Día 5 Reencarnación

100 10 0
                                    


El despertador marcaba las 7am y otra vez su sueño había sido interrumpido por la misma pesadilla que acarreaba desde a saber cuanto, exaltado y con un sudor frío sobre su cuerpo, en mitad de la penumbra de su habitación ,pues aun el sol descansaba antes de iluminar el cielo.  Levi salió de la cama en busca con pasos algo torpes y en un primer instante la vista nublosa, tanto que tuvo que cerrar un instante sus ojos y con sus dedos índice y pulpar frotarse los mismos dando un suspiro agotado de aquella sensación de sentir que había salido airoso de un peligro inminente pero con una culpa inmensurable, una vez estuvo en la cocina abrió la nevera y se sirvió un vaso de agua fría. Sentía aun su corazón ciertamente acelerado y aquel sentimiento que lo invadía, pero no entendía porque.

Desde hacía años tenía problemas de sueño debido a aquella pesadilla, siempre la misma, sin alteración alguna, en donde se encontraba huyendo de algo en un bosque verde en el que los árboles eran tan grandes que de seguro ni se podría ver la copa de los mismos, con unos troncos tan anchos que no se podrían ni serrar, podía sentir el aroma a tierra mojada, sentir como cabalgaba sobre un corcel de pelaje negro, notar como los músculos de este se tensaban y movían para galopar lo máximo que sus patas le permitiesen, podía sentir el viento contra su cara alborotando su cabello. 

En aquel sueño iba con una chica, una chica de cabellos cobrizos y una sonrisa verdaderamente bonita, trasmitía mucha ternura y en parte era tranquilizadora, porque a pesar de saber que estaban en una situación de riesgo donde se encontraba tenso ella lo calmaba, pero eso solo era en la primera parte de aquel sueño, parecía que tenía buen trato con ella pero lo que se le hacía raro era que ella lo llamaba "capitán" ¿capitán de que? No lo entendía, no sabía bien que hacían allí y que clase de grupo lideraba, pero al final del sueño solo sabía que podía escuchar sus gritos de agonía y total pánico, capaz de ver su rostro de terror y su vivaz mirada desaparecer, cuando él llegaba hasta ella ya era tarde, estaba muerta, con la mirada vacía, sangre en su rostro y la piel cada vez más pálida perdiendo el rastro del calor corporal. Era como un fantasma que lo atormenta y él sin saber quien era ella sentía pena, dolor, arrepentimiento... Sentía que la había fallado. 

Intentó al principio solucionarlo a su manera, ignorando aquello pensando que solo se trataba de un sueño basado en su estrés o algo parecido, pero no fue así, por consejo de sus amigos más cercanos fue a un psicólogo, estos le decían que sufría de un trauma y que no solo eso si no que le detectaron ansiedad social e insomnio, aquello último no era nada nuevo para él pues era raro el día que lograba dormir más de cinco horas y bueno siempre había preferido estar en grupos pequeños y evitar la multitud y ciertamente no sabía tratar a la gente, además que le daba cierta ansiedad tener que socializar, más cuando se trataba de gente que no conocía, pues sentía que él no pertenecía a aquello. Aunque siempre disimuló bien aquello con su mirada fría como si nada le importase.

Sentía que yendo al psicólogo no iba a ningún lado, en el momento en el que le recetaron pastillas puso punto final a eso, no quería estar drogado para evitar aquello, quería entender porque soñaba con aquella chica, no camuflarlo con medicinas que no entendía que tan buenas eran para él.

Después de tomar un vaso de agua fría decidió que lo mejor para aliviar su corazón agitado sería una buena ducha de agua fría, era mejor ignorar aquello y fingir que nada había sucedido, de todas formas llevaba viviendo así casi toda la vida, aunque cuando acudía al trabajo parecía siempre estar buscando algo, o más bien a alguien, a aquella chica pelirroja de sus sueños, nunca lo diría en voz alta pero se sentía idiotamente atraído por ella y por el misterio que llevaba, aquellos pensamientos golpeaban su mente mientras el agua de la ducha caía sobre su cuerpo deslizándose las gotas por su piel hasta el fin de este, podía jurar que sabía como era el roce de su piel con el de ella, cerrando sus ojos imaginando que aquellas gotas fuera las manos de aquella chica, podía jurar que era como si aquello hubiera pasado, como si realmente su piel recordara el tacto de aquella chica de cabellos rojizos como las hojas en otoño al caer.

Manual de una perdida | RivetraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora