Aprendí a siempre ser amable con todo el que me cruzara, sonreírle a la mujer que vende verdura en las esquinas, y tratar con respeto al que me atiende en el sitio de comida rápida. Esto porque nunca sabemos que hay detrás de esos rostros, a veces cansados y otras alegres. Todos cargamos con un pasado, ya sea cercano o muy antiguo, que nos puede perturbar la existencia, y nos empuja cerca de un colapso emocional o la locura.
No justifico la manera de actuar de los demás, aunque siempre me gusta intentar entender qué fue lo que les llevó a un punto de decadencia.
Chris no era diferente a mí, y puedo decir que por mucho, llevaba esta idea de amabilidad más a la práctica de lo que yo lo hacía. A todos les sonreía, a cualquiera le pedía permiso con cortesía, y ayudaba muchas veces sin preguntar. No le importaba el pasado de las personas, ni luchaba por indagar detrás de ellas. Pero cuando estabas cerca de él, muchas veces era imposible no hablar sobre cualquier cosa.
Era una persona que inspiraba confianza por su manera de ser, siempre tan desinteresado y espontáneo. No tardé mucho en hablarle sobre cada uno de mis momentos oscuros, tristes, mis miedos; sintiéndome de alguna manera desnuda aunque nunca incómoda.
Él, por otra parte, no era bueno para sacar afuera lo que le perturbaba. Hablaba, y lo hacía mucho, con cualquier persona. Llegué a pensar que si le ponías una roca en frente, sería capaz de iniciar y mantener una conversación con ella. Pero para dejar ver su oscuridad, llorar o molestarse, era tan difícil.
Después de conocernos, supe durante meses que su estabilidad emocional, al igual que la mía, se encontraban en un punto decadente. Él no dormía y yo lloraba todo el tiempo. Cuando estábamos juntos, era normal verle los ojos rojos de agotamiento, mientras que los míos, se mostraban hinchados por todas las lágrimas derramadas en las horas anteriores.
Una de esas veces en las que me acompañó por los materiales para mi vestuario, después de encerrarme en la facultad y dejar fluir el llanto por cerca de diez minutos sin descanso, sus pupilas siempre dilatadas no dejaban de recorrer mi rostro. Yo intentaba sonreír, consiguiendo engañar a muchos con mi gran habilidad para ocultar mis emociones: pero él se dio cuenta enseguida.
A pesar de que cargaba quizá cuatro noches de insomnio y el estrés de algunas tareas, se detuvo a mirarme, se enfocó completamente en mí.
Con su rostro cansado, clavo toda su atención en mi mirada enrojecida y mis mejillas magulladas. Lo sentí con toda su energía caliente dirigiéndose hacia mí, sofocandome y de alguna manera provocando que quisiera escapar, e intenté ignorar sus ojos no tan oscuros que buscaban con insistencia los míos.
Señalé entre los accesorios para cabello de aquella gran tienda en la que nos encontrábamos, sonriendo y saltando con la energía como mis tobillos adoloridos me lo permitían, con aquellas pequeñas señales de dolor que solo alguien muy atento podría notar.
Él se posó en frente de mí con cuidado de no invadir mi espacio, y dijo con voz baja:
—¿Estuviste llorando? —negué con la cabeza, dándome cuenta de que mi expresión sorprendida quizá me delataba. Al notar su gesto de incredulidad, decidí que lo mejor era evitar el contacto visual para que no me descubriera, y me volví en otra dirección.
—¡Mira esas Flores! —asustada de que me descubriera, comencé a saltar mas alto y lleve la poca fuerza que tenía en el interior de mi cuerpo hacia afuera, para notarme eufórica, pretendiendo desbordar de felicidad.
Aquellas acciones engañaban a todos cuando el mundo me sobre pasaba y sentía que el cielo iba a colapsar sobre mis hombros, rompiendo mi cuello y destrozando los huesos en mi espalda. Las personas me veían tan enérgica, que no se imaginaban mi interior estaba llegando a un punto de decadencia en el que me sentía vacía, inundada por la oscuridad de un alma perdida.
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Como Seda Entre Sal Y Arena
Ficção Adolescente"Todo lo que rodeaba a Christopher desde su accidente me era repugnante, me asustaba o me ponía ansiosa; excepto él. Al mirar sus ojos de nuevo, a pesar de que parecían un poco menos brillantes que de costumbre, recordé porque me era imposible aleja...