Capitulo 6

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Luna dejó caer su espada en el suelo y dejó escapar un grito desde el fondo de su alma. Todos comenzaron a entrar tras ella, viéndola preocupados. Usó toda su fuerza para golpear la pared. Black logró transformarla en un colchón para que la princesa no se lastimara. Luna comenzó a golpear la nueva pared acolchada con fuerza, las lágrimas caían por sus mejillas. Pequeños gritos ahogados buscaban salir de su garganta y los sollozos eran cada vez más repetidos y violentos.

Toda la gente de la revolución la miraba, sorprendidos por la fuerza y la tristeza que estaba mostrando la princesa. Los cinco caballeros que la acompañaban están parados tras ella, viéndola como lanzaba golpes frustrados contra la pared convertida en colchón. Daniel apretaba los puños con furia y luchaba porque las lágrimas no cayeran de sus ojos. Marie lloraba en brazos de Erin, no podía contenerse. Vladimir había sido su amigo y la había ayudado en más de una ocasión.

Vladimir… Vlad había sido parte de su familia y los había traicionado, Daniel había dicho que cuando fuera mayor quería ser tan leal como su primo y no, su primo era un estúpido pedazo de basura que ni siquiera llevaba su sangre. Era un traidor. Luna se dejó caer en el suelo y su mejor amigo se sentó a su lado, colocó un brazo junto al de la princesa y ella se apoyó en él. Todos se quedaron en silencio… Nadie dijo nada, esperaron a que todos se calmaran. Pero, una pequeña voz se alzó entre todas. Luna volteó a ver a la dueña de la voz y la niña se sonrojó violentamente.

-          ¿Sucede algo, Jane? – Luna miró a la niña y ella negó con la cabeza pero al ver la mirada seria de la princesa que estaba frente a ella, respiró profundo un par de veces y finalmente habló.

-          Me preguntaba ¿Quiénes son el ejército de dioses? – Luna se quedó unos segundos pensando en que ella tampoco lo sabía. Miro a su alrededor pero nadie parecía tener la respuesta.

-          Es la primera vez que oigo hablar de ellos. – Luna miró a Daniel mientras este se encogía de hombros.

-          Déjenme contarles una vieja leyenda sobre Tanah. – Todos centraron su atención en Dark, el mago se sentó en una piedra y respirando profundo comenzó a contar. – Se dice que hace mucho tiempo, más del que ustedes imaginan, había un mago oscuro, uno muy poderoso al que todos temían. Sin embargo, este mago no había usado la magia nunca, sus poderes eran leyenda, nadie los había visto pero la maldad que salía de su persona era aplastante. Solo hubo alguien que se atrevió a hablar con el mago. Tanah, un viajero solitario del norte.
Después de la primera visita de Tanah, el mago comenzó a cortar hierbas y plantas que crecían en lugares inesperados. Entonces, un día, Tanah ya no llegó solo… una niña iba con él, de piel morena y ojos brillantes, llenos de vida y dulzura. Esa noche se escucharon gritos y maldiciones y al día siguiente la niña no era la misma. Su rostro era igual, su voz  no había cambiado, su piel seguía siendo hermosa; pero, sus ojos, sus ojos estaban llenos de tristeza, de muerte. Ya no había vida en ellos. Dicen que aquellos que miraban a la niña por mucho tiempo corrían en busca de la muerte.
La niña no fue la última en llegar a la casa del viejo mago oscuro. Tanah llevó a tres niños y una niña más. El proceso se repitió, niños llenos de vida, almas puras, entraban a la casa y al día siguiente salían muertos vivientes, cambiados, violentos. El último fue un niño rubio… Fue diferente. Era callado y tímido cuando llegó, al salir era alegría pura, energía que flotaba por todos lados y la sonrisa más radiante.
Dos meses después de la llegada del último niño… el mago fue encontrado en su casa. Muerto. Su cabeza colgando de la ventana. Nadie supo quién lo había matado.
Cinco años después un nuevo rumor se había formado. Muchos decían que unos dioses habían vuelto a nacer entre los mortales y se estaban juntando para cambiar el mundo. Lo extraño era que eran dioses de las culturas antiguas… dioses de culturas muy diferentes entre sí. Uno por cada uno de los viejos continentes.
Ixtab, por América; Ares, por Europa; Anubis, por Africa; Mikaboshi, por Asia; y, finalmente, Hel, por Oceanía. Cinco jóvenes que separados en diferentes lugares del mundo habían aprendido a pelear. Sus viajes los llevaban cada vez más cerca de los otros. Finalmente… hace unos 25 años, o algo por el estilo, se encontraron no lejos de aquí. Cinco dioses en cuerpos mortales. Tanah los recibió como si de sus propios hijos se tratara y con ellos formó un ejército. El ejercito de los dioses… cinco guerreros creados con magia negra, con almas de dioses antiguos y sin miedo a la muerte. – Dark miró hacía e frente, todos lo miraban en silencio. – Tanah pagó al mago por usar toda su magia en crear esos súper soldados… luego los obligó a matar a quién los había creado. Y con eso los condenó a obedecerle siempre, sin importar qué. – Volvió a respirar profundo. – Son guerreros más fuertes que muchos. Vencerlos no será fácil.

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