia, y con vosotros todos los lameculos que tenéis como amigos. ¿En serio creéis que no os tengo asco?

Lágrimas de impotencia y rabia caían por mis mejillas. Ellos se miraron entre sí y rieron.

-Mira, orco de mordor, esto te lo has buscado tú solita. ¿Te crees que si no tuviéramos motivos haríamos esto? Pues claro que no, somos personas. -dijo Daniel.

-Y el motivo, por si te lo preguntas, es lo que hiciste en octubre, cuando íbamos a primero de la ESO. Y ahora le das vueltas a la cabeza y lo recuerdas. Pero eso, eso no te lo vamos a perdonar nunca, o al menos yo. -éste último que hablaba era Jesús.

Salí corriendo de allí, mientras lloraba a más no poder.

-Eso, corre foca, lo necesitas. -gritaba Jesús riéndose.

Sentía impotencia, rabia, tristeza y punzadas en el corazón por lo que me acababa de decir el chico del que estoy enamorada. Que yo recuerde, no les hice nada. Es más, yo les quería caer bien, no esto.

Llegué a mi casa, tiré la mochila al suelo y subí corriendo a encerrarme en mi habitación. Aún estaba sola, como he dicho antes, no llegan hasta la tarde-noche. Sentía una fuerte sensación de angustia. Quería acabar con esta tortura de una vez, o al menos, intentarlo. Fui al baño, me miré al espejo, me daba asco lo que veía. Busque en los cajones hasta encontrar lo que necesitaba. Lo cogí y cerré la puerta del baño con pestillo. Volví frente al espejo.

-Me das asco. -dije a mi reflejo mientras lloraba. -Un asco terrible.

Definitivamente; Te quiero. Jesus y Daniel (Gemelier)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora