▬▬▬ O22 ; SEÑORA LEE

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— ¿Y bien? Entonces, ¿le has marcado?

La curiosidad se reflejaba plenamente en el joven rostro de Jaehyun. A Johnny le había costado un mundo mantenerlo callado hasta que llegaron a su cabaña.

—No.

—Pero, lo han hecho, ¿verdad? Apestas a dulce.

—Sí.

— ¿Y entonces? Él es tu mate, ¿Verdad? ¿Por qué no lo has hecho definitivo? No me digas que ahora tienes dudas...

Johnny miró a su inquieto mejor amigo con seriedad.

—No tengo dudas, Jaehyun. Él es mi pareja predestinada. — Sentenció, sin dejar lugar a discusión. —Pero Ten sigue siendo un humano, y no sé si la marca sería efectiva en él. Tampoco sé cómo reaccionaría su cuerpo. A los omegas no les produce ningún dolor, pero él no es un omega, y si le hiciera daño, por mínimo que fuera..., nunca me lo perdonaría.

Jaehyun aún no podía acostumbrarse a oír a su mejor amigo y alfa de la manada hablar con tanto amor de alguien. En el usualmente serio rostro del chico se pintaba una sonrisa automática con la mínima mención del humano y sus ojos chispeaban con emociones que nunca imaginó ver reflejadas en él. Sí, Johnny se había enamorado y ya no había vuelta atrás.

—Además, primero debo hablarlo con él. No sabe lo que es una marca, ni lo que ello supone. Si le muerdo y funciona..., quiero que sepa lo que significa, no puedo enlazarle a mí por obligación. Creo que estoy entrando en mi calor, esta mañana sentí el impulso. Cuando llegué con Ten él...

Johnny lo pensó por un momento, ¿aquello tenía algún tipo de sentido?

— ¿Él qué? ¡Vamos, suéltalo!

—Él...parecía estar también en una especie de celo. En cuanto me vio, se lanzó hacia a mí y hundió la cara en mi cuello, como si estuviera oliéndome, como haría cualquier omega en su calor. Además, estoy bastante seguro de que produjo lubricante natural y, que yo sepa, los machos humanos no lubrican.

Jaehyun abrió los ojos con sorpresa.

—Pero, eso es como si Ten fuera...

—Un lobo.

—Pero eso no puede ser, ¿verdad? ¿Un lobo que vive entre humanos y que no puede transformarse?

—No lo sé, su aroma tampoco es como el de ningún otro humano, aunque por un momento pensé que era porque es mi mate. Pero tú mismo dijiste que olía a omega, un aroma muy potente, además.

Jaehyun palmeó la espalda de su amigo, intentando consolar sus preocupaciones.

—Por el momento, yo me centraría en llevar a cabo la unión. No le des demasiadas vueltas, los he visto juntos, vi cómo te miraba y estoy seguro de que te ama tanto como tú a él.

—Eso es imposible.

Una sonrisa distraída se paseó por el rostro de Johnny.

—En serio, ¿Quién eres tú y qué has hecho con mi amargado mejor amigo?

Un golpe en la cabeza cortó la burla de Jaehyun.

—Eres imbécil, pero creo que tienes razón. Tengo que hablar con Ten, no aguantaré un segundo más sin enlazarme con él.

—Creo que deberías esperar a mañana, la noticia de los cazadores no tardará en propagarse y todos querrán hablar contigo. Johnny suspiró.

La carga que suponía ser el líder de una manada pesaba aún más en sus hombros desde que conoció a Ten. Él solo quería pasarse todo el día abrazando a su pequeño, disfrutando de su voz, su tacto, sus caricias, pero no podía dejar de lado las responsabilidades de la manada. Él era un buen líder, un alfa responsable que se preocupaba por los suyos y que, además, había tenido la suerte de encontrar al amor de su vida, aquel al que las estrellas le habían encomendado. Su vida parecía perfecta en aquellos momentos.

Como predijo Jaehyun, aquella tarde no dejaron de llamar a su puerta los preocupados miembros de la manada. La noticia de los cazadores se había extendido junto a la preocupación. Johnny y el resto de miembros del consejo organizaron el plan de vigilancia y, para cuando quiso darse cuenta, ya había anochecido.

A primera hora del día siguiente, cuando el Sol comenzaba a despuntar, Johnny aprovechó la quietud del alba para coger su moto y conducir hasta la ciudad. Hablaría con Ten, le explicaría qué es la unión y le propondría pasar juntos el resto de sus vidas. Estaba nervioso, aquella propuesta era el equivalente al matrimonio humano, aunque no había marcha atrás para la unión lobuna. Quizá fueron esos mismos nervios los que hicieron que no se diera cuenta de la presencia animal que seguía su vehículo entre las sombras.

Eran apenas las siete y media de la mañana cuando Johnny llegó a casa de Ten. Suponía que aún no habría salido hacia el instituto y que no tendría que cruzarse con nadie mientras escalaba hasta la ventana de la habitación del humano. Aunque en eso se equivocó. Sentada en el porche de la casa de Ten, mirando a la nada, la figura de una mujer era envuelta en el humo de un cigarrillo a medio consumir. Johnny podía verla con claridad, a pesar de la escasez de luz. Era joven, pero parecía tremendamente cansada, con los hombros caídos y pronunciadas ojeras, su esbelta figura cubierta por un viejo batín azul.

Johnny pensó en esconderse y esperar a que la mujer se marchara, pero ella se adelantó.

— ¿Buscas algo, muchacho?

Su tono no era hosco, más bien resignado.

Johnny se acercó con cautela, la grisácea luz del amanecer ya comenzaba a dar vida a las calles.

— ¿Buscas a mi hijo?

Johnny no respondió, aquella mujer era la madre de Ten y le estaba hablando, pero él era incapaz de contestar.

La mujer suspiró.

Dio una última calada a su cigarro antes de dejarlo caer y aplastarlo con la suela de su zapatilla de estar por casa. Se levantó en su corta estatura, quedando una cabeza por debajo de Johnny, y clavó su mirada en la del chico. Unos ojos cansados y cristalizados que le hicieron estremecer.

—Eres un lobo, ¿verdad?

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