Capítulo III

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Los tres días pasaron más rápido de lo que creí. Empecé a prepararme desde la madrugada,un autobús iba a pasar por mí. Tenía que terminar de empacar.

La señora Nina me ayuda guardando mis posiones y flechas. Luego baja a la cocina y hace mi desayuno para no irme hambrienta.

Alisté los últimos detalles. Quería notarme diferente. Me miré al espejo. Tomé una liga y mi cepillo. Acomodé mi cabello. Lo amarré con una cola de caballo de lado. No se veía tan mal. Me puse mis guantes. Me enganché a Ozreal en mi cinturón, y bajé las escaleras con mis maletas para desayunar.

La señora Nina se motivó mucho. Hasta estaba cantando.

-Ven,querida,que estás flaca y necesitas fuerzas para lo que te espera. -Se oía tan optimista. Después de estos seis años cuidando de mí, y el día en el cual me voy. Voy a cumplir el objetivo de tanto entrenamiento y esfuerzo.

-Si señora Nina,estoy tan flaca que me voy a caer-le comenté de forma burlona y me senté a comer.

Quedé hablando con ella hasta que el autobús pasó por mi. Me ayudó a cargar las maletas hasta la puerta del vehículo. Nos habíamos despedido antes,pero despejarme de quién me cuidó y entrenó,dolía.

Al entrar al autobús,noté que era muy espacioso,el pasillo era muy amplio,no me dió problemas para ir a un asiento y poner mis maletas en los compartimientos de arriba. Lo bueno es que lo hice a tiempo,el autobús ya había arrancado.

Pude notar que no había tanta gente aún,al parecer era una de las primeras paradas.

Estaba algo cansada. Aún no había amanecido por completo. Admiraba atentamente la ventana. Solo se veía la claridad de la luz,pero no rayos de sol. Pasamos por casas distintas. Me quedé dormida mirando la ventana.

Vagos recuerdos vieron a mí. Recordé el día antes de que pasara el incidente que cambió mi vida.

Estaba en el colegio. Jugando con mi peluche favorito en recreo. No solía juntarme con los demás niños,estaba bien así.

A esa edad,a los 9,las niñas de mi curso me molestaban por jugar con muñecos. Ese día se acercaron a mí. No recuerdo sus caras. Pero eran tres. Inseparables.

-Oye Delia- habla la,que se puede decir,líder- ¿Qué es eso?- señala a mi muñeco.

-Es Teddy- dije sin temor. Teddy no era un oso,sino un perro dalmata. Cuando era bebé,le dije así cuando lo ví y mi hermana me lo fue recordando con los años.

-Te he dicho que dejes de jugar con muñecos ¡eres muy grande! -gritó la líder.

-A mí me gusta- lo digo abrazando levemente a Teddy- mi hermana dice que no tenga miedo al jugar con él.

-¡Pues a ver que dice tu hermana de esto!- toma bruscamente a Teddy de mis brazos y las tres se van corriendo.

-¡Denme a Teddy!- las persigo lo más rápido que puedo.

Llegué hasta el edificio de los más grandes,donde no había ruido del recreo.

Escuché risas en el leve silencio que había,luego un golpe y después pisadas.

Al ver a mi alrededor ,noté que habían lanzado a Teddy a una cornisa.

-¡Resiste Teddy!-le grité. Busqué un tubo largo para poder alcanzarlo y fue inútil. Duré mucho tiempo tratando.

Empecé a llorar,lo quería devuelta.

-¡Te ayudaré!- escuché la voz de un niño desde un rincón. Salía con un tubo más largo que el que tenía en la mano. Trató bajar a Teddy y lo logró. Pude agarrarlo antes que callera al piso.

-¡Muchas gracias!- dije emocionada al abrazar a Teddy.

Me despertó el impacto de alguien callendo boca abajo en mis piernas.

-¿¡Pero que pasa!?- dije de forma alterada antes de ver quién era. Luego me calmé al verlo mejor - Alex...¿Eres tú?

Enemigos lealesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora