2.

2K 76 0
                                    


Natalia soltó una leve carcajada.


- Buena chica. Sigue rechazándolo. – sonrió. Una sonrisa limpia y blanca, que haría estremecer a cualquier mujer con solo verla. Cogió su calibre del 38 y lo colocó en su cinturón, camuflado.

Pablo la miró triste.


- ¿Qué es lo que no te gusta de mí? – dijo abriendo los brazos.
- A ver... - Alba puso los enormes ojos chocolate, en blanco. – que sí, que eres muy atractivo y que tendrás a muchas mujeres detrás. Pero a mí, no-me-gustas.


Pablo se le abalanzo. Las alarmas de Natalia se despertaron y se dispuso a salir. Pero lo úMiki que hizo Pablo fue besarla. Alba lo forzó a dejarla.


- Piénsalo ¿sí? – se giró, dejándola perpleja.


Alba negó con la cabeza y se metió en la clínica masajista de nuevo.

- Bien... - Natalia miró el reloj. Las ocho.


Sintió que alguien entraba en la clínica. Se fijó en quien era. Una mujer, más o menos de la edad de Alba. Morena, pelo recogido. Iba con una falda apretada negra, dejando ver las piernas. Una blusa blanca, escotada que daba bastante a la imaginación. Natalia volvió a sonreír.


- Vaya con la secretaria, tampoco se queda atrás. – abrió la puerta del coche y salió, cerrando con el mando inalámbrico el precioso Lamborghini.

La mujer que acababa de sentarse en la silla del escritorio principal alzó la mirada. Los ojos caramelo recorrieron descarados a Natalia. Perfecta diosa griega, podría hacer mojar las bragas de cualquier mujer con solo mirarla. Una camiseta negra, ajustada, que dejaba ver que debajo había unos brazos formados y daba a imaginar que abdomen tendría... unos pantalones del mismo color, con bastantes cortes a lo largo de ellos. Y unas botas militares. La secretaria se movió en su asiento, era una mujer excitante. La miró a los ojos, intentando recuperar la compostura.


- Hola... ¿La puedo ayudar en algo?
- Ajá.
– dijo con un tono ronco, vacilante. – Quiero hora con la señorita Reche. Necesito urgentemente que me trate la espalda. La secretaria miró en la agenda.
- Bueno... ¿para cuándo lo quiere?
- Para ahora mismo.
– la mujer abrió algo los ojos.
- Oh... creo que esta hora... - recorrió con el dedo la agenda. – Si, está libre.
- Entonces ¿puedo pasar ya?
– dijo con una espléndida sonrisa que terminó de aturdir a la secretaria.
- Sí, claro, claro... - dijo hundiendo los ojos en los labios de Natalia.
- Gracias.


Disimuladamente, colocó una mini cámara en la parte posterior de la mesa de la secretaria. Luego se dirigió a la puerta donde ponía 'espere su turno'. Entró sin avisar, sabiendo que aún era observada por la secretaria.
- Madre mía. – susurró la secretaria observando el culo de Natalia.

Alba no se dio cuenta de que alguien había entrado en la clínica. Y a esa hora no venía prácticamente nadie. Así que se había empezado a cambiar. Natalia se encontró en un pasillo, no muy largo. Dedujo que era la primera puerta a la derecha. 'Dra. Reche'. Natalia entró sin llamar a la puerta.


Se encontró con la mujer de antes, Ahora solo en ropa interior. Alba se giró, sobresaltada. Natalia no pudo evitar quedarse mirándola. Unas curvas perfectamente hechas para que ella pasara la lengua. Pechos pequeños pero firmes enfundados en un sujetador gris, del mismo color que el tanga, que dejaba a la vista un buen culo. Alba se tapó con su bata de masajista.


- ¿Se pensaba quedar mirándome todo el día como una babosa? – le espetó Alba, cabreada y sonrojada.


Natalia se rió. Además con buen carácter. Eso la ponía mucho.

Alba era buenísima. Al menos con su trabajo, había conseguido que se exitara con tan solo un masaje de espalda. Nunca le había pasado algo así. Natalia salió del centro de masajes después de colocar alguna que otra cámara en lugares claves. Fue hacia el café en el que había quedado con Mimi. Entró y se pidió una cerveza, bien fría. Dejó su chaqueta al lado de la butaca del bar mientras esperaba a la camarera o a que llegara Mimi, así como ella y muchos otros la llamaban en el trabajo.

- Hola, cielo. – alzó la vista del periódico. Aquella rubia despampanante era el centro de miradas ahora. Se sentó frente a ella.
- ¿Hace mucho que me esperas?
- No, diez minutos.
– Natalia no expresó nada facialmente. Una fría sonrisa.
- Ok... aquí tienes lo que me dio Carlos para ti. – Le pasó un maletín – está todo dentro.

Protegeme (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora