• Capítulo veintisiete •

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Punto de vista de ________*

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Punto de vista de ________*

Antes de irme tenía que ir a ver a Dianne, decirle que todo estaría bien y que aguantara hasta que regresáramos. Entré al bloque A, donde teníamos en cuarentena a los enfermos, era de mucha ayuda ya que este pabellón tiene la pinta de haber sido de máxima seguridad así que estaba bastante islado, estaba dividido por un cristal bastante grueso con un filtro de aire, así que pude acercarme sin la necesidad de una máscara o algo para cubrir mi boca y nariz.

Al llegar pude divisar a varias personas, la mayoría de edad mayor, recostadas. Todos tosían y algunos incluso sacaban sangre de la boca, era una pesadilla estar ahí dentro.

—¡Dianne! —grité mientras golpeaba el vidrio, al pasar de unos segundos la antes mencionada salió de una celda, con mucho esfuerzo logró acercarse al cristal.

—Oh, D... ¿Cómo te sientes? —pregunté con pesar.

—Jamás me había sentido así, hermanito. Es la muerte —arrastraba las palabras, su frente estaba llena de sudor.

—Escucha, vamos a ir a la clínica veterinaria que habíamos hablado. ¿Recuerdas?

—Pero ese lugar está a más de 80 kilómetros de aquí, _______ —señaló preocupada.

—Es nuestra única opción, llevaremos el auto de Zack, es el más rápido. Estaremos aquí para antes del amanecer de mañana.

—No sé si aguante tanto tiempo, hermanito. Seamos realistas...

—Cállate, no te atrevas a decir eso nunca —reproché su pesimismo, ella al borde de las lágrimas respondió:

—Tengo miedo, _______. Estoy muy asustada —bajó la mirada mientras sollozaba levemente.

—Hey, mírame —la llamé, coloqué mi mano sobre el cristal, imitó mi acción—. Te prometo que regresaremos lo antes posible, y te aseguro que estarás bien. Solo tienes que ser fuerte, creo en ti.

—Está bien, _______. Te prometo que trataré —afirmó ella mientras respiraba con dificultad.

—¿Puedes traerme al Doc? Tengo que decirle algo —cuestioné, ella asintió y caminó hasta el comedor del pabellón, del cual emergió el Doctor Klein, a pasos lentos hizo su camino hasta el cristal.

—Hey, Doc —saludé.

—Klein, llámame Klein —corrigió mi formalidad.

—Seguro, déjame preguntarte algo —repliqué intentando ser rápido—. Eras un doctor militar, ¿cierto?

—Es correcto —aclaró.

Last Chance  ( EN EDICIÓN )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora