10.

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A Alba le temblaron las piernas. Cayó de rodillas. Dejó resbalar la pistola por su mano, hasta el parqué del suelo. Natalia la miró, sorprendida. Luego miró a Mimi. Le tomó el pulso, que cada vez iba a menos. Estaba muerta.

- Dios mío... - Alba empezó a llorar. – he matado a una mujer...
La voz le temblaba y la respiración se le empezó a entrecortar. A Natalia parecía que ese estado no le sorprendía. Ella había matado demasiadas veces. Y parecía que, para Alba era la primera vez. Natalia se arrodilló a su lado.
- Shh... tranquila... - le frotó los brazos y la abrazó. – Eeehh, lo tenía merecido.
- ¿Por... qué... no te... sol... taste... de su bra... zo? ¡Es u... na mu... jer! Eres... mu... cho más... fu... erte...
- dijo sollozando. Casi no se le entendía, pero Natalia sacó conclusiones de sus palabras sueltas.
- No sabes lo entrenada que está Mimi. Además, estaba desarmada, si me libraba de su brazo, me dispararía igualmente. - Alba lo abrazó fuerte.
- Nunca... más... - murmuró contra su hombro.
- ¿Nunca más qué? – dijo besándole la frente.
- Nunca más me des este susto... - le cogió la mano y se la puso sobre un pecho. El corazón le iba a mil. Después de unas décimas de segundo más tarde, Natalia se dio cuenta de lo que estaba tocando. Y no tardó en reaccionar. Le acarició la teta.

Su respiración se agitó. Aún en una situación así, a Natalia hubiera gustado tranquilizar a Alba a base de caricias, besos... y mucho más. Sintió como el pezón se le ponía erecto entre sus dedos. Alba se apartó. Aun con la respiración más parada.
Tenía las mejillas húmedas, los ojos color miel inundados en una capa de lágrimas y... y a pesar de ello, un precioso rubor le cubría la cara.
- Nat... - murmuró. Quería levantarse pero sus piernas aún no le respondían. Ella la miró triste.
- No te creas nada de lo que Mimi ha dicho.
- No lo he hecho... yo no pienso eso de ti.

El corazón de Natalia se aceleró. ¿Por qué cojones siento esto? Alba no era una de esas chicas malas... Alba no era una cualquiera. Alba era dulce. Pero... ¿y si volvía a suceder lo de Alicia? Estaba claro que ella no pertenecía a una mafia francesa.
Pero... ¿y si se volvía a enamorar? No... no, joder. Natalia Lacunza nunca había estado enamorada. Nunca. Y Nunca lo estaría. Alicia solo había profundizado algo más. Unos cuantos te amo sin sentido... que no significaban nada, ni para él, ni para ella. Miró a Alba. No se parecía nada a Alicia... ella era diferente. Era... Especial.

Después de tres manzanillas, Alba se sentó al lado de Natalia, a ver un poco la televisión. Miki había vuelto hacia una hora... se había quedado en el pueblo y no había vuelto hasta las once. Él se ocupó del cuerpo de Mimi, después de contarle todo lo que había sucedido. Natalia y Alba volvían a estar solas y por suerte Alba ahora más calmada.
Apoyó su cabeza en el hombro de Natalia.

- ¿Te importa? – murmuró, mirándola.
- Claro que no. – sonrió.
Natalia sonreía poco. Ella ya había dicho que no demostraba mucho sus sentimientos. Pero cuando lo hacía sinceramente, era guapísima. Ella suspiró profundamente.
- Espero que esto no te traume de por vida.
- Eso espero yo también
. - Alba sonrió – supongo que cuando vuelva a mi vida, me olvidare de todo.

A Natalia se le congeló el corazón. Cuando vuelva a su vida... se olvidará de todo. Incluso de mí. Esas semanas que tenían que compartir... al fin y al cabo no significarían nada. Cuando Alba estuviera fuera de peligro, fuera del alcance de los secuaces de Granch, ella podría volver a su casa. ¿Por qué coño me siento mal? Oh, Natalia... esa mujer se podría tragar su orgullo de vez en cuando y ver un mirar un poco más, en su interior... para saber realmente y poder aclarar sus sentimientos, de una vez por todas. Natalia no creía en el amor, tampoco en la mujer perfecta para ella, después de lo que pasó con Alicia. Pero a veces... todo eso lo tienes en frente. O quizás sentado al lado, con la cabeza apoyada en tu propio hombro.

