••Resumen de mi vida••

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Aún recuerdo cuando fue la última vez que sonreí públicamente. Era un 13 de mayo, tenía en aquel entonces 12 años. A esa edad descubrí el intenso dolor de perder a un familiar.

Mi madre murió frente a mí y no pude evitarlo; Un cáncer avanzado no se detiene ni por las lágrimas de una niña. Ese día la muerte se la había llevado, pero también una   parte de mi se había ido con ella.

En muchas ocasiones quise volver a ser la misma de antes pero Victoria Vinez no lo logró.

Ahora tengo 17 años, convivo infeliz junto a mi nueva familia, debido que, mi padre se volvió a casar. Su amada Lady me detesta, al parecer, yo no formó parte de su núcleo, cosa que a mí me da igual, porqué no pienso pertenecer tampoco.

Solo quiero que me dejen tranquila y pasar desapercibida hasta que la agonía de mi existencia me consuma. O ese es el plan.

–Ese es un plan muy estupido –dijo Thomas, mi único amigo en todo el mundo. Él no sentía lástima por mí y tanto su sarcasmo como su sinceridad directa forjaron nuestra hermosa y tóxica amistad.

–¿De que hablas?, es un plan excelente –Aseguré–voltee y vi su cara pecosa en clase de biología.

–Que tu madrastra te trate como escoria cuando tu padre no está y te lo cayes no es un excelente plan Victoria Vinez –opinó el castaño.

Sé que tenía razón, pero la felicidad de Oliver Vinez iba más allá que una simple confesión de su desdichada hija.

–Ok, ya no te quiero escuchar más, y lo que digas no me interesa Thomas Benjamín West –exclamé en voz baja.

Éste me miró sorprendido
–Si, cambia el tema como siem... –sus palabras fueron interrumpidas por el Sr Morrison.

–Vinez y West, ustedes otra vez –

–Sr Morrison, yo se lo puedo explicar. No es nuestra culpa lo que pasa es que..–Pero fue callado nuevamente.

–Lo que pasa es que se van de mi clase –completó.

Observándolo indignada recogí mis cosas mientras todos nos abucheaban.

El bullicio nos siguió hasta que salimos. Por si fuera poco el pasillo estaba solitario, no me iba a quedar ahí. Así que seguí mi rutina.

–¿De nuevo nos vamos a fugar? –preguntó Thomas siguiendo mis pasos.

–No te estoy obligando, tú eres el que siempre me sigue –recalque.

–Y no me quejo –declaró.

Ya con el colegio detrás, estuvimos recorriendo toda la manzana viendo las vitrinas y sus interesantes mercancías que llamaban nuestra atención.

Nos detuvimos frente una tienda de discos, enseguida mi acompañante entró dando saltos como niño pequeño en juguetería. Por mí parte me quedé afuera a la espera del mismo.

La paciencia no era una de mis virtudes, cruce los brazos y busqué comodidad en la pared del establecimiento.

De inmediato una multitud se aglomero en la acera de la otra calle. Entre la gente se veía una mujer de contextura media, está hablaba en un parlante ofreciendo todo lo que vendía. Decidida a distraerme crucé hasta llegar a ella, quién me recibió con una sonrisa.

–Puedes mirar lo que quieras sin compromiso cariño. Todo está a mitad de precio –Informó.

Caminé a lo largo de la mesa, observando la variedad de artículos de segunda mano que estaban sobré está.

Lámparas, cuadros, ropa, adornos de porcelana, entre otras cosas, cubrían de punta a punta la extensa madera.
Mis manos pasaron de un viejo relicario a una caja musical cuya melodía apenas sonaba. La cerré y la deje en su lugar.

De pronto mi corazón se aceleró al ver un libro con una portada muy familiar, enseguida que lo tomé lo reconocí. Era el Principito de Saint Exupéry, mi madre solía leerlo antes de irme a dormir. El sentimiento de nostalgia me invadió y con ello las ganas de llorar, pero lo retuve.

–Tambien es mi libro favorito –confesó la vendedora al mirarme interesada.

–¿Cuántos pides por él? – pregunté.

Lo pensó por varios minutos, echando una breve ojeada al libro y a mi.

Soltó un breve suspiro para luego decir:

–No es nada, llévatelo y cuídalo ¿Si? –contestó decidida.

A pesar de mi mal día, ese gesto y ese regalo calmaron el desánimo que traía desde el colegio.

Le agradecí, la verdad era un privilegio tener uno de los mejores obras clásicas de todos los tiempos. Lo guarde con cuidado y me retiré el lugar.

Luego de sacar a Thomas a empujones de la tienda me fui a casa. Por suerte Lady no había llegado y pude entrar sin problemas.

Después de preparar mi almuerzo que no era más que dos galletas y un vaso de jugo de naranja, me encerré en el cuarto como de costumbre. Saqué el libro y me senté en la cama a leer.

Todo iba de maravilla, mientras me adentraba en las aventuras del Principito recordaba a mamá y su ingeniosa voz para imitar cada personaje. También el hecho de que me explicaba con detalle todas las frases que se encontraba. A según su criterio me serían útiles para un futuro.

Sin darme cuenta, ya me encontraba en el capítulo 21 y había anochecido. ¿Tanto así había leído?, iba a dejarlo pero decidí continuar.

Fuí hacia la ventana, me acomodé como pude retomando la lectura. Pero entonces me di cuenta de algo; unas cuantas líneas estaban subrayadas con un intenso color amarillo.
Al parecer al antiguo dueño le había llamado la atención una frase en específico:

"He aquí mi secreto, que no puede ser más simple, sólo corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos" –Susurre–me quedé pensativa analizando cada palabra, pero el ruido del cuarto de a lado me hizo entender que Lady había llegado. Así que le di fin a mi tiempo de paz, luego seguiría con la historia.

Dejé el libro sobre la mesita de noche y tomé una ducha larga.

–Solo con el corazón se puede ver –murmuré– envolví mi largo cabello negro en espuma y lo enjuague con delicadeza –Mi corazón se marchito hace tiempo, tal vez, por eso no veo más allá de mis problemas.

Cerré la ducha y escuché el fuerte golpeteo en la puerta. Estos eran los momentos en que agradecía tener baño dentro de mi habitación.

–¿Cómo se te ocurre agarrar de mis galletas?, estúpida infeliz –gritó mi madrastra del otro lado.

–Tengo entendido que las galletas son para la familia, no solo para ti –opine.

–Tu no tienes derecho a comer sin mi permiso, le diré a tu padre lo rebelde que te has vuelto – manifestó.

Sabía que no era lo único que le diría, solía llenarle la cabeza de mentiras.

Escuché el sonido de sus tacones alejándose, lo que causó que soltará un suspiro de alivio, no quería alargar más la discusión.

Tres CondicionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora