39.

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- ¿No me jodas? ¿Hasta con un chándal?
Natalia hizo una expresión graciosa.
- Sudada y con unos shorts... y camisa... hum... - rodó los ojos. – sí, sí, definitivamente, sí.
Ella le desabrochó la camisa, hasta quitársela. Recorrió el cuerpo de la morena con las manos, hasta llegar a la hebilla. Natalia la ayudó, quitándose los zapatos y los pantalones.
- Tengo frio. – musitó ella.
Eso bastó para que Natalia apartara las sabanas y se metieran las dos dentro.
- Humm... así mejor... - dijo tapándolos a los dos. El calor emanaba de ambos cuerpos.
Natalia la levantó un poco para quitarle el sujetador.
- A pesar de llevar más de cuatro años contigo, me sigue fascinando verte desnuda... - dijo observándola. – eres... eres... espectacular.

Natalia le quitó las bragas de un tirón. Antes de volver a la altura de Alba le dejó un pequeño beso en el Monte de Venus. Alba buscó el borde de sus calzoncillos y los bajó.
- Y dicen que el deseo entre una pareja se termina a los dos años de estar juntas... - musitó Alba, mirando a Natalia a los ojos. La morena se echó a reír.

- Pues te puedo asegurar que el nuestro no se apagará nunca.
- ¿Ni a los ochenta?
- Ni a los ochenta, ni a los noventa. Llegaremos a los cien y seguiremos haciendo el amor como salvajes. -
Alba se rió a carcajadas. Natalia adoraba ese sonido... adoraba verla reír, simplemente, verla sonreír. Verla feliz, feliz a su lado.

- Nos dará un paro cardiaco.
- Pues que nos lo de, al menos, nos cogerá mientras nos queremos...
- Alba lo miró, emotiva de nuevo. – Oh, veo que hoy estás sensible.
- Es que tú me pones sensible.


Natalia no dijo nada más, solo la besó. Mientras buscaba la ya conocida entrada a su cuerpo, mientras la penetraba, tan suavemente que la respuesta de ella fue un dulce gemido de su boca, contra la de Natalia. La morena se movió, despacio, muy despacio, lentamente. Arriba, abajo. Las piernas de Alba se entrelazaron con las de ella. Los brazos se juntaron, terminando en un par de manos entrelazadas. Las bocas seguían moviéndose en ese juego erótico, en ese baile del amor. Y acompañando pequeños mordiscos, más lametones, Natalia se movía suave, consecutivamente, dentro de ella. Como la primera vez. Y lo adoraba. Tanto, que le hizo perder la noción del espacio-tiempo. Llegar al séptimo cielo no era fácil. Pero con Natalia, todo era posible. Y ellas dos ya habían sobrevolado hasta el duodécimo.

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Alba se despertó. Del todo satisfecha, se sentía bien. Una mujer amada. El simple hecho de mirar a Natalia la complacía, más que a nadie en ese mundo. Era hermoso... Natalia estaba acostumbraba a dormir boca abajo, con una mano metida entre la almohada y el colchón. Ella se aseguró de que Olivia aún dormía. Y bajó a prepararse un café para despejarse. La noche anterior, había sido... tan perfecta. Tanto, que se había olvidado de la cagada de sus padres. Natalia la había amado con tanto cariño... que recordarlo solo hacía que la piel se le erizara.

Puso el café en la cafetera y esperó a que la leche se calentara. El timbre sonó. Una vez, muy corta. Se acercó a la puerta y abrió. No había nadie. Qué raro. Vio que un enorme ramo de flores adornaba la entrada. Lo cogió, sonriente. ¿Natalia? ¿Otro de sus detalles? Dejó el ramo en la encimera de la cocina y abrió la pequeña carta, con un sobre rosado. El papel era de un tono más clarito.

'Las rosas son rojas, mi amor. Las violetas azules... y Olivia es igual de hermosa que su madre.'
Y debajo, en más de una firma, ponía 'Casa morada, Toluca Lake.'

Uno. Esa letra no era de Natalia. Dos. No había firma. Tres. ¿Por qué narices le dejaba esa dirección? Alba había vivido el suficiente tiempo en Los Ángeles como para saber que en esa casa no vivía nadie.

