Siempre amé escapar de la ciudad cuando las cosas se ponían tensas. Irme a un lugar en donde los coches no pasaran con tanta frecuencia por delante de la casa, o directamente desaparecer hacia donde el ruido de la ciudad no existe.
El aire de los bosques, tan limpio y suave cuando se respira, recién filtrado por los pinos cayendo despacio hasta mis pulmones, era renovador, se sentía como purificar en cada inhalación el alma.
No quiero confundir a nadie, la ciudad también me gustaba y no hubiera renunciado por nada a esa vida. Amaba el internet, ir de compras, comer en los restaurantes de moda y beber alcohol en los clubes nocturnos. Pero todos necesitamos de una escapada.
El bosque era mi lugar feliz, el sitio en el que me olvidaba de todo. Cuando en The Key dijeron que estaban organizando un campamento en un pueblo a unas cuantas horas de la ciudad, estuve tan feliz de que aquello sucediera.
Christopher amaba toda actividad que tuviera entre sus letras la palabra adrenalina y peligro. Ese viaje, sería nuestro, y ahí íbamos a decirnos todo lo que por meses ocultamos y negamos.
Hay momentos que parecieran destinados a ser mágicos, pero a medida que se van desarrollando nos asustan, para al final hacernos querer jamas haber estado ahí, jamás haber salido de casa ni mucho menos abordar la camioneta.
Una noche antes del día del accidente, una extraña sensación me recorrió el cuerpo antes de irme a la cama. Al principio supuse que era la emoción de volver a toparme con la naturaleza, o quizá el nerviosismo de estarme preparando para confesarle a Christopher lo que al paso de los meses se juntó en mi pecho. Todo me emocionaba, o me alteraba ocasionando palpitaciones aceleradas en mi corazón.
Muchos dicen que debes escuchar a tu intuición, y que el sexto sentido, de hecho existe. Dicen que los planetas se alinean, que las fuerzas del destino nos avisan con premeditación cuando deberíamos hacer o no hacer algo. No sé si aquel hormigueo, y esa vaga sensación de náuseas, además del intenso calor que no me permitieron dormir esa noche eran un aviso, una especie de premonición. A veces quiero pensar que fue de esa manera, y otras, siento que solo es mi cabeza intentando hacerme creer que pude cambiar algo, que nosotros tenemos el control sobre el pasado, y que por ende, lo tendremos en el futuro.
Me fui, ignorando el malestar físico, y una vez estuvimos en el punto de partida, verlo rodeado de sus amigos, con esa enorme sonrisa y ese cuerpo juguetón, me olvidé de todo.
A la mayoría de ellos los conocía al menos de vista, pero eran pocos con los que había convivido. Christopher siempre estaba rodeado de personas, y tenía amigos en todas partes, por lo que llegué a considerar imposible algún día conocerlos a todos. Pero los más importantes eran los miembros de The Keyz 8 —ocho pronunciado en Inglés —, que eran una subunidad de baile informal y no oficial de la compañía, en donde participaban Chris y Mauricio. Además de ellos estaba Carlos, Samuel, Juan, Sergio, Felipe y el más pequeño, Ian. Solo Mauricio y Samuel eran miembro oficiales de la academia, los demás asistían a diferentes clases y actividades, pero tenían carreras y vidas más allá del baile. Carlos y Juan de hecho estudiaban con Chris, aunque en grados más bajos.
Samuel y yo teníamos una relación complicada, pues desde que comencé a salir con Christopher, dijo que yo le quitaba el poco tiempo que tenía para estar con ellos. No me hablaba, y de hecho se esforzaba sobre manera para alejarme de su amigo.
Mauricio era un chico complicado, y al tener temperamentos similares, solíamos terminar discutiendo con frecuencia. Además de todo, él junto a Carlos amaban hacerme enfadar, hacer bromas y juguetear conmigo, lo que en ocasiones me hacía enloquecer. Chris parecía disfrutarlo cuando comenzaban, pero una vez yo me ponía demasiado tensa los calmaba y procedía a abrazarme. Me rodeaba con sus brazos grandes, y su cuerpo siempre tan caliente, ocasionaba que mi frente sudara de coraje.
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Como Seda Entre Sal Y Arena
Roman pour Adolescents"Todo lo que rodeaba a Christopher desde su accidente me era repugnante, me asustaba o me ponía ansiosa; excepto él. Al mirar sus ojos de nuevo, a pesar de que parecían un poco menos brillantes que de costumbre, recordé porque me era imposible aleja...