Muchos dicen que la soledad es como un dolor, entre más crece tienes que acostumbrarte a ello, a veces me pregunto qué tan real puede ser eso.
Es normal para mi estar solo, sentado cerca de la orilla del mar, encima de una silla, aquellas típicas de playa las que son blancas, incomodas y largas, aunque me tardé me di cuenta que era el único en ese lugar.
El extraño y particular olor me llamaban la atención junto al gran espectáculo del atardecer me hacía recordar de lo hermoso que es el mundo, pero, también, de lo idiota que es el hombre al destruirlo. Aunque no lo disfrute mucho, empezaba a oscurecer. Con ello, empezó el fuerte viento que no hacía nada más que darme un horrible estruendo al cuerpo.
Me pare. Pensaba en irme, pero el sonido de las olas al elevarse la marea, extrañamente, me atrajo. En ese momento me puse a pensar, mirando al mar, que tan extenso puede ser este mundo y lo tan solitario que me encuentro.
Pensé por un momento ir a la orilla, simplemente para mojar y sentir las frías aguas del mar, pero recapacité.
-Para que motivo iría, si de igual manera me sentiré con este mismo sentimiento- susurre
Al terminar la frase recordé como llegué a este lugar, por aquel ancho camino, bajaba por aquella estrecha escalera que conectaba con la playa y finalmente sentarme en estas aburridas sillas. Finalmente encontré que, en todo momento, estaba solo.
Agaché la cabeza, mi quijada empezó a temblar por el frio, me senté de nuevo y sentí, más que antes, la soledad. Recordé como es estar tan solo, estar así aun con personas que quieres cerca de ti y, sobre todo, el sentimiento aumenta, al sentirse tan solo con tanta gente a tu alrededor.
Empecé a caminar por la orilla, pisada tras pisada, volteé a ver y ahí estaban grabadas.
Que tan solitario puede estar alguien para fijarse en qué momento desaparecen sus pisadas- pensé. De pronto y como había estado esperando, el mar lo borro. Quizás la razón de sentirme tan solo, era culpa de alguien.
Volteé al ver el mar y de fondo estaba la cara de mi padre, ojos anchos, una boca pequeña que era desproporcionada con su cara y cabello negro ondulado. Recuerdo muy bien. En aquellos días, aun cuando dependía de él, empezaba a notar que me estaba quedando solo. A pesar de no recordar mucho ese día, le pregunté ¿cuál es la cura para la soledad?, él volteo. Soltó una pequeña risa, dejo de lado su revista de psicología, con una seña con sus dedos me dijo que me acercara.
No tengo ni idea, no te preocupes por eso -expresó
Aquella vez, me enoje, me voltee, abrí con fuerza la vieja puerta de madera y salí de la habitación, pero antes de cerrarla me dijo "Sé bueno y serás solitario". Al acabar la frase, recuerdo haber cerrado con fuerza y pensar lo ignorante que era en ese momento.
Actualmente sigo pensando que sus palabras no me ayudaron, pero, irónicamente, aquel sujeto robusto, sí, aquel que era tan despreocupado por la soledad, era el mismo que me hizo sentir tan solo después de su muerte.
Mientras pensaba, me tope con un viejo muelle, las maderas estaban desgastadas, tenía miedo de que en cualquier momento se cayera llevándose mi vida consigo. Me acerque a la parte final de la misma, me quede mirando un buen rato.
¿Qué tan buena idea sería tirarme de aquí? - solté una carcajada, tome aire- Seria un desperdicio, no habría nadie que se preocupara por mi muerte-
Camine hacia la entrada del muelle, metí mis manos dentro de mis bolsillos, escuche el sonido de una avioneta, el sonido del mar descontrolado. De repente, delante mío con una luz proveniente de una linterna hizo que colocara mis manos para tapar aquella luz, de lo poco que veía, se notaba la silueta de una mujer.
-Robert, ¿Dónde estabas? - pregunto agitada
- Perdón, estaba pensando en algo- lo dije mientras bajaba mis manos.
La luz se apagó, baje mi mano y ahí estaba ella, alta, delgada, cabello amarrado y unos ojos que reflejaban sus lágrimas.
Estaba realmente preocupada por ti, vámonos a la casa- agarro mi mano y empezamos a caminar juntos.
Que ironía, aquel sentimiento se fue con las simples palabras de ella. No seré filosofo, mucho menos algún psicólogo, pero sé que la mejor la cura para la soledad, irónicamente, es estar con alguien- pensé.
ESTÁS LEYENDO
Cuentos y Relatos Variados
Short StoryHistorias independientes en donde cualquier cosa puede pasar. Relatos causales, independientes, etc.