Alba se despertó. Las luces estaban apagadas. Estaba al lado de Natalia, y ella dormía. Se separó un poco y la observó. Solo la luz del televisor iluminaba la habitación para poder ver. Las facciones de su cara estaban relajadas. Su respiración era pausada y de su boca se escapaba algún que otro suave ronquido. El pecho subía y bajaba tranquilamente. Alba recapacitó. ¿Cómo había llegado a conocer una mujer tan guapa? Porque la habían secuestrado, porque unos tíos la perseguían para matarla... solo porque Pol le había ido detrás todo este tiempo y se la había llevado a su casa... porque él estaba obsesionado con ella. Y ahora se encontraba allí... en un lugar al que no pertenecía. No, no pertenecía... Se levantó lentamente sin despertar a Natalia. Se dirigió hacia su habitación y se puso una ropa que... que la misma Natalia le había comprado ayer por la mañana. Se miró en el espejo. Los vaqueros apretados que Natalia le había hecho comprar... le hacían un culo grande. ¿Por qué se los había quedado?

Solo porque a Natalia le gustaban. ¿Por qué tenía tan en cuenta la opinión de Natalia?... Si ella ni siquiera es nada mío. Se puso las botas y un jersey suelto que enseñaba un hombro. La verdad es que no era ropa apropiada para una huida, pero... pero no había nada más, aparte de más ropa de poca diferencia y el... el estupendo albornoz de Natalia.

Encendió una lámpara, iluminaba poco, pero lo suficiente como para ver el llavero. Vio las llaves de un Jeep. Ese coche le iría de puta madre para conducir hasta la ciudad. Las cogió. Lo siento, Natalia. No echará de menos tal coche... tampoco me he llevado el Lamborghini. Salió del precioso chalet de Natalia sin hacer ruido y se dirigió hacia el apartamento donde estaba el Jeep, junto con un 4x4.
Antes de que pudiera abrir la puerta del coche, alguien la cogió por el cuello y apretó algo contra su cabeza.

Se le heló hasta la última gota de sangre.
- Como te muevas te vuelo la cabeza, hermosura. – dijo el hombre.
Tenía un cuerpo fuerte. Alba lo pudo ver reflectado en el vidrio del 4x4. Llevaba un pasamontañas e iba con un traje de licra negro. ¿Era una mujer? ¿Por qué todos los putos espías tenían que estar tan buenos? Pudo ver la penetrante mirada... de esa supuesta secuaz de Granch. Sintió como aquel desconocido le metía mano.
- Eh, ¿Qué mierda haces?

- Cállate, si no veras tu vida pasar en unos pocos segundos. – el asesino se apartó algo el pasamontañas y rozó el cuello de Alba con los labios, mientras que ella sentía su fuerte brazo apretarle los pechos. No pudo evitar gemir cuando sintió que le apretaba uno de los pechos. Metió la mano dentro del jersey... cuando Alba sintió el suave tacto de los guantes negros sobre su pezón excitado, no pudo más.
Le dio una patada en la espinilla. Para algo me habrán servido las clases de autodefensa. Y seguido... Un rodillazo en su estómago. El desconocido gimió.
- Joder, Albi. – esta voz si la reconoció, mientras Natalia se retorcía de dolor.
Alba le quitó el pasamontañas.
- ¿Estás loca o qué? – Dijo histérica - ¿Es que quieres matarme de un susto? De verdad pensé que querían matarme.
- Es que quieren matarte.
– Dijo Natalia – por eso quise darte un susto... ¿Por qué quieres escaparte?
- ¿Por qué me has tocado?
– dijo Alba casi sin aliento. Estaba excitada... Natalia era única tocándola, debería haber sabido que era ella.
- He preguntado yo primero – dijo Natalia seria. La miró – vas demasiado provocativa, de veras, si yo hubiera sido un secuaz de Granch... te hubiera follado sin piedad. – se relamió, riéndose.
- Ja-ja... como ayudan tus comentarios. – dijo Alba, sarcástica. – es que... es que siento que molesto. – Dijo mirando hacia el suelo – este no es mi sitio.

Natalia la miró preocupada.
- ¿Y crees que muerta, sería mejor?
Alba negó con la cabeza.
- Entonces deja que te proteja. – Natalia le dedicó una sonrisa tierna – Vivo para esto, no eres una molestia, de verdad. – le acarició la mejilla.


Alba sintió que esa caricia significaba algo más. Ya no era todo... picante. Ese tono, era tierno, cariñoso... quizás... ¿con amor? Oh, no por dios... Natalia no hacía nada por amor... ¿O sí? Ella sonrió. Volvió a mirar a Natalia. Estaba tan sexy con ese traje de licra, negro, arrapado.

- ¿Te duele? – dijo mirando el estómago de Natalia.
- Claro. – Dijo ella ofendida - ¿Dónde has aprendido a dar tales patadas?
- Clases de defensa.
- Quizás sí que no tendré que ocuparme de ti.


Alba negó con la cabeza. Casi por primera vez estaba hablando con Natalia, tan normal... Sonrió. Y no pensó con la cabeza, para entonces. Pensó con el corazón.


- Te necesito. – Sonrió, los ojos le brillaron – Protégeme.

Protegeme (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora