That's The Way Love Goes

Capítulo 4

N/a: lo siento por no actualizar la semana pasada, exámenes en la universidad. Pero aquí está un nuevo capítulo y un poco largo :)

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Era lunes, el día que Penélope más había temido que llegara. Era el primer día en la nueva escuela.

—Penélope, querida, vas a llegar tarde a la escuela. —dijo su madre desde el marco de la puerta, sonriendo mientras observaba a su hija vestida.

El uniforme se le veía un poco grande, especialmente la falda. Era negra con franjas rojas que formaban cuadros alrededor. La parte superior era una blusa de botones y manga larga blanca, una corbata con los mismos colores y patrón que la falda, y una chaqueta de tela negra con el escudo de la escuela en el lado derecho. Aunque era elegante, no se sentía que le favorecía en absoluto.

—Me veo horrible —dijo ella con los ojos llorosos, mientras contemplaba su reflejo.

—Amor, —su madre se acercó para abrazarla y apoyó su cabeza en su hombro mientras miraban sus reflejos— te ves hermosa. No dejes que nadie te diga lo contrario. Es más, —la mujer buscó algo alrededor y, al encontrarlo, sonrió mientras tomaba una corona de papel que su padre había hecho para ella— yo lo que veo delante de mí es una princesa de pies a cabeza, ¿no crees?

Colocó la corona en la cabeza de Penélope y la hizo girar mientras se reía.

— ¿Tú crees?

—Por supuesto que sí. La princesa más linda de todas. —dijo su madre, dándole un beso en la mejilla antes de levantarse— Pero la princesa tiene que apurarse, o perderá su carruaje para ir a la escuela real.

— ¡Claro! —dijo Penélope, tomando rápidamente su maleta y bajando las escaleras con entusiasmo. Al sentarse en el comedor, sus hermanas ya estaban casi terminando su desayuno, y su padre, como todas las mañanas, leía el periódico y tomaba su café tranquilamente.

Ella tomó una tostada y la embadurnó con mermelada. Luego tomó otra y otra más. Sus hermanas la miraban con repulsión; siempre era la que comía más que ellas, pero era algo que no podía controlar, especialmente cuando estaba nerviosa, como en ese momento.

— ¡Niñas, el autobús está en frente! —gritó su madre desde la sala.

Sus hermanas se levantaron antes que ella, tomaron sus cosas y se despidieron de sus padres con un beso. Penélope tragó el último pedazo de su tercera tostada y terminó el vaso de jugo. Recogió sus cosas, se despidió de sus padres de la misma manera que sus hermanas, pero antes de salir, su madre la detuvo y se agachó a su altura.

—Cuídate, cielo. Sabes que cualquier cosa que suceda, iré por ti de inmediato.

Penélope asintió y le sonrió, la abrazó con mucho amor y luego salió corriendo al autobús. El conductor estaba por cerrar la puerta, pero al verla, la abrió de nuevo y ella subió. Agarró las correas de su mochila con fuerza, nerviosa por el momento. Las miradas se posaron en ella, o tal vez solo era su imaginación, pero no importaba; caminó con la cabeza agachada para ocultar su sonrojo.

Estaba casi por llegar al último asiento cuando un pie se cruzó en su camino, haciéndola tropezar. Una parte de el autobús se rió de ella. Esto no podía estar sucediendo de nuevo.

—Ve por donde caminas, abejita —dijo una chica rubia, riéndose desde su asiento con sus amigos—. O mejor, ve a que te arreglen esa falda que te hace ver como monja.

Penélope se puso de pie con las lágrimas a punto de salir, pero las ocultó con su cabello y caminó en silencio hasta el último asiento vacío. Durante todo el viaje, sus hermanas no la miraron ni una sola vez, ni siquiera para preguntar si estaba bien. ¿Pero qué más podía esperar? Nunca lo hacían, ni siquiera cuando eran testigos de las cosas horribles que le hacían sus antiguos compañeros.