31.

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Alba leyó una vez más el significado del nombre de su hija. A pesar de que ya habían pasado tres años y medio, le seguía fascinando, como el primer día en que la tuvo entre sus brazos. Recordó aquella temporada, con Alicia, y todos esos problemas. Se abstuvo de seguir recordándolos, dibujando una amarga sonrisa en su cara. Olivia: significa la que protege la paz. Era perfecto, como ella, como su hija. La pequeña se agarró a la pierna de su madre.


- Mamá... - sollozó.
- ¿Qué pasa, mi vida? – dijo Alba, cogiendo a su niña en brazos y alejándose de la pantalla del ordenador.
- ¿Cuándo volverá ama? – dijo jugando con algún mechón de Alba.
- Pues... - justo en ese momento la puerta se cerró. – creo que ya está aquí.


Natalia entró, hacia el comedor. Parecía enfadada. Dejó su mochila en el suelo y se dejó caer en el sofá.


- ¿Qué pasa, mi amor?
- Carlos. Tuve una reunión con él.
- ¿Y...?
- Alba balanceó un poco a Olivia, dejándola al lado de Natalia, en el sofá.
- Pol está en Nueva York. – susurró. – Demasiado cerca para evitar lo que planea...
- Oh.
- Alba se sentó en el respaldo y acarició la mejilla de Natalia.
- No te preocupes ama, todo se va a arreglar. – dijo Olivia, quitándole la palabra a Alba.
- Mi vida... - Natalia la cogió y le besó la frente – sí, lo sé, lo sé. ¿Esto que lo aprendiste? ¿De tu madre, cierto? – miró a Alba y sonrió. – No quiero que te pase nada, mi amor, eso es todo.
- Está bien Nat, no creo que pase nada. Aunque al menos, no es una ex novia furiosa.
– se burló Alba. – pero bueno, se ve que todos quieren matarme.


Natalia se levantó, vacilante. Apoyó su frente con la de Alba, teniendo a Olivia entremedio de ellas dos. La pequeña se zafó del abrazo de Natalia y saltó al suelo. Ambas sonrieron, viendo cómo se iba hacia su habitación de juegos. Natalia besó los labios de Alba.


- Por encima de mi cadáver. ¿Me oyes? Y menos aun cuando faltan dos meses para que nos casemos. – la cogió de la cintura y se la llevó hacia su propia habitación matrimonial.

- Ah... - un jadeó se escapó de la boca de Alba, más en forma de suspiro, por los movimientos en círculos que daba ella misma encima de Natalia. La morena la agarraba de los muslos.
- Oh... así... cariño... bien, bien...- siseó de placer, mientras el coño resbaladizo de Alba seguía deslizándose, arriba y abajo, por toda la polla dura de Natalia. – Mmmh...

La rapidez de la cabalgata de Alba aumentó, llegando a un extremo de desesperación por montarla, por más, por el máximo placer. Por el que solo Natalia podía darle. Natalia la apretó más contra ella, arqueando sus propias caderas, metiéndose más –dentro de lo que cabía- en Alba


- Si, si, si... - gimoteó Alba.


De repente, un llanto.

- Mamaaaaaaa...
Alba suspiró, parando su marcha.
- No. – imploró Natalia. – termina, por favor... - le pidió, cogiéndola del culo.
- Natalia, tu hija me llama, algo le ha pasado.
- Es un momento, dos minutos, nos corremos y vas...
- Nat...


Natalia terminó apartando las manos de su trasero. Alba se levantó, se colocó bien las bragas, aun así, estaba empapada. Y se subió los pantalones. Natalia lo observaba todo, aún tendida en la cama, con una erección de oro y con la vista aún empañada del placer. Se levantó a duras penas, cuando Alba terminó de salir por la puerta de su habitación.

Dentro de cinco minutos Alba volvió a aparecer.

- A un muñeco se le había salido la cabeza. – bufó. - ¿Nat?


Escuchó unos golpes secos, en la habitación de al lado. Entró en esa especie de mini gimnasio que Natalia había montado un año atrás, especialmente, para mantenerse en forma. La vio golpeando un saco de boxeo. Con sus pantalones cortos Adidas y un top deportivo. Esa tela que se ceñía bien a su culo... y a su paquete, aunque dejando algo a la imaginación. Pero como ella lo había visto todo... rió para sí misma. Se fijó en los tensos músculos de Natalia en su espalda, en sus brazos, marcados. Era... era guapísima. Se apoyó en el marco de la puerta. No, guapísimo no.


- Precioso. – masculló. Natalia se giró y le dedicó una sonrisa, sin dejar de golpear con energía el saco de boxeo.
- ¿Entrenas? – le dijo haciéndole una señal con la cabeza.
- ¿En qué sentido? – dijo Alba, alzando una ceja, divertida.
Natalia se rió.
- Es que, mi amor, nunca has entrenado conmigo.
- ¿Y para que quieres que entrene contigo?
– dijo Alba arremangándose las mangas de su jersey.
- Sería excitante verte sudar, en pantalones apretados y con un top... practica ejercicio...
- Y será que a mí no me has visto haciendo ejercicio...
- se rió. – encima de ti.
- Eres una malpensada, ¿lo sabías?
– dijo Natalia golpeando de nuevo el saco de boxeo. Entonces se lo alcanzó. – Venga, dale.

Alba se retiró y le dio una patada. Natalia entreabrió la boca.
- ¿Es que no recuerdas la que te di en las pelotas? – Dijo arqueando una de las cejas – Venga, mi vida, cierra esa boquita. Te dije que había ido a clases de autodefensa.
- ¿Teniéndome a mí?
- ¿Perdona? Será que no me he sacado las castañas del fuego yo sola.
- Tienes razón. –
se inclinó para besar sus labios. – Venga nena, quiero ver como golpeas fuerte este saco de boxeo.

Lo agarró con las manos y se lo ofreció a Alba. Ella le dio un par de golpes. Natalia se rió.
- Más fuerte, ¿Eso es lo único que sabes hacer? – dijo divertida.
Alba se cabreó. Natalia sabía cómo picarla lo sabía perfectamente. Se alejó un par de pasos y le dio otra dura patada. La cadena que aguantaba el saco de boxeo se saqueó con brutalidad.
- Dios mío, le diré a Carlos que te contrate. – sonrió Natalia.
- No gracias, ya tengo suficiente con mi clínica. – le guiñó el ojo a Natalia y cogió la cantimplora de ella, dando un par de tragos.
- ¿No te lo imaginas? Trabajar juntas, tú y yo...
- Te echarían y se quedarían conmigo.
– se burló Alba.
- ¿Perdona? – Natalia pareció ofenderse.
- Es broma cariño... - se giró y se fue hacia la puerta. – Voy a duchar a la niña, ya son las ocho y aún tiene que cenar... y acostarla. – suspiró.
- ¿Te he dicho alguna vez que eres la madre perfecta para mis hijos?
Alba arqueó la boca.
- No... - mintió, poniendo una expresión de decepción.
- Mentirosa... - Natalia se mordió el labio – verás cuando te coja... te castigaré por decir mentiras...


Alba sonrió, negando con la cabeza. Desapareciendo por la puerta, dedicándole un último meneo de caderas.

Protegeme (G!p +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora