Fue en aquel verano del 2005 que Penelope Featherington conoció a Colin Bridgerton. Lo recordaba como si hubiese sido ayer. Colin jugaba con una pelota de cuero gastada y llena de parches, pasándola rápidamente de un lado a otro y esquivando hábilmente a sus amigos, quienes nunca lograban quitársela. Su cabello se pegaba a sus sonrojadas y húmedas mejillas debido al sudor, y de vez en cuando se secaba la frente con el brazo, apartando algún mechón rebelde que le obstruía la visión.
Penelope lo miraba fascinada. Era asombroso verlo hacer todos esos pases y cómo sonreía delicadamente cada vez que anotaba un gol. No era la primera vez que lo observaba jugando fútbol mientras sus padres estaban en la reunión del vecindario junto con los padres de Colin, pero sí fue la primera vez que él le dirigió la palabra.
—¡Oye! ¡Pasa la pelota! —gritó el chico, sacándola de su trance.
Penelope parpadeó varias veces, volteando de un lado a otro para ver si era a ella a quien le hablaba. Al notar que era la única en las gradas de aquella abandonada y descuidada cancha, se levantó y comenzó a caminar hacia la pelota. Ensució sus zapatos en el charco de lodo en el que había caído, pero no le hubiera importado pisar todos los charcos del mundo cuando Colin le dijo:
—¿Eres sorda acaso? Te dije que me pasaras mi pelota.
—Lo siento, es que... —dijo Penelope, ruborizada y sin mirarlo a los ojos mientras lanzaba un poco fuerte la pelota para que él no tuviera que entrar al lodo.
—Gracias —le respondió el chico. Penelope levantó la mirada y él la observó con los labios un poco apretados y el ceño fruncido—. ¿Ya nos hemos visto antes?
—Emmm no, no lo creo —la pelirroja, olvidando que sus manos estaban sucias, las pasó por sus mejillas para quitar varios mechones que revoloteaban por el fuerte viento, ensuciándose más.
Colin emitió una pequeña carcajada, una que derritió por completo el pequeño corazón de Penelope.
—Tienes un poco de... —señaló él, indicando su propia mejilla para que Penelope entendiera.
—¿Ya? —preguntó.
—No, espera —el chico comenzó a caminar hasta ella con una pequeña sonrisa.
Penelope abrió más los ojos al notar que Colin también había entrado al charco sin importarle sus nuevos y, al parecer, caros tenis blancos. Tragó grueso cuando finalmente estuvo frente a ella y levantó su camiseta sudada hasta su mejilla, mientras con la otra mano sostenía su cuello para que no se moviera.
—Tú... arruinaste tus tenis —dijo, sintiendo cómo él pasaba la tela con delicadeza por su mentón.
—Oh, sí —Colin bajó la vista hacia sus pies y luego se encogió de hombros—, luego los lavaré. —Cuando terminó, Penelope bajó la cabeza, tratando de ocultar su sonrojo—. Tus zapatos también se arruinaron por alcanzar mi pelota, lo siento.
—No, está bien, ya estaban viejos de todos modos —mintió, recordando que su papá los había comprado la semana pasada—. Emm... bueno, me tengo que ir.
—Sí, claro, gracias otra vez —el chico se despidió con una sonrisa, corriendo hacia sus amigos y salpicando a Penelope con lodo en el proceso sin mirar atrás.
Cerca de casa, Penelope notó el estado de sus zapatos y su ropa, y pensó que seguramente recibiría un buen castigo. Recogió algunas hojas caídas del viejo árbol en su patio e intentó limpiar un poco la suciedad, pero solo empeoró las cosas. Mientras subía las escaleras del porche, el sonido de los zapatos sucios era lo único que se oía, delatándola sin remedio. Entró con cuidado, de puntitas, pero un carraspeo la detuvo.
—¿Dónde estabas, señorita? —la voz de su madre la hizo volverse y la luz expuso su estado—. ¡Por todos los santos, Penelope! ¿Qué te sucedió? —su madre corrió hacia ella para comprobar si estaba herida, pero Penelope la detuvo.
—Me caí en un charco de regreso a casa, lo siento.
—¿Pero por qué has tardado tanto? ¡Hace una hora que la reunión acabó y dijiste que vendrías directamente a casa a esperarnos, y ni tú ni tus hermanas estaban! ¡Tu padre ha salido a buscarte y yo he tenido el teléfono a la mano lista para llamar a la policía! —gritó su madre, caminando de un lado a otro mientras unas cuantas lágrimas se escapaban de sus ojos color miel—. Solo tienes 9 años, ¿qué pasaría si alguien te...? Oh no, mi pequeña bebé —dijo sollozando.
Se acercó a abrazar a Penelope, y ella la rodeó con sus pequeños brazos—. No me pasó nada, estoy bien, solo me distraje un poco en el parque, mamá, sabes que nunca dejaría que alguien extraño se me acercara —dijo Penelope, comenzando a llorar al ver a su madre tan preocupada—. Lo siento.
—No sabes la maldad que hay allá afuera y de lo que son capaces de hacer las personas, cariño —la mujer acarició el cabello de la niña y plantó un beso en su frente—. Nunca vuelvas a hacer eso, ¿entendido?
—Sí, mamá —respondió, limpiando sus lágrimas mientras su madre seguía examinándola de pies a cabeza.
—Ve a darte un buen baño, luego hablaremos de tu castigo —bufó un poco y su madre se acomodó el vestido—, y espero que me expliques lo que realmente pasó con tus zapatos y tu ropa. No me creo ese cuento de que te caíste.
Penelope sabía que no era tan buena mintiendo.
—Bien —dijo, subiendo las escaleras con el sonido de la humedad resonando por toda la casa.
Se dio una buena ducha como su madre le había pedido. Luego de desenredar su cabello, se metió en su cama y observó el techo con estrellitas que brillaban en la oscuridad, sonriendo. Colin había hablado por primera vez con ella, y no solo eso, sino que había arruinado sus nuevos tenis para limpiar el lodo de su cara. Sus mejillas dolían de tanto sonreír. En su pequeña mente, ya se había creado miles de escenarios en los que él le decía "eres muy linda, Pen", y eso solo la hacía sonreír más. Mientras los minutos pasaban, solo se ilusionaba más y más.
Tres días después, antes de que Penelope llegara a la cocina para desayunar, su padre le extendió un paquete grande, con extrañeza. Leyó la nota para ver de quién se trataba, pensando que tal vez la tía Emily había mandado alguno de sus tantos souvenirs de sus aventuras en diferentes países. Pero no, no era ella, y eso la hizo sonreír más.
De: Colin Bridgerton
Para: La niña pelirroja
¡Hola! Tal vez no me recuerdes, pero soy el chico que hizo que arruinaras tus zapatos en el lodo. No sabía tu nombre, así que no pude ponerlo en el paquete, pero mi madre es amiga de la tuya, así que me ayudó con la dirección. Bueno, esto es un agradecimiento, pero a la vez una disculpa por tus zapatos. No son los mismos, pero espero que te gusten.
Colin :)
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N/a: espero que les guste el primer capítulo y voten y comenten :)
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That's The Way Love Goes
FanfictionPenelope ha estado secretamente enamorada de Colin desde que tiene memoria. Para él, ella es solo su tierna amiga. Pero Penelope guarda en su corazón un amor que arde en silencio, esperando el momento en que sea correspondido. Pero, las circunstanci...