-CAPÍTULO 1-

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MIA

Munich/Alemania

Los rayos del sol se colaban por las rendijas de la persiana de mi habitación haciéndome despertar mientras yo me removía incómoda en mi cama. ¿Acaso hasta el sol iba a molestarme aquel día? No tenía ni la más mínima intención de levantarme, hoy era un "día de comienzos" como los llamaba mi madre.

De mala gana aparté las sábanas de mi cuerpo y me levanté directa al baño con la intención de darme una ducha de agua fría para aplacar mis nervios. Hoy a las 16:00h deberé estar en otro país totalmente diferente para poder ''encarrilar mi vida'', o eso por lo menos le gusta pensar a mi familia, en la cual no hay nadie, como decirlo, corriente. 

Mi padre, Dominic Müller, es ingeniero aeronáutico y se encarga de diseñar los aviones de combate del ejército alemán, pero en realidad ha estado combatiendo en el ejército desde los 23 años. Fue un gran general en sus tiempos pero una fuerte lesión lo dejó fuera de combate y desde entonces sigue sirviendo al ejército alemán, no como a él le gustaría, pero si diseñando sus aeronaves.

Por otro lado esta mi madre, Lara Schmidt, que es una respetada abogada. Su carrera y sus logros hablan por ella. A la temprana edad de 20 años, Lara Schmidt ya había heredado el gran imperio de mi abuelo, una larga lista de bufetes repartidos por las potencias mundiales más importantes como Rusia, Japón, Alemania... Todos los demás años ha estado trabajando hasta lograr llevar su imperio a la cima y así conseguir que ningún otro bufete le hiciese competencia.

Y ya por último están mis hermanas pequeñas, Emma y Esther Müller. Ambas tienen 12 años, son gemelas, y a su vez, ambas han heredado los ojos color esmeralda de mi madre y el cabello rizado color carmesí tan característico de toda la familia Müller.

Al contrario yo herede los ojos color gris de mi padre y el pelo liso de mi madre, también de color carmesí pero no como el de toda mi familia, el mío es un tanto más oscuro. Y para colmo otra cosa que me hace aún más diferente de toda mi familia son las pecas que cubren mis pómulos y el puente de mi nariz. Digo y para colmo porque estas pecas no las tiene nadie de mi familia desde hace muchas generaciones y os puedo asegurar que me he llevado más de una mala mirada por parte de mis tíos por ellas.

Pero realmente no me importa lo que tengan que decir o pensar de mi, yo no voy a mudarme a otra parte del mundo para hacerles felices a ellos sino para hacer feliz a mi verdadera familia, mis padres y mis hermanas, por que después de todo lo que les he hecho pasar se lo merecen.

-----***-----

Mientras bajaba las escaleras rumbo a la cocina intente desconectar mi mente y no pensar en nada de lo que ocurriría en las próximas horas, pero al ver mis maletas ya preparadas en el umbral de la puerta de la cocina supe que eso no iba a ser posible.

Justo antes de poder poner un pie dentro de la cocina algo, o mejor dicho alguien, me arrolló por detrás. Unos pies aparecieron en mi campo de visión y al levantarme del suelo vi a quien pertenecían, Emma.

--Buenos días Mimi --me saludó con ese estúpido apodo que me había puesto años atrás-- veo que hoy no estás de muy buen humor-- dijo con el ceño fruncido cuando vio la mueca que pintaba mi rostro.

--Te he dicho mil veces que dejes de llamarme así --dije poniendo los ojos en blanco y encaminándome hacía la nevera mientras ignoraba lo último que me había dicho.

Fue a contestar cuando el sonido de la puerta principal abriéndose la interrumpió.

Segundos después mi padre y mi madre llegaron a donde estábamos con una cara de preocupación que hizo que me diera cuenta de que algo iba mal. Por eso cuando mi madre abrió la boca no me sorprendió lo que salió de ella.

--Venimos del aeródromo y nos han dicho que la avioneta donde te vas se ha adelantado. Tendremos que estar allí en una hora, asique asegúrate de que lo tienes todo preparado --soltó dirigiéndose a mi mientras iba cogiendo cosas y llevándoselas a dios sabe donde.

Al girarme para ver a mi padre vi que me miraba fijamente con una sonrisa triste en el rostro. Eso lo único que hizo fue confirmarme que sentía lástima por mi, y no me extraña, yo también la sentiría por mi misma pero ¿que más podía hacer?

Sin inmutar palabra alguna subí las escaleras y comencé a prepararme, así de rápido tuve que mentalizarme de que el infierno que viviría se había adelantado.

Quince minutos más tarde ya estábamos entrando al coche que nos llevaría al aeródromo y mirando por la ventanilla de este no pude evitar pensar que tal vez esa sería la última vez que vería el bonito paisaje de Munich.

Pero así todo sería mejor, tenía que serlo.

LA CHICA CARMESÍDonde viven las historias. Descúbrelo ahora