La Bala

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Salí despedido de mí pequeña y acogedora habitación. Me sentía invencible, aunque mi destino sea todo lo contrario. Rompí por la mitad al viento, pero aún podía sentir la brisa en mi dura piel y, sobre todo, las pequeñas gotas de lluvia que se unían. Estaba más que decidido, iba por mi objetivo, quería sentir orgullo por mi corta vida.

Aunque miraba siempre para adelante, ese momento me sentí confundido. Había sido creado para dejar una gran huella en el cuerpo de alguien, pero notaba a mi alrededor un profundo silencio el cual hacía que me llenara de preguntas. Notaba una gran despreocupación, ese lugar estaba plagado de personas que acostumbraban a oír mi estruendoso sonido al ser disparado y, sobre todo, estaban acostumbrados a ignorarme cuando realizaba mi cometido.

Mi vista volvió a la posición inicial. Quería terminar de una vez por todas mi corta vida. Mi mente aún seguía con preguntas como: "¿Ya no causo miedo?" "¿En qué momento pase de ser temido a ser un habito?". Poco a poco notaba una presencia que se encontraba delante de mí. Era él, mi objetivo.

Mi cuerpo, a pesar de solo seguir una misma trayectoria, quería moverse. Aquella persona que se encontraba adelante mío estaba llorando, estaba desarmado y trataba de protegerse estúpidamente con sus manos. Sentí un mal sabor de injusticia.

Mi destino estaba trazado por la persona que presiono el gatillo, nunca tuve opción de cambiarlo. Pero él... Él nunca decidió su destino, nunca quiso que su vida acabara por otro hombre. Entré por su abdomen desgarrando su piel y sus músculos, de esta forma cumpliendo mi destino llevándome conmigo la vida de mi objetivo.

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