El monocroma de mi mundo explotó en colores al verte.
Y ahora que hago, si me he enamorado de un cúmulo de bits y kilómetros de distancia y nostalgia, que cuando sonríes me miras, sé que me miras, congelada en la pantalla.
Te he gritado mi nombre y no pareces enterarte, los minutos se suceden y mis noches enteras viendo tus sonrisas se vuelven borrosas...
Ya no sé cuantas veces te habré visto en bucle, o cuantas frases recitara de tus labios...
La linea de tu ombligo en la que dibujaste aquella cara que desearía recorrer cada noche a mordiscos, y los desayunos de fruta y yogur que te llevaría, alba de día, cada amanecer a la cama.
Ayer me respondiste. Y mis amigos me llamaban idiota por la sonrisa que llevara tatuada en la cara. Ojalá fueran tus besos la sensación en mis mejillas. Me sentí especial y miré tu timeline, repleto de respuestas como la que me habías dedicado, y yo...
Siempre me imaginé el olor de tu pelo mojado. Como si al verte pudiera olerte, las mil fragancias. Las gotitas que como rocío en la rosa más preciosa se deslizaran por tu cuello de cisne.
He escrito mil cartas a tu apartado de correo que ya me sé de memoria: 186 08220, Terrasa, Barcelona.
Todas rotas y hechas cenizas en mi basurero, todas tinta borrosa de rabia e impotencia por mi insuficiencia, por no ser ni la mitad de lo que te mereces, que mis sueños se vuelven pesadillas al verte y no tenerte, que te atravieso en la nada de píxeles de mi pantalla, que tu mirada vacía me ve sin verme, que mi abrazo lleno de frío no encuentra tu cuerpo, que jamás llegaré a contar los lunares de tu espalda con cada yema de mis dedos.
Que mis ojos no llegarán a chocarse con los tuyos, ni colocarás ese mechón de tu pelo detrás de tu oreja derecha, siempre la oreja derecha.
Te vi desde la última fila en Barcelona, y en Madrid, y en Granada. Pasaste junto a mí al salir.
Y te juro que podía sentir la electricidad explotando por un micro-segundo entre nuestros cuerpos. Y mi mirada clavada en el suelo.
He decidido enviarte esta carta por fin, sin leerla de nuevo, siendo cúmulo y enredadera de pensamientos y deseo, resumible en estas palabras que brillan laceradas en mi fuego interno, expresable en caracteres infinitos que no alcanzarían a describirlo.
La próxima vez... alzaré la mirada.