Capitulo VII

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Cuando Ryan llegó a casa, eran pasadas las seis de la tarde y al entrar en su habitación, no pudo evitar tirarse sobre la cama. Sentía los huesos hechos polvo, pero en el buen sentido de la palabra.

Era lo normal después de todo. La temporada de campeonatos estaba por iniciar y eso significaba poner el máximo esfuerzo. Sobre todo, cuando se está en último año y los reclutadores de la universidad irían a verlos.

Durante sus cuatro años anteriores, Ryan no entendía por qué sus compañeros de equipo estaban tan nerviosos, y hacían de todo para mejorar. Pero ahora que su turno había llegado, los comprendía completamente. Y es que, si uno lo pensaba con cuidado, tener dos hijos y mandarlos a ambos la universidad, no es plan más sencillos para cualquier padre en general. Así que era normal buscar más de una manera para lograr aquel objetivo.

En el caso de la familia Gallagher, tenían el fondo escolar; el cual sus padre llevaban tiempo ahorrando tanto para él, como para Aidan. Sin embargo, también necesitaban vivir, comer, tener agua caliente y ropa para vestir, por lo que no hay una cantidad exagerada en aquel fondo, para que ambos puedan relajarse y elegir la universidad que quieran. Lo que causaba que ambos chicos tuvieran como objetivo conseguir una beca para entrar a donde querían. Una de las grandes razones, por las que Aidan tenía tan buenas calificaciones y era presidente escolar. Mientras que Ryan enfocaba sus energía al futbol americano y tener un rendimiento académico considerable.

Pero el chico no se quejaba. Es decir, claro que era cansado y sonaba injusta la idea de tener que pagar por educación, cuando es un derecho. Pero fuera de aquello, él amaba jugar y ser capitán. Sus amigos, su equipo, los campeonatos, la energía del campo, lo eran todo, al igual que su música.

Soltó un largo suspiro y tapó sus ojos con su brazo. Esperando darse algo de oscuridad de aquella luz del sol que daba a su ventana, la cual tenía las cortinas abiertas y él no quería cerrar, porque estaba muy cansado para hacerlo.

— ¿Cariño? — tres toques en la puerta, y la voz suave de su madre, hicieron que le chico abriera los ojos — pensé que dormías.

— Solo descansaba los ojos — dijo mientras se enderezaba en la cama — ¿necesitas algo?

— Oh no — la mujer negó, acercándose a su hijo — solo quería ver como estabas y preguntarte si querías beber algo — Lauren le sonrió con ternura.

Su madre siempre era tan dulce con él, aun cuando ya tenía dieciocho años, ella seguía apareciendo en su puerta luego de la escuela y revisando que su niño estuviera bien. Ryan sabía que era cosa de madres. Que para aquella mujer que le dio la vida a él y a su hermano, nunca dejarían de ser sus bebés, sin importar que hicieran.

Él la amaba por eso. Tanto como amaba a su padre y a su hermano también. Sabía que jamás lo decía, y que era muy poco demostrativo en realidad, pero si los amaba como nadie en el mundo. No podía pensar en una vida sin alguno de ellos.

Incluso aunque Aidan y él discutieran, su gemelo lo era todo. Componía la otra parte de su vida, de la cual no sabía cómo podía vivir sin ella.

Aunque claro, jamás se lo diría directamente.

— Gracias ma...pero estoy bien — dijo sonriendo, a pesar sus ojos cansados, los cuales solo querían cerrarse y dormir.

— Bueno — su mano acarició y peinó el cabello oscuro de su hijo con calma — en ese caso, cenaremos en una hora.

— Ok.

— Descansa un poco y te sugiero que te des una ducha también — dijo ella, mientras cerraba la puerta.

— ¡Si mamá! — respondió con diversión, quedándose en la misma posición sin siquiera moverse un centímetro.

Ryan sabía que tenía que hacerlo, y que cuanto más rápido mejor, pero no pudo evitar el volver a acostarse en su cama por quizás, unos cinco minutos más.

Lonely With MeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora