15 de septiembre del 2014, 07:00 A.M.
Hoy empiezan las clases, vuelta a la tortura de siempre, y no por las clases, sino por la gente. Hoy empiezo cuarto de la ESO, el último año en este instituto ya que bachillerato se da en otro diferente, ¡por fín se acabará todo! Al menos espero que este año no sean tan crueles. Si soy sincera, no quiero ir a clase, me da pánico lo que me puedan decir o hacer. Aunque intento disimularlo.
Me visto con unos shorts negros, una camiseta de tirantes blanca, mis Air Force y cojo mi chaqueta de entretiempo. Me dirijo al baño a peinarme con una coleta alta y a echarme lo básico de maquillaje: raya, rimel y gloss rosa. Cuando estoy lista, bajo a la cocina. Mis padres no están ya que trabajan desde por la mañana hasta la tarde-noche. Cojo un donut de chocolate, me cuelgo la mochila al hombro, cojo el móvil y las llaves y salgo de casa. Por el camino voy con los auriculares puestos y comiendome poco a poco el donut. A los diez minutos ya estoy en frente del instituto y aún quedan cinco minutos para que suene la campana que indica el inicio de las clases. Miro hacia arriba, cojo aire y avanzo con paso no muy firme. Allá vamos.
Subo a la segunda planta y avanzo por el pasillo lleno de gente en la que ni me fijo. Hasta que por fín, llego al aula 224; cuarto B. Esta será mi clase el último año de instituto. Me ha tocado en la misma clase que Daniel, seguro que alguna gemelier también habrá. A Jesús le han metido en la clase de en frente; cuarto A.
Entro al aula, aún vacía ya que ni ha sonado el timbre. Miro por encima la habitación, sin saber muy bien dónde sentarme. Elijo la última fila, pegada a la ventana. A los tres minutos de haberme sentado empieza a entrar gente, la campana acababa de sonar. El aula se fue llenando de chicos y chicas de toda clase, hasta que le vi. Ahí estaba uno de los que me había conseguido amargar la existencia: Daniel Oviedo. Cómo no, iba con su grupo de amigos, aunque yo más bien los llamaría lameculos, se acercaron a él cuando se empezó a hacer famosillo, al igual que hicieron con su hermano. Por suerte, no se sentaron cerca mía y ni se percataron de mi presencia.
-Levantaros de vuestros asientos, este año os sentaréis por orden alfabético.
-la voz era la del profesor de matemáticas, este año, nuestro tutor.
Iban colocándose de dos en dos hasta que escuché mi apellido.
-Daniel Oviedo, al lado de Valeria Peñalver. Última fila de la izquierda.
-anunciaba.
Los dos nos miramos.
-Mierda.
-pensé.