Cena Familiar

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Estaba cansado y completamente devastado. Estaba echado mirando al techo, quizás estaba pensando del porqué tenia a mi hijo, Matías, saltando encima de mi abdomen. Le pedí que se detuviera, con un tono un poco agresivo. Él solo atinó a hacer un pequeño sonido con su boca, para luego bajarse molesto. Giré mi cabeza y miré a Violeta. Ella estaba durmiendo echada con una manta azul, mientras que, con sus delgados brazos, protegía a nuestra hija. En ese momento me pareció lo más hermoso y, a su vez, lo mas cansado de la paternidad.

Logré pararme del irritante sofá y me dirigí hacia la cocina con motivos de comer alguna guarnición o algo por el estilo. Mientras atravesaba la sala me tope con un espejo, el cual, me le quede viendo. Mientras mis ojos daban una revisada completa a mi cuerpo, decidí alzarme el polo. Rápidamente, mi rostro reflejó la angustia de ya no ver un abdomen plano y la mortificación de saber que había gastado mucho más tiempo en mis hijos que en mí mismo.

Regresé al sofá. Mire por la ventana, estaba lloviendo. Me acerqué a mi esposa y, mirando sus pequeños ojos llenos ojeras, le dije que debíamos darnos un descanso.

Por la tarde, estábamos listos para irnos a disfrutar de nuestra "noche sin los niños". Llamamos a una agencia de niñeras, creo que se llamaban "Cuidadoras" o algo por el estilo, según un compañero me comento que eran de confiar.

Mientras me arreglaba mi corbata, sin éxito alguno, sonó el timbre de la puerta. Me acerqué y abrí. Delante mío estaba una chica de pelo rubio que, junto al contraste de la pared blanca, reflejaba a la perfección sus largas piernas y sus largos brazos. Ella portaba un pequeño bolso color marrón y un pequeño reloj, que combinaban con ella.

—Buenas tardes señor...— Sacó un papel de su bolso— ¿Adam?

—Si, soy yo. ¿Eres la niñera? — Respondí.

—Ahhh...— Con un tono dudoso— Si, soy la niñera. Me llamo Lucero, un gusto.

Miré su rostro y noté una cara de duda en ella. Le pedí que esperara en la sala e intente llamar a la agencia, pero fui interrumpido por Violeta. Ella estaba dentro de un vestido corto morado. Mientras me acomodaba mi corbata, me exigía en irnos a nuestra reservación. Embobado ante tanta belleza, acepte.

Nos dirigimos a la puerta del departamento. Antes de salir, le pedí a Lucero que mandara a descansar a los niños. Ella, con una pequeña risa, acepto y nos pidió que disfrutáramos su última noche de felicidad. Extrañado ante sus palabras procedí a salir junto a Violeta.

***

Por la noche y entre risas caminábamos hacia la puerta de nuestro departamento. Saqué las llaves. Abrí la puerta y al entrar nos recibía un aroma a comida recién preparada. De la cocina, salió Lucero. Nos pidió que nos sentáramos a cenar.

Tanto yo como Violeta disfrutábamos de aquella comida. Al terminar mi plato pedí, casi de inmediato, una segunda porción. Esta vez, Lucero, me sirvió una pierna. Mientras arrancaba la carne, le pregunté qué tipo de animal era. Ante mi pregunta, hubo un pequeño silencio entre los dos, antes de responder, mi celular sonó.

—Buenas noches, señor Adam, somos la agencia de niñeras.

—¡Que tal! — Conteste emocionado— Quería hablarles acerca de sus servicios.

—Escucharemos todas sus quejas—Con tono desanimado— Pero antes le queríamos pedir perdón por la ausencia de la niñera.

—¿Perdón? — Respondí con duda mientras Lucero me miraba con una sonrisa— Nos enviaron a Lucero, ¿no es así?

—¿Ah? — Contestaron con incertidumbre— No tenemos a ninguna niñera registrada con ese nombre

Al escuchar esto, colgué el teléfono. Empecé a respirar un poco más rápido. Violeta me miro y me pregunto el motivo de mi comportamiento. Le expliqué, entre gritos, y ella estalló del miedo.

—¿Quién eres? — Pregunté mientras pegaba un golpe a la mesa.

—Soy Lucero, señor— Contestó mientras introducía un pedazo de carne a su boca.

—¿Dónde están mis hijos? — Conteste mientras miraba a sus ojos saltones.

—¿Sus hijos? — Respondió mientras dejaba sus cubiertos— Los mande a descansar como me mando, señor.

Golpee la mesa una vez más, esta vez con más fuerza haciendo saltar los cubiertos y botando el plato de Lucero. A mi izquierda lloraba del miedo que tenía hacia ella. Lucero camino hacia la cocina.

—¡Una vez más! ¿¡Dónde están mis hijos!? — Grite atravesando todo el departamento hacia la cocina.

Ella apreció con una bandeja de plata en sus manos. Camino con una pequeña sonrisa hacia nosotros.

—Señor...— Abriendo la bandeja, eran hamburguesas— Aquí están sus hijos, buen provecho. 

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