Hay cosas que uno no quisiera ver, momentos que habríamos deseado jamás vivir, y lugares en los que nunca quisimos estar.
Todo lo que rodeaba a Christopher desde su accidente me era repugnante, me asustaba o me ocasionaba ansiedad, excepto él. Al mirar sus ojos de nuevo, a pesar de que parecían un poco menos brillantes que de costumbre, recordé porque me era imposible alejarme. Me encantaba la manera en que me sonreía, su forma tan testaruda de hablar cuando intentaba contarme uno de sus pensamientos aleatorios. Extrañaba de suma manera sus abrazos, y el contacto que nuestra piel casi tuvo cuando llegamos a dormir en el piso del salón de ensayo en The Key, cosa que me asustaba no sentir de nuevo. Esa tarde no había conseguido que su calor, el que antes era tan intenso y abrasador, me acariciara.
Al llegar a casa, una que compartía con mis compañeras de escuela, me dirigí a mi habitación para tirarme sobre la cama.
Intentaba respirar, decirme tantas veces como podía que debía ser fuerte. Tarde o temprano comencé a sollozar muy bajo y senti las lágrimas escurriendose por mis mejillas.
-¿Estás bien? -preguntó mi compañera de habitación, Dana, a quien no había notado pues tenía la costumbre de acostarse pegada a la pared y echarse un montón de sábanas y cobijas encima.
Rápidamente me limpié las lágrimas, me senté intentando calmar mi respiración.
-Sí, estoy bien.
Ella me miraba confundida, supuse que me notaba despeinada, quizá mi maquillaje se me había corrido y tenía el labial por todos lados.
Me paré lentamente para comenzar a acomodar mi ropa sucia, lista para llevarla a la lavandería y hacer la limpieza. Ese era mi lugar seguro, a donde podía correr cuando sentía que el mundo se me venia encima, el sitio perfecto para llorar en silencio, o para reír a solas. Cuando pasé al lado del espejo de mi ropero, noté que en realidad no me veía tan mal, excepto por el rímel que se me había corrido por debajo de mis ojos.
-¿En dónde estabas? -cuestionó ella con su voz ronca, juro que Dana tenía la voz más ronca que habría escuchado de una mujer. No era tampoco muy gruesa, pero sí raspaba al entrar por mis oídos.
-En la escuela -respondí intentando ignorarla. Hasta ese momento no le había dicho a nadie que iría al hospital para ver a Christopher, la mayoría no entendería porque quería seguir buscando algo con él, después de todo ya no era del que todas alguna vez se enamoraron.
-¿Fuiste a la escuela con esa ropa? - cuestionó con su voz severa, la que a veces me daba miedo, tan brutal y sincera.
Me miré en el espejo de reojo. Llevaba la falda de cuadros rosa que él una vez me dijo le gustaba, y mi camiseta blanca de cuello negro que a mí me hacía sentir bonita. El cabello me lo había dejado casi suelto, con una media coleta alta y ondas gruesas en todo su largo. Casi hasta media espalda, y llegaría más lejos de no ser porque unos meses antes me había teñido las puntas de azul. Me vestí linda para que Chris me notara, y me puse mucho maquillaje bonito, con sombras brillantes y delineados de colores, para que no se diera cuenta de que en realidad me encontraba triste y que había llorado toda la noche encerrada en el baño. Mi atuendo y apariencia era la ideal para una chica que va a una cita con el niño que le gusta: impecable, limpia y llena de perfume desde la coronilla de la cabeza, hasta la punta de los dedos de los pies. Pero no era para nada la imagen de una chica que acaba de salir de dos clases de danza, cada una de dos horas. Aún así, ignoré la cara de incredulidad de Dana, y volviendome hacia ella con mirada segura, asentí con la cabeza.
-Sí, así me fui.
Ella arqueó las cejas.
-Fui a buscarte para regresar a casa juntas -confesó -. Rosali me dijo que no estuviste presente en las últimas clases -evadi sus ojos. Ese era uno de mi más grandes problemas, me era difícil contarle a los demás lo que sentía, lo que hacía o dejaba de hacer -. Ya dime en donde estabas, Elizabeth.
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Como Seda Entre Sal Y Arena
Dla nastolatków"Todo lo que rodeaba a Christopher desde su accidente me era repugnante, me asustaba o me ponía ansiosa; excepto él. Al mirar sus ojos de nuevo, a pesar de que parecían un poco menos brillantes que de costumbre, recordé porque me era imposible aleja...