Alba se abrochó fuerte el cinturón del albornoz. Salió de nuevo a la calle y tiró el ramo de rosas en el contenedor del vecino. Si Natalia la veía era capaz de montar un operativo para saber quién las había mandado.
Sabía cómo era, y sabía lo celoso que era. Cuando entró de nuevo a casa, el sonido de la televisión la distrajo.

- Oli, son las nueve, ¿Qué haces despierta?
- No tengo más sueño mamá. ¿Llamaste a ama?
Olivia miró a su madre y negó con la cabeza. Luego volvió su vista de nuevo, a los dibujos animados. ¿Dónde está Perry? La niña rió.
- ¿Quieres desayunar algo, mi amor? – dijo Alba apagando el fuego de la cafetera.
- No. – dijo Olivia.
- ¿Por qué no?
- Porque no tengo hambre.

Alba vertió el café en una taza e hizo mitad y mitad con un poco de leche.
- ¿Ni una galletita? – le dijo Alba haciéndole cosquillas a la barriga.
Olivia rió con gusto.
- No mamá. – seguía riendo. – para, para. – dijo con su voz gritona y aguda.
De una niña de cuatro años.
El café se tambaleó, hiendo a parar en el regazo de Alba
- Mierda. – se quejó Alba. – Quema, quema. – fue hacia la cocina y cogió un trapo.
- Mamá, has dicho una palabrotaaaa... - dijo Olivia con un retintín, como si se fuera a chivar.
- Lo siento, lo siento. – dijo Alba. – Eso no se dice, tú no lo digas nunca ¿eh?
Olivia se rió. Los muslos de su madre estaban empapados y pegajosos, llenos de café.
- Ahora tendrás que ducharte... - canturreó la niña. – por hacerme cosquillas. – puso una cara coqueta y señaló con un dedo hacia arriba.
- Pues tú vendrás conmigo. – sonrió Alba.
- No quiero bañarme.
- Oh si, vas a bañarte con mamá.

Olivia negó con la cabeza y se fue corriendo. Alba la persiguió y la cogió, levantándola, haciéndola volar. Haciéndola reír.

Olivia palmeó el agua. Salpicó, cayendo al suelo. Algunas gotas fueron a parar a la cara de Alba. La rubia cogió el jabón y vertió sobre el pelo de su hija. Olivia cogió una gran cantidad de espuma y sopló.
- Luego me ayudarás a fregar todo esto.
- Valeeeee.
– se rió la niña. – pero cojo yo la fregona. – Aunque la fregona era más grande que Olivia.
- Como quieras. - Alba le frotó la cabeza. Olivia cerró los ojos y sonrió.
- Me gusta. – dijo riendo. – te quiero.
- Y yo, mi vida.
- Alba se inclinó hacia adelante y Olivia le dio un beso en la mejilla.
- Mamá, ama y tú ¿Cuándo os vais a casar? – dijo ella.
- Dentro de un par de semanas. – contestó Alba emocionada.
- ¿Te vestirás como la cenicienta? – dijo Olivia abriendo los ojos. – yo quiero un vestido así.
- No mi amor, no me vestiré como la cenicienta.
– sonrió Alba, y le acarició uno de esos gráciles pómulos. – pero será parecido.
- ¿Es muy bonito?
– dijo Olivia girándose y mirando a su madre.
- Mucho. Es largo y blanco.
- ¿Y el mío?
- No lo sé aún. Hoy es sábado ¿quieres que vayamos a mirar en alguna tienda?
- Si, si ¡sí! –
dijo coqueta. – lo quiero de color azul.
- Entonces lo escogeremos azul. –
sonrió y le pellizcó una mejilla.
- ¡Mamá! - Alba se sobresaltó.
- ¿Qué pasa?
- ¡El diente! ¡Cuidado!
– dijo Olivia poniendo morros. Luego abrió la boca y se movió el diente que se le estaba a punto de caer.
- Oh dios, no me acordaba mi niña. Pronto vendrá el ratoncito ¿cierto?
- Si.
– sonrió Olivia. – Mamá, ahora te enjabono yo el pelo.
- ¿Tú?
– dijo Alba no muy convencida.
En ese momento alguien tocó la puerta. Natalia entró.
- Buenos días mis reinas. – sonrió la morena, aún medio dormida.


