Capítulo 2

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Dicen que los recuerdos se distorsionan con el tiempo; y es que Itadori podía recordar la viva imagen de su abuelo llorando en la sala con un periódico en la mano en un día de lluvia.

Pero no era un día de lluvia.

Era una noche a altas horas cuando su abuelo regresaba de algún lugar que nunca le dijo al pequeño Yuuji de 8 años. Creyéndolo dormido, tomó la libertad de hincarse frente a la puerta, aferrandose a la pared con la zurda para no caer de golpe y abrazando fuertemente un periódico con su otro brazo mientras las lágrimas fluían por sus mejillas sin cesar, ahogando los sollozos en su garganta para no "despertar" al pequeño que, se suponía, estaba en la habitación que antes había sido de Jin, su padre.

Escondido tras la entrada de la sala, el niño de ojos avellana vió a su abuelo romperse en pedazos sin saber porque... Hasta que los días pasaron y al notar que sus padres nunca volvieron a recogerlo de casa de su abuelo, lo entendió.

Las imágenes se volvieron borrosas hasta que un negro intenso inundó todo. En el momento en que abrió los ojos, estos se encontraron frente a la elegancia de distintas formas decorativas como rosetones y molduras en un techo de color vino, resaltando de color dorado cada cosa cuya textura sobresaliera.

Pasó la mano entre sus cabellos, recomponiéndose sobre la suave cama de sedosas sábanas dónde se encontraba.

Definitivamente todas esas imágenes habían sido un sueño pero parecía no haber despertado aún. Lo último que recordaba era la forma en que tanto él, como Sukuna habían caído en una trampa...

... Sukuna.

— Buenos días señor Yuuji – Una voz femenina que entraba por la puerta, irrumpió los pensamientos del pelirosado, llamando su atención.

— Perdona pero ¿Conoce a Sukuna Ryomen? ¿Puede decirme dónde está? –

— Ah, disculpe, yo no sé mucho realmente. Vine a traerle su desayuno. –

La mujer vestida con un clásico uniforme de sirvienta, dejó en la mesa de noche, una bandeja de madera que tenía entre manos. La bandeja contenía un plato de fruta y pan francés, una taza de café junto con un vaso de jugo de naranja, además de pequeños recipientes con leche, azúcar, miel de maple, mermelada y mantequilla; todo adornado elegantemente con una rosa acostada que servía de soporte para un papel doblado a la mitad.

— Le notificaré al señor que ha despertado. –

— No. – La palabra salió de sus labios sin que pudiese si quiera pensarlo. De alguna forma había logrado comprender un poco de la situación pero siendo un prisionero era extraño recibir semejante cantidad de atenciones.

Algo no iba bien...

— Lo siento señor, pero tengo que notificarle. Es la orden que se me dió. –

— Tu... ¿Estás aquí porque quieres? –

La pregunta repentina sorprendió a la mujer, incomodándola, pero antes de poder responderle cualquier cosa, se escuchó el sonido de la puerta abriéndose y haciéndole retroceder unos pasos.

— Pensé que me avisarías en cuánto estuviera despierto. – La seriedad en la voz del recién llegado, era amenazadora pero suave de alguna manera.

— S-si señor. Justo a eso iba... –

— Sal de aquí. – Interrumpió, recibiendo una reverencia a cambio antes de dejarle solo con el joven de cabellos rosados que le veía de forma fría.

— Yuuji, espero que hayas descansado bien. – El albino tomó asiento en la cama, frente al contrario petrificado por verle ahí.

— ¿Q-qué quieres? – Su mirada avellana era firme y su cuerpo le apoyaba pero su voz titubeante delató el miedo que se alojaba en sus entrañas.

Armas (Goyuu) (Sukufushi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora