Capítulo 2

526 35 5
                                    

La escuela comenzaba en algunos días. Cuatro para ser exactos.

Esa tarde, Penelope había salido con su madre y hermanas para comprar los últimos materiales escolares que necesitaban. Se encontraban en la librería: Prudence y Philipa estaban en el área de las revistas, revisando los últimos chismes en tendencia, mientras que ella se acercaba al estante de libros de cuentos de hadas, que estaba decorado de manera muy atractiva.

Penelope sonrió al ver la portada de la Cenicienta, con letras decoradas con brillantina plateada. Al abrirlo, quedó encantada con las ilustraciones. Su amor por los libros había comenzado no hace mucho tiempo, todo producto del aburrimiento y un pequeño libro de Caperucita Roja que su papá tenía en su escritorio.

Comenzó a leer aquel libro, observando simultáneamente los dibujos que representaban cada escena, cuando la voz de su madre sonó detrás de ella, provocándole un pequeño susto.

—Pen, te pedí que no te alejaras mucho de tus hermanas.

Penelope miró a su alrededor y notó que Prudence y Philipa estaban muy lejos de su sección.

—Lo siento, no me di cuenta cuando se movieron —dijo, agachando la cabeza apenada y escondiendo el libro detrás de sí.

—¿Qué escondes detrás de ti? —preguntó su madre con una sonrisa curiosa.

—Nada.

—¿Nada? ¿Segura?

Penelope asintió, pero no pudo evitar reírse a carcajadas por las cosquillas que su madre le hacía para descubrir lo que ocultaba. Cuando no aguantó más, soltó el libro por accidente y su madre lo tomó rápidamente.

—¡Ajá! Sabía que escondías algo —la mujer observó el libro y rio al ver cómo las mejillas de su hija se tornaban rojas.

—Lo siento. 

—No te disculpes, cariño —ella acarició su mejilla y se puso de pie nuevamente—. ¿Quieres el libro?

Penelope agrandó los ojos y asintió con alegría.

—¿Segura que lo leerás y no lo dejarás en cualquier parte?

—Lo prometo, de verdad lo leeré, mamá.

—Bien, confío en ti entonces —su madre colocó el libro en la carreta de compras y Penelope se abalanzó para abrazarla de la felicidad.

—Gracias, mamá.

La señora Featherington le devolvió el abrazo y caminaron hacia donde estaban sus hermanas. Después de revisar la lista de pendientes por última vez, se colocaron en la fila para pagar y la cajera les entregó amablemente sus bolsas con las compras. Penelope tomó la mano de su madre y comenzó a dar saltos de alegría mientras caminaban hacia la salida. Justo cuando estaban por abrir la puerta, esta se abrió de forma estrepitosa, mostrando a una pareja con varios niños.

—Daphne, no sueltes la mano de tus hermanas, por favor, cariño —aquella mujer maniobraba con dificultad su bolso y la carriola donde dos bebés lloraban, mientras su esposo arreglaba la ropa de las hermanas mayores, que querían soltarse para ver las cosas llamativas de la tienda—. Amor, ¿dónde están Anthony, Benedict y Colin?

Los ojos de Penelope se abrieron ampliamente al escuchar el último nombre mencionado y se sorprendió al ver a la familia de Colin. Los Bridgerton estaban frente a ellos, llamando la atención de toda la tienda por el alboroto que causaban los llantos de los bebés y las otras tres niñas.

—¿Violet? —preguntó su madre.

La señora se volteó y sonrió al ver a su madre—. ¡Portia! ¡Qué alegría verte por aquí, querida! —se acercó rápidamente con la carriola y la abrazó.

That's The Way Love GoesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora