▬▬▬ OO9 ; INTENSIDAD

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Ten se maldijo por haberse olvidado de aquel pequeño detalle, aquella marca de origen inexplicable que aún tintaba de rojo y tonos violáceos su cuello. Miró a Johnny, su mandíbula estaba apretada, al igual que sus puños. Todos y cada uno de los músculos de su cuerpo en tensión mientras respiraba profundamente, como un toro a punto de embestir. Sintió el irracional impulso de cubrirse, pero, por otra parte, pensó que Johnny no tenía derecho a enfadarse.

Mientras, en la mente de Johnny, la palabra chupetón se repetía como en una vieja cinta rayada. Alguien había osado poner sus sucios labios sobre el perfecto cuello de su chico. Habían mancillado su piel, aquella piel que le pertenecía por derecho. Sus huesos vibraban por recomponerse en la estructura del lobo plateado que rugía furioso en su interior. Quería acabar con quien hubiera hecho aquella obscena marca y hundir los dientes sobre ella para declarar que aquel cuello era de su propiedad, como cada parte del hermoso cuerpo del chico.

Ten no sabía exactamente qué decir, no podía explicar quién ni cómo le había hecho esa marca, no sin antes morir de vergüenza. En teoría, era el chico que se alzaba furioso frente a él, el autor de aquel hematoma.

—Ten...

No quería presionarlo, no debía. Sabía perfectamente que no tenía ningún derecho a reclamarle nada, pero su parte humana, la que se había enamorado profunda e irremediablemente del chico de cabellos negros como la noche y mejillas sonrojadas, se sentía morir solo de pensar que alguien podría arrebatárselo. Y su parte animal, esa que se guiaba por instintos precarios, esa que se había ligado al alma del chico y que lo deseaba más que a nada en este mundo, quería emerger de las profundidades de su ser y arrasar con todo, porque alguien había osado poner las manos sobre su alma gemela. La imagen de Ten desnudo en brazos de otro hombre le retorció dolorosamente las entrañas, y el temor de que el chico no pudiera sentir su conexión volvió a hacerse presente.

Johnny se obligó a respirar, si era así, si Ten no podía amarle incondicionalmente, no se podía permitir espantarlo.

— ¿Quién te ha hecho eso? ¿Estás con alguien? — Preguntó con más calma esta vez.

Ten mordió su labio inferior y apartó la mirada nervioso, ¿qué debía contestar? Por un momento, se planteó no decir nada, no tenía porqué hacerlo, pero sentía la necesidad de darle una respuesta, como si lo más importante en aquel momento fuera calmar a Johnny.

—No estoy con nadie. — Contestó finalmente.

Aquello era lo único que podía afirmar con seguridad. La tensión en los hombros de Johnny salió volando, pero su ira aún no había disminuído.

— ¿Y cómo te hiciste eso?

Ten le miró por un momento, tan imponente y tan irresistible.

—Fue... en una fiesta, todos bebimos y... por la mañana desperté con esto en el cuello. — Vaciló.

Johnny se acercó, Ten estaba mintiendo, lo sabía. Sus pupilas rehuían su mirada, él sabía perfectamente que Ten no había ido a ninguna fiesta en el último mes.

— ¿Por qué me mientes? — Preguntó en tono bajo pero autoritario.

Sus cuerpos estaban apenas a un centímetro de distancia, pero no llegaban a rozarse siquiera. Ten vaciló antes de clavar su mirada caramelo en los ojos obsidiana de Johnny.

—No lo sé, no sé cómo apareció esta marca en mi cuello.

Johnny frunció el ceño, el chico parecía decir la verdad esta vez. Gracias a su conexión, se le hacía muy fácil leer las expresiones de Ten. Lentamente alzó la mano y colocó la palma abierta sobre la marca. Un fuego abrasador quemó sus pieles con intensidad, pero ninguno se apartó, demasiado aturdidos por la repentina sensación.

De pronto, una serie de imágenes se reprodujeron en sus mentes. Era aquel sueño compartido, el sueño en el que Johnny marcó a Ten como suyo, pero esta vez, Johnny alzaba la cabeza y sus miradas conectaban de manera arrasadora.

Cuando la proyección terminó, sus cuerpos se habían unido inconscientemente y sus respiraciones eran agitadas y erráticas, se miraron a los ojos en la vida real, sintiendo la mútua sorpresa y algo más, un sentimiento misterioso y profundo, con la intensidad de mil carros de fuego corriendo en el infierno. Sin poder contenerlo más tiempo, sus bocas se devoraron en un beso profundo, ardiente y desesperado.

La mano de Johnny acarició la marca y su otro brazo rodeó con posesión la cintura de Ten. Nunca había sentido algo tan intenso, aquello no era tocar el cielo con las manos, aquello era como irrumpir en el paraíso con un ejército de caballeros bárbaros, arrasando con todo a su paso. Los labios de Ten eran suaves y dulces, gruesos y perfectos, y jamás sería capaz de dejarlos marchar. Un único beso y su vida había dejado de pertenecerle. Por esos labios se veía capaz de morir y de matar, de rogar y suplicar y de luchar hasta el final para que nunca se alejaran.

No eran demasiado conscientes de su entorno, todo lo que podían sentir eran sus pieles en contacto y aquella incontrolable quemazón que recorría sus cuerpos de manera tan placentera.

Finalmente, separaron sus bocas muy lentamente, pero no movieron ni un milímetro sus cuerpos. Debían permanecer en contacto, era una necesidad. El primero en romper el silencio fue Ten.

— ¿Qué ha sido eso?

Hablar era una misión verdaderamente complicada, los jadeos entrecortaban sus palabras. Johnny no sabía muy bien qué contestar, pues ni él mismo estaba seguro de la respuesta. La intensidad de aquel beso había frito su cerebro.

—No... no estoy muy seguro.

Llevó la mano que descansaba en el cuello de Ten hacia sus labios y los acarició con adoración, como si se trataran de alguna divinidad pagana. Aquel chico no podía ser un humano normal, no con su sonrisa de ángel y sus besos de demonio. Íncubo, era lo primero que se le pasó a Johnny por la cabeza, pero rápidamente lo descartó, Ten era un ser demasiado puro, el infierno caería ante su belleza.

Las manos de Ten habían acabado atrapadas entre ambos cuerpos, y podía sentir a la perfección el alocado ritmo cardíaco de Johnny. Aquello no parecía real, aquella abrumadora sensación no podía serlo. Era demasiado fuerte incluso para tratarse de amor, demasiado mágico y celestial... no humano.

Ninguno parecía querer separarse, unidos en un apretado abrazo en mitad de una calle cualquiera, sin poder controlar sus respiraciones y con profundas miradas de deseo y algo parecido al amor. Johnny sabía que no podía continuar con su plan, debía contarle la verdad a Ten. Finalmente, y haciendo un esfuerzo sobrenatural, consiguieron separar sus cuerpos y dirigirse hasta la moto de Johnny. Ninguno dijo una palabra en todo el trayecto hacia la casa del humano, pero sus cuerpos volvían a estar en contacto y eso era suficiente.Cuando llegaron y tuvieron que separarse definitivamente, algo en el interior de Ten gruñó.

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