El año paso en un abrir y cerrar los ojos, o al menos así fue para él que, con la llegada de la nueva primavera; no sólo florecieron las hermosas camelias de su jardín, sino también sus sentimientos hacia cierto joven adulto de cabellos dorados y mirada azulada como el cielo despejado en el que deseas perderte por la eternidad aunque... no contaba que las espinas iban a crecer también
— Amane-kun, Tsukasa-kun, mañana... será la última lección que les imparta
— ¡¡¿Qué?!!
Gritaron los dos oji ámbar ante esa noticia que en verdad, a ni uno ni otro alegraba, pues ya le habían tomado cariño al de ojos celestes, y otro sentimiento más fuerte en uno de los Yugi
— ¿P-Por qué? ¿Es por el dinero? ¿Mamá y papá ya no quieren pagarte?
— Nada de eso, Tsukasa-kun. Mi contrato fue solo de enseñarles hasta que estuviesen listos para asistir a una universidad, y, estoy plenamente seguro que lo están, por eso... ya no les daría más clases
No estaban de acuerdo con esa respuesta, en verdad que se querían negar ante la idea pues, aunque "están listos" para salir a estudiar como cualquier persona normal... simplemente no quieren decirle adiós a Minamoto-sensei
— E...Esta bien...
El menor de los Yugi llevo su vista hacia su hermano. El cual estaba aceptando... que el rubio se fuera
— Si... es parte de su contrato... no podemos hacer nada para evitarlo, pero... mañana... no le queremos ver con ese tapabocas en la cara
Dos de los presentes, se quedaron atónitos antes tales palabras, pero, el oji zafiro ascendió pues no le molestaba cumplir con esa última petición por parte de Amane-kun
— De acuerdo. No vendré mañana con el tapabocas puesto
Realmente, les tomó mucho cariño a esos dos dolores de cabeza, se acostumbró a sus distintas ocurrencias y distintos gustos personales a la hora de comer o estudiar, pero, debe aceptar la palabra de los señores Yugi, y despedirse de ambos para que continúen con sus vidas y él con la suya
Por separadas
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Se levantó comúnmente temprano y se preparo para ir a la residencia Yugi, por última vez Sakura-san le había preguntado, que si eso era lo que realmente quería... sinceramente no le logró contestar, pues él sabía que eso no era así, pero que opción de quedarse no había ya
— “¡Bien! ¡Concéntrate!”
Se decía así mismo mientras se golpeaba sutilmente las mejillas, no debía ser vencido por su tristeza, sobre todo hoy que no tendrá algo que cubra su rostro afligido. Salió de casa, con una pequeña sonrisa en sus labios, que se convertía en una mueca siempre que dejaba de concentrarse en ella
Tocó el timbre de la casa y, para su sorpresa, no fue alguno de los hermanos quien abrió, sino el señor Yugi
