Las clases iban transcurriendo, y con ellas mi asombro. Daniel no me miraba, ni con asco ni sin él, simplemente no lo hacía. Es más, tampoco me insultaba, no me dirigía la palabra. Me alegraba por ello, a ver si la tregua duraba y esto se acababa pronto. Y por fín, pasaron las tres primeras horas. Recogí a toda prisa y salí de allí. No me quería cruzar con Jesús ni que Daniel me dijera nada. Mientras andaba noté a alguien cogerme de la muñeca y llevarme a un sitio alejado. Era una chavala de unos 13-14 años. Me apretó con fuerza las muñecas y pegó mis brazos a la pared.
-Me he enterado de que te sientas al lado de Daniel Oviedo. Como intentes algo con él te mato. ¡Es mío! -dijo gritando.
+Vaya por dios, una de sus fans locas. -solté cuando me había conseguido liberar. -Tranquila, todo tuyo.
-Más te vale.
Y se fue mirándome con asco. Joder, me había apretado tanto la muñeca vendada que había abierto alguna de las heridas y estaban empezando a sangrar. Corrí al baño, me quité la venda y puse el brazo bajo el grifo. Dios, cómo dolía.
-¿Te ayudo en algo? ¿Estás bien? -dijo una voz femenina tras de mí.
+Esto.. ¿Podrías ir a por agua oxigenada? Por favor. -dije como pude, me dolía muchísimo.
-Claro, en seguida vuelvo. -dijo aquella chica saliendo del baño y alejándose.
Era una chica alta, morena, con ojos claros y delgada. Era muy guapa, sinceramente. Lo extraño es que me ayude. A mí. A Valeria Peñalver. La chica rara a la que todo el mundo tiene asco.