▬▬▬ O28 ; WYANET

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Ten había ido a aquel lugar guiado de una corazonada, aunque no le sorprendió encontrarse con la persiana bajada del restaurante. Eran la siete de la mañana, no había ningún motivo lógico para que Tutsi abriera un restaurante de comidas a esas horas.

— ¿Y bien?

Jungwoo le esperaba apoyado en el coche, mirando los nerviosos movimientos de su amigo. Ten le ignoró, dio vueltas por la acera, intentando pensar. Necesitaba encontrar una solución rápido. Su vínculo con Johnny le decía que aún seguía con vida, pero cada vez se encontraba más débil. Poco a poco, Ten también sentía cómo sus fuerzas se consumían. Su vista se fijó en un callejón junto al restaurante, caminó hacia él. El lugar olía a la basura que rebosaba de los dos contenedores metálicos que se encontraban al fondo y a agua de desagüe, aunque eso no le impidió ver la puerta que se encontraba justo en el centro de la calle sin salida, en la pared derecha del restaurante. Ten corrió hacia ella e intentó abrirla. Tiró, pero la hoja metálica parecía no querer moverse. Dejó caer todo su peso sobre el pomo hasta que, finalmente, se abrió con un estruendoso chirrido.

— ¿Qué se supone que quieres encontrar aquí?

La voz de Jungwoo a sus espaldas le sobresaltó, había estado demasiado preocupado por encontrar una manera de entrar como para fijarse en que seguía ahí. Ten suspiró y se giró, mirando de frente a su amigo. Jungwoo le sacaba más de una cabeza, y era sumamente guapo. No del tipo de persona que vas por la calle y te pararías a mirar, si no de esas personas que tienes que conocer muy bien para darte cuenta de que le salen hoyuelos cuando sonríe, que sus ojos brillan cuando está contento o de que su rostro es tan simple que eso lo hace perfecto. Jungwoo tenía una belleza sencilla que le hacía único, acompañada de una personalidad tan brillante como el Sol. Ten podía entender porqué Taeyong se había enamorado de él. Sabía que, para Jungwoo, sus amigos eran lo más importante. Sus padres se divorciaron cuando él era un niño. Su padre padre se mudó a Francia y llevaba años sin verle, y su madre se pasaba la vida entre viajes de negocios. La familia de Jungwoo tenía mucho dinero, pero no era una familia. Y aquel calor, aquel cariño que no le aportaban las personas de su sangre, lo encontró en Ten y Taeyong. Ten sentía las lágrimas queriendo escapar mientras veía a su alegre amigo mirándolo sin entender nada. Su madre no sería la única en quedar devastada si algo le ocurriese.

Sin poderlo evitar, Ten se lanzó a los brazos de Jungwoo, que lo cogió al vuelo.

—Hey, Ten-ssi, ¿qué pasa? — Preguntó preocupado, mientras le acariciaba la espalda suavemente intentando consolarle.

Ten intentó recobrar la compostura antes de separarse y mirar directamente a los expresivos ojos de su amigo.

—Woo, me has ayudado tanto que no podría terminar de pagártelo ni con una vida extra. Y no me refiero solo a hoy, siempre has estado ahí, a mi lado, ayudándome a levantarme cada vez que me caía. Igual que Tae. Son los mejores y los más testarudos amigos que alguien podría tener. Por favor, dejen de fingir que no están locos el uno por el otro. — Ten sonrió cuando vio el sonrojo en las mejillas de Jungwoo. —Te quiero mucho, os quiero a los dos. Pero ahora necesito que dejes de ayudarme, ya has hecho suficiente por mí, más de lo que podría pedir. No puedo decirte demasiado, pero esto tengo que hacerlo solo.

— ¿Por qué tengo la sensación de que algo malo va a pasar? — Preguntó, con la voz estrangulada y los ojos anegados en lágrimas.

Ten sonrió suavemente y acarició su mejilla.

—Vete a casa, Jungwoo. Es lo último que te pediré.

—Prométeme que tendrás cuidado, me lo debes. — Bromeó, con una triste sonrisa en sus labios.

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