Alba lo encontró de lo más sexy. Con una camiseta gigante. Y ese pelo despeinado. Y, hum... esa erección matutina. Si Olivia fuera un poco más mayor... Alba se sonrojó. Natalia ya no podría ir tan a la fresca cuando Olivia tuviera unos diez años. Pero ¿para qué preocuparse? Aún quedaba mucho. Natalia se puso en cuclillas y besó a Alba. Dos cortos y pequeños besos. Luego le dio un beso a Olivia, en la frente.
- Ama, sal de aquí. – le dijo Olivia cruzando los brazos.
- ¿Por qué? – dijo Natalia abriendo los ojos. - ¿No me quieres?
- Sí, pero mamá está desnuda y no puedes estar aquí.
- Y tú también, enana.
– le dijo Natalia, enseñándole la lengua. - ¿y qué?
- Pero mamá es grande, tú no puedes verla así
. – Olivia se apoyó en su madre, para que Natalia no pudiera ver nada.
Olivia le tiró agua.

- Vale, vale... me voy al baño de abajo.

Alba bajó por el comedor. Frotándose el pelo con una toalla. Aun con los vaqueros pitillo desabrochados. Vestida con una camiseta ajustada a su cuerpo, de color verde pistacho. Y las zapatillas de ir por casa, azul marino, graciosas, donde ponía, 'waiting for the perfect girl' y había dibujado un esqueleto con una peluca rubia.
Rodeó la cintura de Natalia. La morena se puso de perfil y buscó su boca.


- ¿Qué haces, mi vida?
- Algo de desayunar. ¿Quieres?
- Si, por favor. Tu hija me tiró el café por encima.
- ¿Olivia?
- No, el otro
. – le gastó una broma. Natalia rió.
Natalia se giró, esperando a que la tostadora terminara. Ahora sí pudo besarla bien. Sintió la saliva, la lengua de ella, jugar con la suya.
- Mhh... - dijo metiendo la mano, plana, por la abertura de sus vaqueros. La acarició por encima de las bragas. De abajo hasta arriba, hasta el vientre, y de vuelta hacia abajo, en una especie de masaje. - ¿Vas a estrenar hoy el coche?
- Si. –
sonrió. – Oli quiere escoger su vestido de damita de honor. – sonrió emocionada. – y vamos a ir al centro a comprarlo.
- ¿Necesitas...?
- No, Nat, ya tengo.
– sonrió y puso la mano en frente. – A partir de ahora, me valgo por mí misma.
- Siempre lo has hecho.
- Ya, pero parezco una puta mantenida.
- No es eso, es que mi dinero...
- Es también mío. Ya lo sé. Pero no me gusta abusar.
- ¿Puede existir una mujer más perfecta?
– dijo Natalia mirando hacia arriba, como si se dirigiera a Dios.

Alba rió. Natalia la levantó y la sentó encima de la encimera.
- Esa risa me enloquece... - dijo mordiéndole el cuello. – Humm, Oli es mala.
- ¿Por qué?
– dijo Alba mirándolo.
- No me dejo verte nada de nada.
Alba estalló en risas. Natalia metió su mano por el jersey e hizo morros.

- A mí no me hace gracia.
Alba le apartó la mano y se bajó de un salto, terminando de colocarse bien la ropa.
- No Natalia. – dijo imitando a su hija, lo que dijo hace un rato. - Olivia ya es mayor, tú no puedes verla desnuda.
- Oh, oh, oh.
– Natalia rió. – Serás mala. Ya sé de donde lo sacó esa malicia tu hija. – Natalia quedó pensativa. – Por cierto, ¿Dónde está?
- Jugando en su cuarto.
- Alba sonrió y se sentó en una de las sillas. –Nat, hoy por la tarde empieza la Fiesta Mayor. - Alba hizo puchero. - ¿Vamos a ir? ¿No? ¿No? Porfaaa – Natalia le dio un último beso a Alba y se fue riendo, negando con la cabeza.

Protegeme (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora